Confirmación de la izquierda en Grecia
LA DICTADURA de los coroneles en Grecia (1967-1974) creó una extensa e importante red de mandos afines que cubría todo el país, red que se ha desmoronado en las elecciones municipales. Era una consecuencia de la aplicación de un cierto corporativismo que, repitiendo el sistema de Franco de alcaldes-jefes locales del Movimiento, aseguraba el control de un país de contextura rural. Cuando la dictadura cayó de su propia muerte, de su desprestigio y de la incapacidad para resolver los problemas del país y los nuevos que había creado, fue sucedida por una democracia. La transición fue encomendada a Karamanlis (derecha conservadora), que inventó un partido, Nueva Democracia, en el que no excluía a colaboradores de la dictadura junto a conservadores de limpieza democrática; con ellos ganó suficientemente las elecciones de noviembre de 1974. Karamanlis, con esa idea general de conservar una cierta continuidad -y sin resistir la tentación de aprovechar el gran aparato rural y de ciudades pequeñas creado por la dictadura, y que tanto le había ayudado a ganar las elecciones mediante: la prolongación del caciquismo y el miedo en un país que no estaba seguro de que se hubieran ido definitivamente sus opresores-, procuró- mantener en su puesto toda la red local. Las elecciones municipales del 30 de marzo de 1975 no le permitieron enteramente conservar a esos agentes: indicaban una tendencia de voto más hacia el centro y hasta a la izquierda. Así y todo, sostuvo esa estructura de poder y aun la reforzó cuando, en mayo de 1980, fue elegido por el Parlamento -su Parlamento- presidente de la República con una Constitución presidencialista.Este es el aparato que está cayendo en las elecciones municipales que comenzaron el domingo pasado, con resultados muy significativos que se confirmarán ya, sin ninguna duda, en una segunda vuelta que dirima los casos en que no hubo mayoría absoluta. El Partido Socialista Panhelénico (Pasok) ganó ampliamente las elecciones generales de octubre de 1982 -174 diputados sobre 300- y comenzó un profundo cambio en las estructuras del poder, incluso del pequeño poder, comenzando por la ley de Administración Pública -sobre funcionarios-, el saneamiento de los sindicatos y la reforma de la Administración local. Aparte de los grandes proyectos económicos y políticos -no todos cumplidos en este primer año, y algunos ni siquiera esbozados, pues la realidad modera siempre la ilusión-, estas mutaciones profundas en la estructura de la sociedad signifícaban realmente el final de la transición, que Karamanlis dejó a medias por miedo, por inseguridad y por conservadurismo.
Esto explica que el mayor número de votos para la izquierda en estas elecciones municipales se haya acuraulado en las pequeñas ciudades y en las zonas rurales, al contrario de lo que suele suceder. Es casi un axioma en Europa que el campo dé un voto conservador y las zorías industriales y las ciudades un voto progresista. Pero en Grecia son precisamente las pequeñas comunidades las que necesitaban sacudirse los viejos caciques, el aparato del corporativismo, y, fuera ya del temor de un nuevo golpe o de un retroceso de la situación, han votado a la izquierda. El ascenso de votos comunistas puede ser tina resultante de ese impulso, pero también una advertencia al partido socialista de que su moderación puede parecer necesaria en los grandes rasgos políticos, pero que hay situaciones de extrema necesidad, en un país empobrecido, que no tienen mucho tiempo para esperar.
Una tendencia parecida, pero más matizada, se presenta en las grandes ciudades, donde el voto es más político que meramente local, aun sin dejar de tener en cuenta todas las características y peculiaridades de unas elecciones municipales. El notable ascenso de los comunistas y la leve recuperación de la derecha se atribuyen al desgaste del poder político socialista durante el primer año: puede evaluarse ahora en una pérdida para el Pasok del 5% de los votos. Aun así, si estas elecciones hubiesen sido generales y los votos se hubieran manifestado de la misma manera, el Pasok hubiera seguido gobernando por una mayoría muy considerable.
Lo que ha conseguido ahora, pese a esa merma es muy importante. Tiene ya, en la primera vuelta, 172 de los 276 municipios del país, y va a ampliar muy notablemente esa cifra en la segunda vuelta, incluyendo, muy probablemente, Atenas -si es así, la capital tendrá por primera vez un municipio administrado por el mismo partido en el poder-, Salónica y El Pireo. Todo ello va a dar al partido socialista una fuerza que jamás ha teitido un partido democrático en Grecia. Lo cual, a su vez, implica una responsabilidad y unas obligaciones. Papandreu está hoy en condiciones óptimas para convertir a Grecia en el país independiente y moderno que prometió. En la pérdida relativa de votos debe advertir, sobre todo, un principio de exigirle cuentas.
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