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El primado polaco manifiesta su apoyo a la idea que encarna el sindicato Solidaridad

Por primera vez desde el pasado miércoles, la calma volvió a reinar en la madrugada del sábado al domingo en las calles del barrio polaco de Nowa Huta (Cracovia), estrechamente vigiladas por un gran dispositivo policial. Simultáneamente, el primado de la Iglesia católica, Jozef Glemp, sin exagerar sus críticas, se colocó, decididamente al lado del disuelto sindicato Solidaridad.

En su homilía, el primado polaco reafirmó que la Iglesia se encuentra en "la prueba" actual al lado de la nación, "compartiendo su opresión". "La disolución del elemento más importante para el diálogo (el sindicato Solidaridad)", dijo Glemp, "ha reducido las posibilidades de un entendimiento". El primado no ha querido responder a la invitación del general Wojciech Jaruzelski, que en su discurso ante el Parlamento el pasado día 9 le invitó a una entrevista personal para tratar de la fecha de la visita del Papa a Polonia, prevista en principio para el año próximo. Sobre este tema, Glemp dijo que "Dios nos enviará al Papa", dando a entender que en tal cuestión no puede confiar en las autoridades.Pero el primado fue especialmente duro en relación con la propaganda oficial, que habla de la excelente situación de que gozan los católicos, que disponen ahora de más iglesias que nunca. "Los clubes intelectuales católicos (KIK)", dijo Glemp, "están suspendidos, el PZKS (el grupo parlamentario Znak, próximo al episcopado) no es una organización de masas y las otras organizaciones católicas no siguen la línea de comportamiento de la jerarquía eclesiástica", alusión directa a las formaciones políticas católicas Pax y Asociación Cristiana Social, que han apoyado a los comunistas a la hora de ilegalizar Solidaridad.

Dado el "apoliticisino" de la Iglesia, explicó Glemp, esta institución quiere dar prueba de realismo desaconsejando a la dirección clandestina de Solidaridad la utilización de la lucha y la oposición incesante, pero también constatando públicamente que el régimen ha enterrado la posibilidad del entendimiento nacional a través de la ilegalización de la organización sindical de Lech Walesa.

La jornada de ayer domingo sirvió para que la población de Nowa Huta rindiese un multitudinario homenaje al joven Bogdan Wlosik, muerto por disparos de un policía de paisano. Las autoridades no han autorizado el funeral previsto para el miércoles en la gran iglesia cerca de la cual murió, en previsión de que le reproduzcan las manifestaciones.

A lo largo de todo el día de ayer, en esta iglesia, que se construyó por subscripción popular cuando el actual Papa, Juan Pablo II, era arzobispo de Cracovia, se suceden las misas por el alma de Wlosik. Obreros de las plantas siderúrgicas y de los altos hornos asisten a ellas acompañados de sus familias. La iglesia, que puede albergar a unas 5.000 personas, resultó insuficiente en los sucesivos servicios religiosos y centenares de personas siguieron las ceremonias desde el exterior mediante altavoces.

Ayer, a unos veinte metros de la iglesia, policías anti-disturbios (ZOMO) cerraban el paso hacia el improvisado túmulo de flores alzado en el lugar donde cayó abatido Wlosik por el, disparo efectuado por un miliciano de paisano. Toda aquella persona que intentaba depositar flores en el lugar era detenida inmediatamente. Fuerzas de la policía han reforzado la guarnición de Nowa Huta que, a pesar de la calma, parece una ciudad en guerra.

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