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El congreso del Partido Laborista británico aprueba la expulsión de los trotskistas

Andrés Ortega

El congreso anual del Partido Laborista británico aprobó ayer la creación de un registro para sus organizaciones, afiliadas, destinado a ex pulsar de sus movimiento a la llamada tendencia Militant, de carácter trotskista. En el ambiente poco combativo e inseguro en que se abrió este congreso, con aireación de trapos sucios incluida, la decisión su puso un claro apoyo al líder del laborismo, Michael Foot. Los seguido res de Militant parecían el chivo expiatorio de un intento de cambiar la imagen del partido de cara a las próximas elecciones generales.

Durante el pasado año, la ejecutiva del partido investigó las actividades de este grupo, centrado en torno a su revista Militant, y declaró que no eran acordes con las normas constitucionales del laborismo. Los trotskistas fueron acusados de formar un "partido dentro del partido" y de infiltrar secretamente el movimiento. En los debates de ayer se dijo que los orígenes de los Militant se hallan en los años treinta y en la creación de la IV Internacional. En 1973, con la distensión Este-Oeste, el Partido Laborista decidió cancelar la expulsión de miembros del partido comunista. Foot, esta vez ha prometido que no habrá caza de brujas.

La victoria de Foot vino de la mano de los sindicatos, que controlan los votos de este congreso por una mayoría de tres a uno. Los representantes de las organizaciones locales laboristas se opusieron vehementemente. Pero si éstas son las que traen votos, son los sindicatos los que forman el soporte financiero de este partido. Tras la realidad de Militant está la oportunidad de regenerar una imagen de unidad y claridad en un partido que ha perdido cierta credibilidad. El propio Foot aseguró ayer que la defensa de la constitución del movimiento "va a ser el instrumento de la victoria en las próximas elecciones generales". Foot, según las encuestas de opinión, es uno de los líderes más impopulares de la historia del laborismo. No tiene, sin embargo, intención de dimitir.

Tras dos años de liderazgo, el Partido Laborista se ha confirmado en su desplazamiento hacia la izquierda. En su programa político, recordó ayer la presidenta de este congreso, Judith Hart, figuran tres imperativos: la reconstrucción industrial, la salida británica de la Comunidad Económica Europea y el desarme nuclear. En estos momentos, no obstante, la política laborista es más bien reactiva que creativa. Se defiende del combativo espíritu de los conservadores thatcheristas, sin proponer soluciones nuevas. Al contrario, busca en su acervo del pasado. El congreso laborista aprobó ayer, por una abrumadora mayoría, que obliga a introducir estas líneas en el próximo manifiesto electoral, la abolición de la medicina privada. Aconsejado por la ejecutiva nacional, rechazó, sin embargo, el control de los centros sanitarios por los que en ellos trabajan y la nacionalización de la industria farmacéutica.

Bajo el lema de "Paz, empleos y libertad", el congreso laborista pareció ayer, en los jardines de invierno de la norteña ciudad de Blackpool, ensimismarse en sus problemas internos. Nada indica que la lucha entre el ala izquierda del partido, encabezada por Tony Benn, y su ala derecha haya terminado. Una prueba de su fuerza vendrá hoy con los resultados de las elecciones a la ejecutiva nacional.

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