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Tribuna:SPLEEN DE MADRID
Tribuna
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Lo que vale un diputado

Los diputados, sean de la fuga que sean, vienen a costar, unos con otros, sesenta millones de pesetas. El escaño de las Cortes es la localidad más costosa que se puede sacar hoy en Madrid. Y luego dicen que el teatro es caro.O sea, que la democracia se hace con dinero. La democracia capitalista, claro. Y la otra. Pero, ya que hemos hablado del teatro, a mí me parece que con la política pasa lo mismo. Un rico monta una compañía para hacerse más rico y acaba en la ruina y enamorado de la primera vedette. En principio, uno diría que los Bancos españoles se han comprado la democracia. "Ya que parece que tiene que haber una democracia en España, lo mejor es que nos la compremos". Los banqueros empezaron invirtiendo sólo en derecha, pero ahora invierten en derecha y en izquierda, a pares y nones, como el que juega a la ruleta. Valls Taberner invierte en lo uno y Aguirre / Banesto en lo otro. Felipe puede decir y dice:

- Hemos convencido a los Bancos.

Pero la reserva espiritual insinúa: "Demasiadas facilidades". De pronto, toda la sociedad española, toda la derecha agiotista se ha puesto aceptar el triunfo del socialismo. Carrillo enciende su cigarrillo largo y dice para sí:

- Ahí puede haber una trampa.

Yo creo que es la trampa del regador regado, que aprendimos de niños en el cine. Los banqueros se compran una democracia para quedarse con ella mediante hipotecas, para embargar un partido como embargaban Saldos Arias. Pero la democracia tiene tanto vicio que quienes invierten en democracia pueden acabar demócratas. Por otra parte, no me parece mal que las elecciones sean caras y que sentarse en un escaño cueste algunos millones más que sentarse en el Real a oír a la Caballé, porque la Caballé no nos va a sacar de ningún problema. Los políticos tampoco, pero cuando menos, no cantan. Seamos sociedad de consumo o sociedad del ahorro, que ya no se sabe bien, lo que conviene es que corra el dinero, que los Bancos inviertan. Los Bancos, que ya se lo han comprado todo, habían empezado hace tiempo con el círculo infemal de comprarse otros Bancos. Dueños, del consumo español, sólo podían comparse a sí mismos. Cuando ya tenemos minipírner, vídeo, segunda residencia, horno radiactivo para las fabadas en bote, reloj con radio, radio con despertador y despertador con hilo musical, he aquí un nuevo factor, inagotable, de producción y consumo: los políticos. Se puede estar produciendo y consumiendo políticos indefinidamente. Cualquiera vale. Hasta Oscar Alzaga. Los hay de todas las tendencias, de todas las ideologías y de todas las fugas. Luego están las vallas. Hay muchos carteles que pegar, muchos escalextric que empapelar, hacen falta muchos niños desescolarizados para utilizar los miles de gorritos ya previstos (como Garrigues se ha retido con sus camisetas, eso nos deja, cuando menos, la libertad constitucional de ponemos la nuestra de todos los días). Hacen falta muchos parados para nutrir los mítines y muchos barrenderos para barrer las octavillas. Unas elecciones son el equivalente cívico y progresista de las pestes medievales y románticas, o sea que se organiza gran movida de vivos y muertos, que en las colas de votantes/ucedé de anteriores comicios se vieron muertos de toda la vida, muy ternes. En el mercado libre de Friedman entra todo, hasta el mercado de subdirectores generales. Lo sano es que el dinero ande. Aquí pueden pasar dos cosas: que los Bancos embarguen la democracia como una mercería o que los banqueros cojan el vicio y descubran que esto es mejor que el canódromo. Con el primer volvo que Botín le regale a Felipe González, la transición política española ha terminado.

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