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Un ejército para Líbano

Mientras no se reconstruyan las Fuerzas Armadas de Líbano y éstas sean capaces de controlar, aunque sea mínimamente, la situación, cualquier provocación o incidente casual puede convertir la paz inestable en guerra abierta. Desgraciadamente, ni lásfuerzas de las Naciones Unidas, ni los contingentes italianos, americanos y franceses (que acaban de retirarse), ni mucho menos los ejércitos sirios o el Tshall israelí pueden por sí solos dotar a las milicias regulares libanesas de autoridad y moral de combate.Sólo un proceso progresivo y lento de normalización conseguiría poner en pie una estructura defensiva que pueda ejercer labores de orden y seguridad en el interior de Líbano. Nadie está dispuesto, ni en Israel ni en Siria, a potenciar esta solución y Líbano parece condenado de antemano a servir de campo de batalla a los adversarios eternos e irreductibles.

La despiadada matanza que las milicias cristianas han realizado entre los refugiados palestinos de Beirut, si se confirma, es un indicio de que la paz difícilmente puede perdurar en Líbano, habida cuenta de que con toda seguridad volverá a encenderse la lucha interna. La presencia de las tropas israelíes y sirias no es precisamente una garantía de que esta lucha no vaya a amplificarse con el choque, más peligroso aún, entre ellas.

Israel busca un margen de seguridad en territorio libanés, los sirios desean otro margen igualmente seguro en el mismo territorio, los palestinos intentan conseguir una tierra y una patria y los libaneses sufren en su carne las ambiciones de unos y la desesperación de otros. El nuevo episodio de Beirut es sólo un eslabón más del drama libanés: la lógica más elemental indica que no será el último ni el menos cruento.

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