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El personalismo comunitario

El corto, pero no por eso menos cálido verano, ha sido rico en acontecimientos políticos, hasta culminar en la urgente convocatoria de elecciones a finales de agosto. Entre esos acontecimientos ocupa un lugar destacado el lanzamiento a la palestra de Adolfo Suárez con un nuevo partido político que aspira a tener vocación de centro. Es evidente -y los últimos sondeos no admiten dudas- que UCD ha agotado sus posibilidades como fuerza capaz de aglutinar con caracteres de monopolio el espacio centrista. Esto proporciona a su vez inéditas expectativas sobre el CDS, y es ese último fondo de expectativa lo que nos lleva a considerar de interés el realizar un análisis de su significado ideológico.Los comentaristas políticos creemos que han estado dando palos de ciego cuando, al hacer el análisis de ese personalismo comunitario que dice inspirar su sistema de valores, se han referido a Maritain y a Mounier, sin darse cuenta de que el ala francesa de este movimiento pone su énfasis en el primer término de la ecuación, es decir, en la doctrina personalista que elaboró el equipo de colaboradores de la revista Esprit, pero que no toma en consideración de modo suficiente el carácter comunitario con que el nuevo partido define y califica la tendencia personalista. En este sentido, los comentaristas políticos tendrían que volver los ojos hacia el continente americano, y más concretamente, hacia esa parte del continente a la que con más frecuencia ha viajado Adolfo Suárez desde que dejó de ser presidente del Gobierno. Hay que mirar hacia Panamá, Venezuela, Perú, Colombia, donde el comunitarismo se ha convertido en la formación ideológica que la democracia ha tomado en aquellos países. Y si hubiera que precisar más, yo propondría que los comentaristas y observadores políticos hojearán los libros de un español que lleva muchos años en tierras panameñas y venezolanas. El doctor Lino Rodríguez-Arias, antiguo alumno en España de Hernández Gil y de Castán Tobeñas, es actualmente catedrático de la Universidad de Los Andes (Mérida, Venezuela) y ha desarrollad.o en un amplio abanico de publicaciones el personalismo comunitario como doctrina política.

Entre sus libros, yo me atrevería a destacar muy especialmente: De la propiedad privada a la propiedad comunitaria (Caracas, 1971) o Alternativa ideológica comunitaria (Caracas, 1971), que tuvo una posterior edición espaflola, con un ligero retoque del título: Alternativa comunitaria (Madrid, 1975).

El especificar en qué consiste el comunitarismo se saldría de los límites de este breve artículo, y no faltarán otras ocasiones en que extenderse sobre ello; de momento, una breve cita puede empezar a orientarnos: "Lo importante", nos dice Rodríguez-Arias, "será cada vez impeler más al hombre hacia este servicio comunal, cultivando y desarrollando en él el sentido de solidaridad humana, a cuyo fin hay que inculcarle desde su adolescencia que el prójimo no es un enemigo y contradictor, sino su hermano y colaborador; hay que trasformar esta sociedad de luchas y de angustias por una estructuración social que, dando primacía al valor humano sobre todas las cosas, haga posible en el hombre el cumplimiento de su vocación personal, sin la necesidad de estar pendiente de la defensa de sus intereses egoístas y particulares, que entonces aparecerán identificados con los de la hurnanidad". Este párrafo está sacado de una revista panameña, Presente, y el título del artículo es el siguiente: "Directrices para una antropología filosófica: el sentido comunitario del hombre".

El énfasis que en la cita anterior se da al valor humano nos está ya indicando que en la dicotomía capital-trabajo, inevitable para definir el sentido social de una formación política, el personalismo comunitario opta por el factor trabajo, alejándose de todo capitalismo a ultranza. Ahora bien, como, por otro lado, rechazan el marxismo y se manifiestan ardientes defensores de la persona y su libertad, quiere decir que esta doctrina representa una tercera vía o vía media entre el capitalismo y el marxismo, que

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-sin renunciar al mensaje cristiano o, mejor dicho, utilizándolo como piedra de toque y criterio demarcador- tratará de recoger lo mejor de uno y otro, rechazando lo que tienen de inhumano y violento. Las frases de Rodríguez-Arias son inequívocas en este sentido: "Viviremos apartados, por tanto, del capitalismo y de la dictadura del proletariado. Nos encaminaremos hacia un nuevo estilo de vida". O también: "La sociedad comunitaria es la tercera vía ideológica, que se presenta como alternativa a los sistemas capitalista y marxista y contempla al hombre en función del bien común, sin despersonalizarle".

Ahora bien: ¿cómo define Rodríguez-Arias esta sociedad comunitaria? He aquí sus propias palabras: "Una sociedad fraterna inspirada en los ideales del cristianismo primitivo y del marxismo humanista, decantado de la violencia como norma, de la lucha de clases como proceso de evolución y del economicismo como sustrato histórico. Por el contrario, erigiremos nuestra sociedad sobre una estructura eminentemente ética y sociológica, equidistante por igual de un subjetivismo arbitrario y voluntario y de un objetivismo colectivista y suyugante de todo lo humano que pudiera desconocer caprichosamente los tres pilares básicos de la convivencia humana: la libertad, la justicia social y la seguridad u orden". Más adelante añade: "Mientras exista voluntad de servicio a la comunidad, respeto a la dignidad humana, estructura social basada en el trabajo, pluralismo político y conciencia de cambio revolucionario, estaremos ante un principio de vida comunitaria".

Esta es, expuesta de modo demasiado esquemático, la doctrina del personalismo comunitario tal como la desarrolla el que actualmente es quizá su teórico más destacado. El nuevo CDS dice inspirarse en estas fuentes, pero cometería un grave error quien -tras leer este artículo- se arrojase sobre los libros de Rodríguez-Arias para saber lo que va a ser el partido de Adolfo Suárez. Precisamente una de las características de dicha ideología es su conciencia de no constituir un cuerpo doctrinal de carácter dogmático, sino una serie de principios flexibles que deberán adaptarse a cada país en la práctica política, y el mismo autor que venirnos citando así lo hace al detenerse en el examen de los distintos países donde esa filosofía política ha tenido cierta influencia. Habrá que esperar, pues, para saber algo más concreto, al congreso constituyente del partido y a conocer las bases que allí se establezcan.

José Luis Abellán es historiador y profesor universitario.

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