Un proyecto renovado
En este verano, donde a fuer de hablar de política proliferaron temas menores, pero no sustantivos para el Estado y la sociedad, el discurso de Landelino Lavilla en la Universidad Internacional Menéndez Pelayo, de Santander, fue una de las raras excepciones.Landelino Lavilla quiso, dadas las circunstancias del momento, sentar las bases de una nueva propuesta al pueblo español, de un centro político renovado, enraizado con las tradiciones españolas humanistas y liberales, sin ambigüedades ni confusionismos.
Cuando se recorre nuestra historia en los últimos ciento setenta años en los que ha gobernado la derecha conservadora, salvados algunos cortos paréntesis, tenemos la misma, aunque desacorde, tónica: un paupérrimo aislacionismo de España con el resto de las naciones europeas, escasos paréntesis democráticos, continuas guerras intestinas, la ausencia de la sociedad civil y un bajo nivel de vida comparado con los países del Occidente; sistema de economía otorgada, intervencionista, paternalista y proteccionista.
Dos casos de 'gente sensata e ilustrada'
Landelino Lavilla citó sólo dos ejemplos en el siglo XIX que no siguieron esta regla general: los moderados de mediados de siglo y la Unión Liberal. A esta última, barrida y congelada por instancias que no eran políticas, le cupo la gloria de la autoría de la primera experiencia democrática española a partir de 1868.
Estos dos únicos casos, especialmente el de la Unión Liberal, constituyen el ejemplo de gente sensata e ilustrada, como diría Juan Valera. Fueron conscientes del necesario cambio de la sociedad y del Estado, del fomento de la cultura, del progreso y el bienestar, no arrastrados por afirmaciones intrépidas y revolucionarias de izquierdas ni por la inmovilidad típica, dogmática y reaccionaria de una derecha española, que todavía hoy subsiste.
Esas fueron, entre otras, las bases de la creación de UCD. Después de los fugaces y efímeros ensayos de la Segunda República, con hombres, por otra parte, de categoría incontestable, hacía falta una nueva experiencia en la que gentes no provenientes de la izquierda, conscientes de la necesidad de un profundo cambio en la vida española, económico, social y, sobre todo, político, tomaran la iniciativa. Así nació UCD.
Ellos fueron los principales autores de la pacífica transformación de la dictadura en una democracia. La convivencia en libertad y la templanza en el comportamiento general de los agentes políticos, económicos y sociales; la elaboración de una Constitución que no fue negociación de opciones partidistas, sino marco fecundo y expresión de la voluntad básica de vivir de todos los españoles. Y, sobre todo, lo más importante, una definitiva superación de la guerra civil, que acabó con los delitos políticos y con los exiliados por primera vez en nuestra historia.
Una UCD empeñada en la ardua tarea de la construcción y organización de un nuevo orden del Estado, a través de las autonomías, como dijo el presidente Lavilla, "es un proceso que libera energías, que valora y respeta singularidades forjadas en la historia..., un proceso cuya fecundidad sólo se revelará si responde de verdad a una orientación de futuro". En un nuevo orden más libre y más humano por cercano al individuo, donde la palabra poder se empieza a escribir en minúscula y en plural, porque está compartido (poderes locales y regionales).
Una concepción del Estado como salvador de los intereses de sus ciudadanos, no como máquina aniquiladora de su personalidad, ni siquiera como protector de la sociedad. UCD está lejos de aquellas ideologías de derecha o de izquierda que implican una cierta abdicación del individuo ante las instituciones del Estado -permanentes o no-, que sólo lo exaltan en el anonimato del colectivo y lo desprecian en la originalidad de su persona.
UCD cree en la realización del individuo, de su personalidad en plenitud y libertad, equilibrio y moderación para sacudir a la derecha de su inmovilidad y atemperar ímpetus y utopías de la izquierda.
Pero han transcurrido cinco años de la constitución de UCD y, sin embargo, a pesar de sus logros, hoy aparece dividida y descompuesta. Muchos se preguntarán el porqué de esta situación y lo que ha sucedido para que esto se produzca.
Falta de entendimiento en los dirigentes
Iñigo Cavero, en su discurso ante el consejo político del pasado mes de junio, mencionó una serie de causas que habían reducido a UCD a su estado actual. En el discurso de Santander no se escamotearon palabras para la autocrítica, que se resumieron, fundamentalmente, en las siguientes: la falta de entendimiento interno de los dirigentes centristas. En muchas ocasiones, el espíritu, el diálogo y la transacción han aparecido a través de los medios de comunicación como faltos de firmeza y con exceso de debilidad. UCD ha tenido un afán de exclusivismos y se ha olvidado que, por naturaleza, era un partido abierto. Le ha faltado originalidad en la presentación de la opción política centrista, la garra, como se dice en la jerga actual.
Por todo ello es necesaria, ahora, una nueva propuesta al pueblo español. Un programa que encierre en sí los influjos de las ideologías que contornan el mundo occidental y que son aquellas ideas que UCD debe, desde ahora, sin ambigüedades ni confusionismos, defender. De ahí el nuevo esquema político.
Una defensa de las libertades de cada persona, de todas las personas, haciendo posible las condiciones básicas de igualdad.
La necesidad de una sociedad civil y plural, no en contra de las instituciones permanentes o de relevantes grupos sociales, sino con la cooperación de todos. Una sociedad dinámica, rica en comunidades, grupos y asociaciones basadas en valores distintos o intereses diversos, que no necesariamente tienen que ser políticos. "El pluralismo de una sociedad no se agota en el pluralismo político".
Una política cultural independiente y autónoma, ni selectiva ni discriminatoria; sin instrumentaciones políticas de las manifestaciones culturales. Una actitud de respeto al creador cultural.
Especial atención merece el mundo de la educación. Una integración de la enseñanza pública y privada, la defensa de la libertad de enseñanza, "que hoy se traduce en el derecho de fundación y mantenimiento de centros escolares privados por la iniciativa particular..., y en el derecho que asiste a los alumnos a una financiación pública de su escolarización."
En política económica se debe continuar la reforma iniciada en el pasado, entre la que es preciso mencionar el sector público. La necesidad del fomento del ahorro, de la iniciativa empresarial, el incremento de inversiones para paliar, eficazmente, nuestro primer problema: el paro.
He aquí el esbozo de un proyecto político de centro liberal y liberalizador diferenciado de las tendencias socialistas y de la derecha conservadora.
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