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Reportaje:

"En la guerra hay mucho ruido y mucho fuego", recuerdan los niños palestinos que visitan España

Antonio Caño

Después de cinco horas de espera en el aeropuerto de Damasco, los 226 niños palestinos temían que no se llegara a cumplir su sueño de pasar un mes de vacaciones en España, "un país de la lejana Europa", que Nadea, una de las niñas, sabe que "está cerca de París y de Italia" y donde Hasan Arar, de once años, sabe que hay "monumentos muy importantes".

Los niños, elegidos por la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) entre los muchos huérfanos e hijos de combatientes evacuados en los últimos días de Líbano, han sido invitados por el Gobierno español, en colaboración con la Cruz Roja a visitar durante un mes Teruel, Madrid, Almería y Málaga. Después todos volverán a sus diferentes puntos de partida, porque la OLP no admite que los hijos de la revolución palestina puedan ser adoptados, para evitar que los futuros combatientes, médicos o dirigentes políticos estén dispersos por medio mundo.Hasta Damasco se trasladó para recoger a los niños, entre los seis y dieciséis años de edad, una delegación de la Cruz Roja encabezada por su presidente, el español Enrique de la Mata, quien comprobó en un hospital del Creciente Rojo palestino las consecuencias dramáticas de la reciente guerra palestino-isarelí: guerrilleros jóvenes y veteranos que han venido de Beirut con brazos o piernas amputados, niños heridos por los bombardeos que se curan en unas condiciones muy lejos de ser aceptables, y combatientes con quemaduras de tercer grado provocadas por las bombas de fósforo.

El viaje hasta Madrid transcurrió entre incesantes muestras de afecto de los niños para con sus acompañantes. No quedó nadie entre la delegación de la Cruz Roja sin colocarse el clásico keffia blanco y negro a la usanza de Yasir Arafat. Todos fueron conderados una y otra vez con emblemas e insignias de la OLP. Cada cinco minutos los excitados pasajeros palestinos preguntaban sobre el punto que estaban volando, y, antes del aplauso final al tomar tierra en Madrid, se dibujaron gestos de emoción entre los niños cuando supieron que habíamos entrado en Europa. Nadea preguntó enseguida si pasariamos por París.

Todos los niños, que ahora se encuentran descansando en Teruel, han visto a lo largo de su corta vida muchos muertos, siempre por la guerra. Alguno ha visto el cadáver de su propio padre después de un bombardeo. Con ocho años saben distinguir perfectamente el ruido del disparo de un cañón del de la explosión de una bomba o de la artillería antiaérea. Lo que más temen estos niños son las bombas de la aviación. "Cuando bombardea la aviación no te da tiempo a tener miedo", comenta Hasan Arar con sorprendente madurez, "yo siempre me tapaba los oídos con fuerza, bajaba la cabeza para no ver cómo lloraban las mujeres, y esperaba".

Un fenómeno en matemáticas

Hasan Arar es un fenómeno en las matemáticas en el colegio de huérfanos palestinos de Damasco, donde vive con su madre, porque su padre murió recientemente en combate. Ha nacido en Balaa (Cisjordania) y quiere ser piloto. La mayoría de los niños palestinos quieren ser pilotos, sin duda por las muchas veces que sus ojos se han elevado, con admiración y miedo, siguiendo el vuelo de los sofisticados aviones israelíes, mientras soñaban con dirigir algún día uno así, pero con enseña palestina.Este niño, de ojos grandes y vivaces como casi todos sus compañeros, ha cumplido ya una de sus ilusiones, conocer España. Le queda otra que todavía está lejana: visitar Brasil para atracarse de fútbol. Su jugador preferido es Maradona, y recita de memoria la alineación titular de la selección brasileña. También conoce de memoria la historia de su pueblo. Sabe que "antes en Palestina mandaban los ingleses" y que "en 1967 hubo una guerra entre los sionistas y los palestinos".

Uno de sus compañeros de viaje, Bader Abdala, de dieciséis años, ha estado en el valle de Bekaa, desde donde, unos días antes del acuerdo en Beirut, salió para Damasco. Nació en el campo de refugiados de Yarmuk, en la capital siria. 'Recuerdo mucha destrucción, mucho ruido, muchos incendios. Los primeros días de la guerra los aviones nos atacaban con mucha frecuencia. Siempre había mucho ruido. Cuando venían los aviones todos gritaban, los soldados se colocaban junto a sus armas y las mujeres gritaban mucho. Una vez sentí mucho miedo porque mi casa fue afectada por una bomba de fragmentación. Yo me tiré al suelo y cayeron cosas encima de mí. Cuando me levanté había mucho ruido y había personas muertas". Bader preguntó si conocíamos a Bechir Gemayel, "debe de saber, señor periodista, que ese Gemayel es un falangista aliado de Israel".

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