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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La ruptura del 'modelo mexicano'

CORRE EL mundo -y España, en su parte, con una contribución de 175 millones de dólares, al préstamo de 1.825 millones del Banco de Pagos Internacionales- a ayudar a México: la bancarrota de ese país podría ser una catástrofe para todos. Lo es por sí misma su situación económica: si trascendiera a cambios políticos de envergadura sería infinitamente más grave. Los rumores de este mes -posibilidad de un golpe militar, atentados contra el presidente en ejercicio y contra el presidente electo, tiroteos en un Consejo de Ministros- no parecen fundados, pero revelan una situación de fondo: la desaparición de la confianza en la vía mexicana, en una especie de modelo que ha ilusionado a otros países del continente e incluso de fuera de él, aunque siempre sin resultado. México inventó una revolución congelada, un partido único que no excluía la existencia de otros, una continuidad en el poder y, de todo ello, una estabilidad antigua y permanente. Sin excluir una violencia ambiente, una corrupción generalizada y unas grandes diferencias de pobres y ricos, factores que en los últimos años han producido algunas rupturas sociales de envergadura, pero que han dejado intacto al poder. Es este abismo económico de ahora el que le amenaza más seriamente.México se ha visto, de la noche a la mañana, despeñado de una sensación de prosperidad y bienestar a la de la ruina total. Atañe a todas las clases sociales: desde los grupos industriales más poderosos, empeñados en créditos con grandes bancos extranjeros que deben pagar en unos dólares que han multiplicado repentinamente su precio por la devaluación de la moneda mexicana, a las clases pobres, que ven duplicar el precio de su tortilla sin que sus salarios se modifiquen, y, sobre todo, a las clases medias, beneficiadas por la ola de bienestar y consumismo, y que ven ahora su desclasamiento, según el barbarismo común: un fenómeno que en otros tiempos y en otros países las han precipitado hacia el fascismo abierto o formas parecidas. Por eso no, puede extrañar que en este crack se produzcan inmediatamente rumores de cambio de régimen hacia formas dictatoriales.

Todavía no acaban de comprender bien lo que les sucede. Los economistas del mundo buscan las explicaciones. Quizá no haya una, sino varias. Los moralistas suelen acudir a la leyenda, no sin bases, de las desgracias que caen sobre los países productores de petróleo (véanse Irak, Irán, Nigeria, el pánico en el golfo Pérsico... ), no en forma de moraleja de cuento de hadas, o del de la camisa del hombre feliz, sino por las circunstancias que se precipitan sobre ellos. En el caso de México, el petróleo (la subida de su precio y la baja reciente) está en la base del problema, sin ninguna duda. Ha producido un crecimiento demasiado rápido, una euforia no calculada. Ha aumentado el vicio de la corrupción -hay cuentas de cientos de millones de dólares, sacados ilegalmente, en Miami, en Suiza, en otros países- y la furia de la inversión. En los últimos tres años, la deuda exterior de México se ha duplicado: llega ahora a los 80.000 millones de dólares. ¿Es sólo un azar que estos 40.000 millones hayan coincidido con los tres últimos años de gobierno de López Portillo? El presidente electo, Miguel de la Madrid, ha hecho ya algunas alusiones más o menos veladas a la mala administración anterior, acompañadas por la habitual muestra de capacidad propia para sacar al país adelante. Pero, constitucionalmente, De la Madrid no tomará posesión de su cargo hasta diciembre; la carga que va a recibir es dramática, y le harán falta muchas fórmulas mágicas. Ya celebran reuniones y conferencias él y López Portillo: es lógico que el presidente electo, y en vísperas de su acceso al poder, participe en lo que se vaya haciendo ahora.

La frase que mejor explica lo que ha sucedido en México es la que atribuye la catástrofe a que el país vivía por encima de sus medios. Por tanto, parece que la única fórmula posible, que se presenta siempre en forma de tópico y que muchas veces es una utopía, es la de que "se apriete el cinturón". Sabemos, por una ya larga experiencia española, lo difícil que es reducirse a la realidad. En México no se puede hacer fácilmente. La prosperidad alivió muy poco el paro; la crisis lo va a multiplicar. Ya Estados Unidos ha reforzado su vigilancia fronteriza para evitar la inmigración ilegal que va a producirse en oleadas: es el desagüe normal del paro en México y una de sus fuentes económicas. Las clases medias no saben dónde volverse. Una recesión repentina y un simple regreso a la normalidad, si fuera posible, a los tiempos de antes de la carestía del petróleo, cerraría un gran número de industrias y de comercios.

La esperanza mexicana está principalmente en que los medios financieros internacionales tienen interés en restañar esa crisis y, sobre todo, en que Estados Unidos va a intentar por todos los medios posibles que no desestabilice ese país, en el que, si siempre hay un manifiesto sentimiento contrario a Estados Unidos, hay en cambio una política inevitablemente próxima y una subordinación económica considerable. Tanto la idea del Fondo Monetario Internacional como la de Estados Unidos -que nunca están en contradicción- consiste en ir dando algunas moratorias al Gobierno actual de México, a condición de que adopte -como lo está haciendo ya- medidas draconianas para esperar que el 1 de diciembre -esto es, dentro de tres difíciles meses- tome posesión Miguel de la Madrid y plantee un plan a largo plazo que ya no puede realizar el presidente saliente. En las medidas urgentes actuales -son ya demasiado tardías- está el acuerdo posible con Estados Unidos para que multiplique por cuatro sus compras de petróleo mexicano (no sin un considerable beneficio para Estados Unidos), el control de precios sobre más de 5.000 artículos de consumo, la reducción de importaciones de artículos que no sean de primera necesidad, la limitación de la concesión de dólares preferenciales (a 49,50 pesos por dólar, cuando en el mercado libre han llegado a estar a 130) para pagar deudas externas, importaciones de alimentos de consumo popular y de "productos necesarios a la economía nacional"...

Hay economistas que creen que nunca más México recuperará no ya la situación inmediatamente anterior a la crisis, que era la que le situaba por encima de sus medios, sino la anterior al boom del aumento de precios del petróleo, y que ha entrado en una situación política diferente. Cuentan los cronistas que López Portillo ordenó a sus ministros que de ninguna manera dejaran traspasar a la situación política la crisis financiera. Lo que no se sabe es si van a poder hacerlo.

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