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En espera de la disolución de las Cortes

El mercado de acciones continúa esperando impertérrito la confirmación a los insistentes rumores sobre la posible disolución de las Cortes. Mientras la actividad se limita a algunos recortes poco significativos en los cambios, el volumen de negocio en los corros resulta día a día más insignificante. Los escasos especialistas que continúan acudiendo a las salas de contratación muestran una sorprendente calma, y cuando bastante comentarios apuntaban la posibilidad de que las bolsas sufriesen un fuerte correctivo a la baja, como consecuencia de la convocatoria de nuevas elecciones, en las que según casi todos los sondeos resultarán vencedoras la listas socialistas, el mercado se limitó a manifestar una ligera tendencia declinante a la que contribuyó hasta la Telefónica, perdiendo medio duro.El análisis de las causas que han llevado a la situación actual no resulta sencillo. Es cierto que la mayor parte de los inversores se encuentra de vacaciones y, por tanto, no siguen la evolución de los precios de los valores de renta variable con el mismo interés que normalmente lo hace. Hay incluso quien opina que las bolsas, por el momento, tienen poco que descontar, y que el mayor nerviosismo se corresponderá por los últimos días de campaña electoral y la publicidad de los sondeos finales.

Sin embargo, la tesis de las vacaciones de los inversores no tiene demasiado sentido cuando se relaciona con el creciente volumen de negocio que se está generando en torno a las letras de cambio y a los pagarés del Tesoro y su circuito secundario, cuyos tipos de interés se sitúan en torno al 12%. Además, los medios de comunicación y los mecanismos de transmisión de órdenes son hoy lo bastante rápidos como para que la distancia física, no constituya un impedimento a la hora de actuar en el mercado.

Por tanto, lo que realmente parece que se está produciendo es una situación de incertidumbre, en la que casi nadie sabe muy bien lo que hacer, que, además, ha cogido a las instituciones en una intensa situación de liquidez o con fuertes inversiones en otros activos mobiliarios, y donde, por último, todos los actores son conscientes de que el mayor peligro para sus intereses lo podría constituir una situación de pánico colectivo o que se produjera una generalización de las bajas, y lo único que se terminaría por conseguir sería dificultar o incluso impedir cualquier posibilidad de maniobra.

Así, no es de extrañar el ritmo decreciente con que están evolucionando los saldos vendedores en el sector bancario, y que toda la diatriba para fijar el precio de Hidrola se establezca en torno a un octavo de diferencia arriba o abajo. La supuesta calma es en este momento, y hay que insistir en ello, el valor más apreciado en el mercado, por el momento, y casi nadie parece dispuesto a quebrar el pacto tácito de no agresión.

Prácticamente la única anécdota digna de mención en las sesiones fue la vuelta a la cotización oficial de los bancos Zaragozano y Levante, cuya actividad bursátil había sido suspendida como consecuencia de los insistentes rumores sobre la adquisición del segundo por la entidad aragonesa. Una dura réplica, especialmente por parte del Zaragozano, ha dado lugar a que las juntas sindicales de las bolsas reconsiderasen las medidas suspensivas adoptadas días atrás.

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