_
_
_
_

La recesión económica aumenta el peligro de bancarrota para los países pobres y sin petróleo

El Informe anual 1982 del Fondo Monetario Internacional encuentra en el bajo crecimiento económico de los países pobres el problema que caracteriza la escena mundial. Desfavorecidas por la caída de actividad en los países industriales y por un descenso en el volumen del comercio, las naciones en desarrollo y sin petróleo alcanzaron en 1981 los 100.000 millones de dólares de déficit (unos once billones de pesetas) en sus balanzas de mercancías, servicios y transferencias, cifra que no se prevé pueda disminuir este año. Pero incluso para los Estados industriales el balance y las previsiones dadas a conocer ayer por dicho organismo contienen algunas luces y muchas sombras.

La llamada de atención sobre los problemas de los países en desarrollo no petroleros la hace el FMI con datos más estremecedores, pero no es nueva, ni siquiera original. Hace una semana se pronunció en términos parecidos el Banco Mundial, institución creada junto al Fondo tras la segunda guerra mundial; este último, como garante del orden monetario y mecanismo de equilibrio de las balanzas de pagos de los países; el Banco, como financiador de la reconstrucción y luego del desarrollo, sobre todo de Latinoamérica y África. Más tajante fue a principios de agosto la Conferencia de las Naciones Unidas para el Comercio y el Desarrollo (UNCTAD), al acusar a las políticas monetarias de haber agravado la situación.Según el FMI, la producción real colectiva de los países pobres sufrió el año pasado la tasa más baja de aumento en varios decenios. En las naciones más pobres y medianas, cuyas exportaciones se nutren sobre todo de productos primarios, afectados además por la caída general de precios, el crecimiento apenas se niveló con las tasas demográficas, por lo que muchos países vieron disminuir el producto per cápita. Para el conjunto del grupo, el crecimiento fue del 2,5%, frente al 5% de los dos años precedentes y el 6,5% de 1978.

La consecuente progresión de los déficit en balanzas de pagos (desde 39.000 millones de dólares en 1978 se ha pasado a los 100.000 citados) ha engordado el endeudamiento exterior y las ya dificultosas estructuras financieras, pues la financiación ha procedido de pérdidas de reservas o de capital privado internacional fundamentalmente. Como los tipos de interés han subido mucho y las condiciones de los créditos se han endurecido, los pagos de la deuda han supuesto por término medio el 21% de las exportaciones, frente al 14% del período 1975-1977.

Los datos del FMI vienen a confirmar los motivos de preocupación de los mercados de capitales por el problema de devolución de la deuda exterior de algunos países. En la última reunión de gobernadores de bancos centrales, celebrada en Basilea, circuló la estimación de que los cobros dudosos o potencialmente dudosos suman en estos momentos 200.000 millones de dólares, detectados principalmente en el Este y Latinoamérica.

La propia OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico) ha calculado que, en los seis últimos años, la deuda exterior del Tercer Mundo se ha triplicado, pasando de 180.000 a 525.000 millones de dólares (es decir, cerca de 60 billones de pesetas) a finales de 1981 (la mitad, de Latinoamérica). Entre tanto, el coste de la deuda se ha multiplicado por cinco.

Polonia, Rumanía, Hungría, Argentina y el pasado fin de semana México, cuyo endeudamiento duplica al español, son algunos de los principales países que han renegociado de alguna forma su deuda. Los banqueros internacionales, de quienes dependen cada vez más las naciones pobres, han acentuado su tendencia a limitar el plazo de sus préstamos y a subir el spread o margen fijo sobre el tipo de interés variable. Entre abril y mayo pasados, tal margen era en el euromercado del 1,1%, frente al 0,85% del primer trimestre, mientras para los países industrializados bajó del 0,56% al 0,53%.

Petroleros e industriales

Frente a este panorama, el de los países petroleros, casi todos ellos también en vías de desarrollo, no es mejor. Según el FMI, el superávit conjunto de sus balanzas de pagos ha bajado de los 116.000 millones de dólares en 1980 a 69.000 millones en 1981, con la perspectiva de que disminuya mucho más durante 1982, a lo que contribuye el mercado petrolero.

Por el contrario, el déficit agregado de los países industriales se ha reducido en 40.000 millones de dólares, al situarse en sólo 4.000 millones si se excluyen las transferencias oficiales (25.000 millones con ellas incluidas). Y en el primer semestre del presente ejercicio se registraron movimientos considerables en este sentido.

Poco más presenta de satisfactorio el balance del FMI para los países industriales, salvo las tímidas ganancias a la inflación. Su crecimiento colectivo de la producción de bienes y servicios apenas fue del 1,25%, igual que en 1980, frente a un 4% en el período 1977-1979. El presente ejercicio se presenta como otro año en que, en términos anuales, la expansión será débil. En otras palabras, que el Fondo comparte explícitamente la esperanza expresada en julio por la OCDE, cuando pronosticó una modesta recuperación de los países industrializados en los próximos dieciocho meses, después del negativo balance del primer semestre.

Como se sabe, las perspectivas del segundo semestre fueron ensombrecidas por la demora en la recuperación de Estados Unidos, que supone un tercio de la OCDE y cuya recesión ha coincidido con la de Canadá y con la débil situación en Europa y Japón.

El paro, gran problema

El gran problema en estos países industriales sigue siendo el paro. Según la OCDE, al rezagarse mucho el aumento de la producción con respecto al potencial estimado en función de los recursos disponibles de mano de obra y capital real, las tasas de desempleo han subido vertiginosamente. A mediados de 1982 alcanzaron un promedio del 8% de la población activa, frente al 5% de 1979. Lo que preocupa sobre todo al Fondo Monetario Internacional es que, unidas a la situación de atonía de la demanda, dichas tasas provoquen mayores amenazas de proteccionismo, lo que, a su juicio, tendría consecuencias potencialmente graves para el crecimiento del comercio mundial. Además, esa atonía se considera responsable de la caída en los precios primarios, con la cual han perdido poder adquisitivo internacional los países en desarrollo.

Los indicios de progreso en la lucha contra la inflación, de todas formas, son considerados insuficientes por el Fondo Monetario Internacional, al observar que sigue siendo demasiado elevada en casi todos los países. Para luchar contra ella sugiere no sólo controlar el crecimiento de la demanda, sino suprimir las rigideces y desequilibrios en materia fiscal, mercados de bienes y de trabajo, reglamentaciones y excesivas subvenciones oficiales.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_