Las cárceles españolas
Al leer y sopesar profundamente los artículos publicados en su diario el pasado día 25 de julio, recopilados todos ellos en su sección Temas para debate, he echado en falta otras opiniones, tal vez no tan preparadas intelectualmente como los firmantes de los indicados artículos, como pueda ser la opinión de los presos, pero que al fin de cuentas, considero que en un debate también se deberían de oír.Tras la publicación de estos artículos, he podido leer también en su sección Cartas al director diversas opiniones de algunos colegas de Barcelona y unas respetables opiniones del director y criminólogo del Centro Penitenciario de Ocaña II.
Con respecto a los citados artículos, concretainente a lo indicado por Santiago Mir Puig, catedrático de Derecho, que las cárceles pueden degenerar en una escuela de delincuencia, difiero un poco nada más con dicho señor, puesto que las cárceles ya no son una escuela de delincuencia, sino universidades del delito, en donde vienen a completar su carrera los delincuentes, unas universidades del vicio, del rencor, del odio; unas universidades, sobre todo, para la juventud que oscila entre los dieciséis y veinte años.
Dice también Mir Puig que las privaciones de libertad acaban por destruir la personalidad del recluso... He de añadir que no solamente se destruye al recluso, se destruye también al hombre, se destruye también a la familia que junto con el reo padece la misma condena, se engendra el odio, y si el equilibrio mental del individuo es debil, entonces también se degenera en la locura... "Veinte años de cárcel no castigan, ¡matan!", dijo un filósofo, y eso es lo que verdaderamente se llega a palpar.
En sus teóricos artículos, dice Mir Puig: "Humanización y resocialización". Aquí es donde me tendría que aclarar Mir Puig... el ¿cómo?, ¿cuándo?, ¿dónde?, por que considero que si en el mundo existente tras los muros, en donde la sordidez y la burricie degeneran en crisis neuráticas y la sociedad ha perdido los valores más esenciales, como es el respeto mutuo, ¿cómo humanizar y resocializar a lo que esa sociedad llama el desechol sin darse cuenta de que ese desecho es fruto de su propio desenfreno?, ¿cómo se ha de encontrar el camino, desde aquí, de una reintegrción a una vida sin delitos?, ¿dónde están los medios?
Respecto al artículo firmado por Juan José Martínez Zato, no tiene para mí desperdicio, podría recrudecer más sus afirmaciones, pero la ética me lo impide; en su mayoría son verdades como templos, y eso que sus datos han sido obtenidos a través de conversaciones con presos, como él bien dice. Posiblemente, de poder llegar a convivir cada día y noche en cualquier patio de cualquier galería, de cualquier prisión, si pudiese sentir in situ las emotividades, de la tencia, las angustias y padecimientos familiares y, sobre todo, experimentar ese desvelo que representa el saber o conocer noticias de esa nueva reforma o del nuevo código, al que la mayoría mira, como una tabla de salvación, posiblemente aún más comprendería las autolesiones, suicidios y otras calamidades que afortunadamente aún se han de dar gracias al bajo índice de estos accidentes./
Recluso del Centro Penitenciario de Detención de Hombres de Valencia.
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