Padre, patrón, jefe, tirano
Cuando del juicio de Neus Soldevila nadie se acuerda, tras haber puesto el acento en la perversión moral de la parricida, yo quisiera hacer la reflexión que me ha faltado leer en tanta página sensacionalista y machista impresa.Neus ha sido condenada a veintiocho años de prisión, y muy bien condenada a juzgar por los comentarios de la Prensa, por cometer el peor de los delitos, es cierto: la insubordinación contra el poder instituido. A la familia de Vila Carbonell no se le ha aplicado la eximente de la rebelión justificada contra el tirano. Fuenteovejuna, símbolo español por excelencia de la legitimidad de la respuesta del débil contra la injusticia, nada tiene que ver con Neus Soldevila, "la mantis religiosa que devora al macho en su propio tálamo nupcial", según la original expresión del fiscal del juicio.
Ni siquiera la confesión trágica de Juan, uno de los desgraciados hijos gemelos de Vila: "Sin vivir allí con nosotros, nadie puede entendernos", ha conmovido la fibra sentimental llamada humana -por más que sea mucho de dudar que tal sentimiento lo perciban todos los humanos- que puedan poseer los magistrados del juicio de Huesca.
El delito de insubordinación, de alzamiento contra la potestad intangible, de rebelión contra el padre, el patrón, el jefe, el Padre nuestro, debe ser castigado sin contemplaciones, Lucifer yace para siempre en los infiernos, sin indultos ni redención de penas por el trabajo. Dios Padre nos mira con fuego en la mirada y nos envía al infierno cuando nuestra oposición choca con su voluntad.
De nada ha servido el informe psiquiátrico, emitido por dos facultativos en el juicio -el fiscal se rio de ellos, y uno hubo de abandonar la sala para demostrar su disgusto por la humillación, asqueado del tratamiento dado a la ciencia por el tribunal-, que afirmaba la extrema necesidad en que se encontraron todos los miembros de la familia -hasta la sirvienta- para sentirse impulsada, incoerciblemente, a eliminar el peligro que creían superior a su capacidad de defensa. Eliminar al enemigo antes de que aquél nos consuma, nos aniquile. El derecho de rebelión contra el tirano que legitimó santo Tomás. Pero el santo político hablaba de la constitución de los Estados modernos y no de la insubordinación de la mujer y de los hijos contra el esposo y padre. Santo Tomás hubiera sido de la misma opinión de los magistrados del juicio de Neus Soldevila.
Dominar por el terror
Y muchos más hombres, esposos y padres. Todos aquellos que dominan por el terror a su esposa y a sus hijos, y piensan mantener su autoridad por encima de cualquier recorte que la caridad pretendiese obtener. Todos aquellos que apalean a la esposa -una encuesta en las comisarías de policía, ahora que ya las mujeres se atreven a denunciar los malos tratos, diría bastante más de lo que se lee en los periódicos-, que maltratan a sus hijos, aunque sean pequeños. Esos diminutos mártires que son golpeados, quemados con cigarrillos, defenestrados, abandonados hambrientos y helados porque su padre, después de apalearlos se niega a darles de comer y a abrigarlos, que los hospitales recogen cada día en todo el mundo. Cincuenta millones de niños explotados, torturados y apaleados en toda la faz de la Tierra, según el último informe de la OUT. Sólo en el Reino Unido, el país más avanzado y civilizado de todos, 3.000 niños mueren anualmente por malos tratos del padre.
Todos aquellos hombres que se creen con derecho a gritar, a amenazar, a insultar, a golpear, a violar, a matar a su mujer: la maté porque era mía la crónica periodística publica diariamente el asesinato de una o más mujeres a manos de algún hombre y a poseer en total propiedad a sus hijos, estarán de acuerdo con la sentencia deljuicio de Neus Soldevila.
Padres hay que han apaleado hasta la extenuación a un hijo de diez años, que han violado sistemáticamente a sus hijas desde los dos años -yo conozco uno-, que golpean a la mujer por diversión, por aliviar las tensiones cotidianas, que maltratan a su madre anciana, que pegan y golpean a sus hijas y a sus hermanas, y siguen en libertad. Hacen vida normal, son bien considerados en el trabajo y apreciados en la tertulia de amigos.
Hombres hay -yo conozco uno- que después de apuñalar a la hija de su amante por celos -muerta y bien muerta la dejó- está en libertad sin fianza, tras cuatro únicos meses de prisión, y asiste normalmente a su trabajo, dispone del permiso de armas que tenía anteriormente y sigue considerado como un amigo servicial y un buen trabajador. El fiscal opina, incluso, que puede ser absuelto en el juicio.
Madres no hay que apaleen al marido, que lo violen, que lo humillen y que lo asesinen. Unicamente Neus Soldevila, que se atrevió a unirse a sus hijos en un frente común contra el tirano. Porque sabía que pocas esperanzas podía tener de ver atendidas sus peticiones de ayuda. Pocas esperanzas podían tener ella y sus hijos de ser defendidos de la última agresión si hubiesen intentado huir del tirano o luchar contra él en el limpio juego democrático. Cuando la democracia para las madres y para los hijos no existe. La democracia es un lujo de hombres, un avance de la civilización masculina que permite ejercer el poder al padre, blanco y viejo, con todas las garantías, con todas las bendiciones del Padre nuestro.
Por ello Neus y los cuatro hijos, y la sirvienta que huyó con las más pequeñas, supieron que sus únicas fuerzas los mantendrían o el padre acabaría con ellos. Era la unión de los débiles contra el tirano, era la rebelión de los hijos contra el padre omnipotente, el terrible pater familiae romano. Pero la rebelión contra el poder se paga. Con veintiocho y veintiséis años de cárcel para las mujeres -las más rebeldes, las más peligrosas, las mantis parricidas-, y once y diez los varones (nunca se entenderá ese año de propina que ha castigado a uno más que a otro) para que mediten sobre las consecuencias de atreverse a rebelarse contra el poder.
Para que Neus y todas las demás mujeres y todas las demás niñas y niños aprendan, que al padre no se le derrota nunca. Que es el jefe inviolado, indiscutible, el patrón y rey dispuesto por Dios para gobernar la familia, para regir los destinos de sus siervos, de sus esclavos. En la vida y hasta después de la muerte. Más ejemplar y útil resultaba quemar a la viuda en la pira del marido. En la salud y en la locura, que una buena esposa debe perdonar, cuidar y soportar con paciencia. Para bien y para mal. Aunque el mal sea irresistible, aunque la tortura continuada del sádico patrón lleve a la verdadera locura a sus súbditos. La defensa contra el mal irresistible no es un derecho femenino. Ni infantil. Fuenteovejuna fue asunto de hombres, por ello se sancionó con la bendición del rey.
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