Fotonovela
A mí siempre me han aburrido las fotonovelas, pero cuando la fotonovela se convierte en una novelita rosa demagógica, entonces me jode.Si el domingo 27 de junio, el señor Iglesias, don Julio César, poseyera un mínimo de rigor informativo, hubiera llegado un poco más lejos en el tema del barrio de San Pascual.
Por ejemplo, hubiera sabido que del fondo del cauce por donde transcurre el arroyo Abroñigal trepaba hasta el cerro del Aire la calle de los Fayos. En lo alto del cerro, causa y origen del viento en la plaza de Las Ventas, se encontraba la casita de la Virgen. Y a sus pies se desparramaban una serie de viviendas en su mayor parte ocupadas por volqueteros. Los volqueteros que con sus volquetes y yuntas acarreaban los materiales hasta las obras en construcción de Madrid.
¡Esos sí que tenían derechos adquiridos! Los mismos que otras gentes que habían comprado sus terrenos, los habían registrado, habían edificado casitas de una o dos plantas, habían pagado sus plusvalías y se habían puesto a trabajar. Estas gentes, si no mejores, al menos tan buenas como los sanpascualeros, vieron a partir del año 1955 congelados sus terrenos por la Administración en lo que se llamó los polígonos 26 y 27 de la avenida de la Paz.
Tras la congelación vino la expropiación por parte de la Administración local, y en consecuencia la lucha jurídica. Eso sí: todo este proceso dentro del marco de la ley. Porque estos ciudadanos acataban la ley y aceptaron -eso sí, de mala gana- su suerte, mala suerte, como un fatum. Incluso tuvieron que aceptar la expoliación a que se vieron sometidos sus bienes, legales bienes, por los continuos robos que cometían en sus propiedades los allegados o convecinos de "Catalina la asistenta, su marido el fotograbador, Emilio Peláez; el ascensorista, Salvador Velázquez; Eduardo Almendros, y otros convecinos"... Como ve, reproduzco la frase del artículo.
Por medio del artículo me entero de que, como en Milagro de Milán, aparece la Administración con pesetas, que naturalmente no son del bolsillo de los sanpascualeros, sino de todos los españoles, y nada menos que 1.300.000 millones de pesetas. Y todos estos vecinos se encuentran con unas magníficas viviendas. De lo que yo me congratulo.
Pero hay una cosa clara, que todos estos terrenos pertenecen al Ayuntamiento, y si el Ayuntamiento entiende que la mejor utilización de los mismos es ubicar allí los nuevos Servicios Funerarios de Madrid, está en su perfecto y legítimo derecho de hacerlo. Y como estos sanpascualeros son tan perfectos demócratas como ustedes, deberán aceptar una solución tan democrática. Y si no, que se muden de barrio.
¡Ah!, y se me olvidaba: el único árbol que tiene ahora ese barrio es un magnífico pino al que yo trepaba de niño y que plantó mi abuelo en 1922. La memoria de él y la de mi padre me obliga a escribirles esta carta. /
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