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El Mundial

El final jubiloso y en olor de multitudes del Mundial de Fútbol abre la oportunidad de reflexionar sobre los graves errores de organización que han caracterizado el desarrollo del formidable espectáculo desde el aciago día en que los buenos oficios de Raimundo Saporta o sus colaboradores trucaron el sorteo de sedes y partidos. La voluntad que adjudicó a España un grupo teóricamente fácil, no hizo sino plegarse al interés de la Federación Internacional de Fútbol Asociación para que sus porcentajes directos e indirectos en el gran negocio crecieran a medida que la selección anfitriona eliminaba contrarios.Ocurrió, como es bien sabido, que los futbolistas españoles, con el seleccionador en cabeza, fueron tan chapuceros e incapaces como el resto de la organización burocrática. El escándalo tuvo presencia permanente dentro y fuera del césped. A los penaltis regalados para suplir los fallos de Arconada y compañía se añadían las reventas sobre las entradas a los estadios, especulación en la cual no sería inocente la burocracia oficial. La actuación arbitral más nefasta (por encima de los jueces que favorecieron a España) es precisamente la del colegiado hispano en el Brasil-Unión Soviética. Mundiespaña ha sido una entidad caótica que ha intentado (y fracasado en el empeño) vender paquetes turísticos en el extranjero a precios que han dejado la imagen turística nacional muy malparada.

Algunos datos concretos permiten medir parcialmente el caos: el hotel Arcipreste de Hita, después de abandonado por la selección española, ha estado durante días cerrado a la clientela; cientos de habitaciones pagadas en hoteles madrileños han quedado desiertas por inoperancia de los operadores. Porta hizo alarde de su oxidado catalán ante una audiencia televisiva universal. El responsable del acto inaugural en el Nou Camp, Víctor Sagi, suspende pago en pleno campeonato. Negocios paralelos como las pantallas gigantes en circuito cerrado han sido un fracaso. En las localidades turísticas, sedes de grupo, están desolados porque creían que el Mundial iba a ser un chorro de oro. Y los precios, por las nubes...

12 de julio.

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