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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

La risa negra española

Sobre ¡Vivan los novios! -la película de Luis García Berlanga que, con Los jueves milagro y El verdugo, más infortunios padeció- hubo una especie de cerco de injusticia de los críticos, cuando se estrenó en 1969. Para nada se tuvo en cuenta que se trataba de un filme que, pese a haber sufrido agresiones censoriales muy duras y haber sido boicoteado por su propia casa productora -Suevia Films, Cesáreo González-, que impidió a Berlanga el rodaje completo de la secuencia final -una de las claves del relato, que quedó así irremediablemente mutilado-, no obstante conservaba calidades excepcionales, escenas de gran potencia y que, con ellas, Berlanga salía de una crisis profesional, iniciada tras su vaciamiento en El verdugo, y cuyo punto más bajo fue el filme La boutique, rodado en Argentina poco antes.

Esquema turístico

Se dijo de ¡Vivan los novios! que, aunque pretendía ser una comedia acogida a la fórmula, por entonces en boga, del boom turístico, no había sabido superar desde dentro este degradado esquema, y esto es falso. La película, que, en efecto, seguía al pie de la letra dicho esquema, aun habiendo sido herida por la censura institucional, la autocensura y la censura mercantil, hacía añicos -por métodos indirectos y ladinos- el trasfondo de la fórmula, tal vez porque llevaba dinamita dentro, la suficiente para que sea uno de los filmes de Berlanga que más malestar engendraron. Baste decir que, segun confidencias que recibió Berlanga, Francisco Franco pidió ver el filme y, aun siendo su manga peronal más ancha que la de sus censores, el general no pudo ocultar al final su desagrado.¡Vivan los novios! es, en efecto, un filme desagradable, más áspero, duro y violento que lo que dan a entender sus chuscas imágenes y situaciones, con frecuencia disparatadas, a medio camino entre el sainete y el esperpento. Berlanga introduce en tales situaciones un giro, entonces incipiente y más tarde empleado con desenvoltura en su saga de los Leguineche, en virtud del cual imágenes y estereotipos convencionales de sainete español se vuelven sobre su significado y lo invierten. Lo que en La escopeta nacional y Patrimonio nacional es un estilo dominado y consciente de sí mismo, en ¡Vivan los novios! era un invento in situ, balbuciente todavía, pero con la fuerza de lo que está surgiendo sobre la marcha. De ahí que este filme, aparentemente menor, de Berlanga, sea en realidad un punto sin retorno de la su evolución.

Monumento a la risa

Merece detenerse en algunas escenas del filme, que parecen ser las que más intactas quedaron de la apisonadora censorial, tanto política como comercial. Por ejemplo, las escenas combinadas de la boda entre López Vázquez-Laly Soldevila y la muerte de la madre del primero, que es uno de los monumentos de la risa negra española, con brillantísimas resoluciones de guión por parte de Rafael Azcona y un admirable ritmo combinatorio por parte de Berlanga en su puesta en escena, tan inasimilable, tan personal, que le ha convertido en uno de esos escasos directores del cine mundial a quienes es posible reconocer con solo ver unos minutos de celuloide suyos. Otra escena memorable es la larga secuencia del velatorio en el depósito de cadáveres de Sitges, cuya complejidad de rodaje es una premonición de las más aparatosas secuencias del cine posterior de Berlanga.Los actores hacen un buen trabajo, y pese a la arritmia inevitable del filme, sus calidades esenciales se mantienen, sobre todo en lo relativo al ejercicio de maduración por parte de Berlanga de su sello y estilo finales, esos que ahora están dando millones a sus productores y que, entones, otros productores, mutilaron, despreciaron, en una esplendoroso ejercicio de miopía.

¡Vivan los novios! se emite hoy a las 22.15 por la segunda cadena

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