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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El miedo a la libertad

TODO TIPO de trabas, excusas, problemas, desastres de jardinería, temores de orden público fueron echados a las ruedas de estas piedras rodantes que hace dos días nos depararon su música en Madrid por primera y acaso última vez en su vicia artística. Toda la mendacidad y la pobreza de espíritu que ha presidido la organización de este Mundial futbolístico encontró su propio doblete en un Mundial Cultural que acabará cuestionando los dudosos méritos de nuestra actual ministra del ramo.Descuestionando el lógico recital de Plácido Domingo (quien, a su vez, ha dado una lección a un compatriota como Julio Iglesias, que no se sabe si su ausencia es miedo al fracaso o mera mercadería de ambiciones económicas y publicitarias), no hemos podido asistir a otro espectáculo musical de verdadera categoría como al ofrecido por los Rolling. Afortunadamente, todos los interesados agoreros fracasaron en sus pronósticos, y el recital de las viejas canciones, del impulso de la juventud de tantos, se celebró sin incidentes y con la colaboración y la buena voluntad de todos.

Aglomeraciones, inclemencias de la atmósfera, hasta rayos y truenos, no faltaron, pero, sobre todo ello, lo que no falto fue el sentido lúdico de la vida de unos asistentes que entendían la letra de Satisfaction y todo el mensaje vital que transmiten los Rolling y su parafernalia. Al margen de guerras de despacho entre jerarcas de nuestro deporte, se quería ver en la llegada de este conjunto poco menos que las vanguardias de Atila. Su primer concierto ha evidenciado la existencia de una sociedad en libertad que no devora el césped de los estadios, ni se navajea, ni destruye instalaciones a mano: escucha canciones, aguanta pacientemente la aparición de sus ídolos y baila y grita cadencias de libertad y hasta de amor, e incluso argumentos de rechazo contra quienes dirigen su deporte. Nada hay más. sano.

Lo insano sólo se corresponde con aquellos que tomaron la llegada por primera vez a España de los Rolling Stones como una equivalencia de desastres y desmanes. La satisfacción de estos cantos rodantes o balas perdidas reside en que la vida es algo más que una eterna precaución; también es una búsqueda, todo lo peligrosa que se quiera, en pos de la satisfacción final. Madrid, con ellos, sé ha divertido, ha cantado bajo esta lluvia providencial de julio y ha perdido el miedo a tener miedo a la libertad. Porque la violencia y la barbaridad nunca están detrás de los hombres que cantan.

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