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Desasosiego e incertidumbre en las negociaciones España-CEE

Soledad Gallego-Díaz

Las negociaciones para la adhesión de España a la Comunidad Económica Europea (CEE) han entrado en una nueva etapa de desasosiego e incertidumbre, tras la sesión ministerial celebrada el lunes 21 en Luxemburgo, que debía haber sido decisiva y que terminó con un desacuerdo casi total.La reunión del 21 cierra el período de presidencia belga y abre un paréntesis hasta después del verano en el que no se efectuará ninguna negociación. El desconcertante clima que rodeó las conversaciones de Luxemburgo hace prever que las expectativas para después del verano son negras y que los capítulos más importantes de la negociación -unión aduanera, CECA, agricultura, pesca y libre circulación de trabajadores- continuarán bloqueados en la práctica.

La CEE dio el pasado lunes la impresión de estar agotada y absorbida por sus propios problemas y de tener muy poca voluntad de ampliar sus quebraderos de cabeza con los problemas españoles. Los diez no se molestaron siquiera en preparar la sesión de negociación convenientemente y el correper (comité de representantes permanentes) elevó al Consejo de Ministros los cuatro capítulos en litigio (fiscalidad, unión aduanera y libre circulación de mercancías en el sector industrial, CECA y relaciones exteriores), con prácticamente todos los puntos clave sin resolver. Los ministros dedicaron un par de horas a discutir los informes y a debatir entre ellos -a veces con más viveza y enfrentamiento del que conviene a España- cuáles debían ser las posiciones conjuntas que debían presentar a los negociadores españoles, reunidos, como aplicados alumnos, en una sala cercana. Dos horas no fueron, lógicamente, suficientes para dibujar propuestas completas y los diez se limitaron a presentar algunas parciales, eso sí, en los mayores términos de dureza posible.

Sólo ese agotamiento físico y psíquico de los ministros comunitarios podría justificar la curiosa actitud del presidente de turno del Consejo de Ministros de la CEE, el belga Leo Tindemans, quien, en el mejor estilo paternalista, acompañó al ministro español José Pedro Pérez-Llorca en su encuentro con los periodistas, pasadas las doce de la noche del lunes, para explicar que el jefe de la diplomacia española "'se había defendido muy bien" y había trabajado mucho. Tindemans calificó los resultados de la reunión "como positivos", pero no supo dar un solo dato concreto que justificara su opinión, limitándose a tratar a la delegación española como al alumno aplicado que no da más de sí, pero al que hay que alabar para que no se desanime. Vaya en su disculpa lo avanzado de la hora y el cansancio al que aludió diplomáticamente el ministro español, así como su innegable esfuerzo anterior por hacer avanzar las negociaciones españolas.

Tampoco Pérez-Llorca pudo argumentar su balance positivo de la reunión, salve, en el hecho de que al menos los diez habían presentado una posición conjunta en algunos puntos, le, que no era siquiera seguro pocas horas antes. Examinando capítulo por capítulo se observa que los únicos acuerdos son los que suponen la aceptación pura y simple por parte de España de las posturas comunitarias, y que cuando España presentó una postura alternativa -en los puntos clave de la negociación- no existió negociación alguna, sino la simple constatación del desacuerdo.

El camino para el segundo semestre del año -bajo presidencia danesa, país con grandes intereses particulares en el tema de la pesca- no sólo no ha quedado más despejado, sino que, al contrario, tendrá obstáculos imprevistos.

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