La universidad no influye en la ideología de los estudiantes
Sólo el 24% de los universitarios madrileños realiza alguna actividad laboral retribuida al margen de sus estudios; de ellos, más de la mitad de forma eventual. Un 67%, en cambio, se dedica exclusivamente a sus estudios, y el restante 8% se halla en situación de paro. Estos son algunos de los datos obtenidos del informe sobre La subcultura de los universitarios madrileños, que acaba de presentar un grupo de especialistas en temas de educación y pedagogía, encabezados por el profesor Martín Serrano y promocionado por la Subdirección General de Estudios del Ministerio de Cultura.
Una muestra de 1.990 alumnos de las universidades Complutense, Autónoma y Politécnica, de Madrid, han respondido acerca de trescientas cuestiones relativas a su entorno social y familiar, sus recursos económicos, su grado de emancipación, sus relaciones sexuales y sus contactos con otros jóvenes, el empleo de su tiempo libre y, en fin, todo aquello que caracteriza la subcultura universitaria. SubcuIrura que existe, efectivamente, "si se repara en los actores, en su ocupación profesional y en la imagen que el grupo tiene de sí mismo. Si se atiende al empleo del tiempo, a los contenidos culturales, a la forma de vida, a los valores y a las actitudes, se encuentran, sin embargo, los rasgos propios de la clase social a la que pertenece el universitario y los resultados de los procesos de culturización adquinidos antes del ingreso en la universidad, durante las enseñanzas medias".El informe, en general, tiende a desmontar el mito de una clase universitaria aislada del resto de la juventud y de la sociedad en su conjunto, con unas pautas de comportamiento propias y una ideología gestada en el contexto universitario. Por el contrario, los universitarios reproducen constantemente, en cada una de las facetas de su vida cotidiana, los roles aprendidos de sus mayores. Por poner un caso: cuando el estudiante se independiza de la familia se va a vivir a un piso con tres o cuatro amigos de su mismo sexo o con un compañero del otro, con quien, si los ingresos son suficientes, acaban por casarse. No inventa, pues, nuevas fórmulas de convivencia.
El capítulo económico es, precisamente, uno de los obstáculos más frecuentes del mundillo uniw versitario. Según los datos del informe, aunque uno de cada cuatro alumnos tiene un trabajo provisional o fijo, solamente el 9% del total se autofinancia a todos los niveles. La mayoría, el 65%, sigue dependiendo de los padres. Los ingresos declarados por los estudiantes son bastante bajos: el 14% dice ganar entre las 6.800 y las 29.700, y el 12%, entre las 29.700 y las 52.000.
En medios. académicos se viene comentando con insistencia el hecho de que los alumnos que combinan sus estudios con una jornada laboral media o completa, aunque encuentran indudablemente más escollo para aprobar que los que únicamente estudian, pasan los cursos y consiguen terminar la carrera en un plazo de años relativamente normal. Esto induce a pensar, por una parte, que el nivel de exigencia de conocinúentos se ha reducido sensiblemente, y, por otra, que los profesores miran con cierta simpatía a estos alumnos y les ayudan a superar el curso con benevolencia a la hora de las calificaciones. Pero estos dos factores no deben inducir a creer en la apertura de la universidad a las clases trabajadoras. No, porque los alumnos que trabajan ganan solamente para sus gastos personales y sus vacaciones, mientras que los gastos de subsistencia corren a cuenta de la familia. Y los que ya se han independizado económicamente (personalmente o a través del cónyuge) reciben unos ingresos bastante elevados como para identificarles con la clase obrera. Los jóvenes trabajadores que no encuentran un puesto laboral no van a la universidad.
Conservadores y románticos
Los universitarios madrileños son, tal como se desprende de la encuesta realizada por el equipo de especialistas, ideológicamente, conservadores y moderados, como corresponde a las clases media y media baja de las que proceden. La universidad no influye en sus concepciones politicas y sociales; si acaso, refrena y modera a los extremistas de uno y otro signo. Pero como norma habitual resbala sobre los puntos de vista que los estudiantes han consolidado en las etapas educativas anteriores. Lo confirma el dato de que los universitarios no hablan casi nunca entre sí ni de política ni de asuntos sociales. Parece ser que el acceso de la democracia ha mermado el espíritu crítico hacia el entorno.Un aspecto fundamental de la posible subcultura universitaria es el ocio. Los universitarios, son uno de los grupos de edad con más horas desocupadas y disponibles (después dé los jubilados y los niños). En este tiempo libre, la actividad más frecuente es reunirse en grupos heterosexuales y sentarse en tomo a la mesa de un bar o una cafetería a charlar. Y se charla de estudios y de dinero, que son los dos temas claves: la frustración por una emancipación económica que no se puede alcanzar y la incertidumbre frente a un futuro profesional poco halagüeño. Por lo demás, los universitarios se dedican a ir al cine, a leer libros (el alto índice de lectura es la única nota distintiva de los estudiantes con otros sectores de población) y a ver la televisión.
Quizá una de las notas más curiosas de este informe sea la visión que los universitarios tienen de sí mismos: "Entienden que la condición de universitario impone carácter; la imagen que ofrecen de ellos mismos es bastante autocomplaciente y un tanto elitista. El arquetipo de universitario que tienen en la mente es un personaje romántico, en el sentido cultural del término, definido por su utopismo, su inestabilidad afectiva, su desilusión algo apriorística y su tolerancia. En el plano político se ven como un grupo mucho más a la izquierda que la posición que realmente ocupan, y ven a sus mayores mucho más a la derecha que lo que realmente están. En el plano sexual se creen más libres que lo que su práctica real demuestra, y en el de las relaciones con otros grupos, más abiertos que lo que sus hábitos endogámicos indican".
Cabe afirmar, como conclusión del informe elaborado, que la universidad posee actualmente una influencia menor que la que sería deseable que tuviera frente a las personas que en ella han de formarse para determinada función socioprofesional. La segunda conclusión es que la vida del estudiante es un permanente desequilibrio entre sus ansias de independencia y el retraso de la incorporación al mundo del trabajo, con cuyos ingresos los jóvenes podrían alcanzar la emancipación de su familia.
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