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Juan Pablo II apela en Escocia al nacionalismo católico

Juan Arias

Ayer por la tarde terminaron los encuentros del papa Juan Pablo II con los católicos de Escocia, los cuales le han manifestado, con todos los medios a su disposición, una acogida vibrante de entusiasmo. Sobre todo los jóvenes, que con el papa Wojtyla han gozado como con uno de sus grandes ídolos de la canción. Con ellos el Papa se ha divertido y ha recordado en muchos momentos lo que eran los viajes anteriores a su atentado: reía, cantaba, hacía ruidos extraños ante el micrófono para hacer reír a la gente e improvisaba.

Algunas veces, sin embargo, estas ocurrencias estaban cargadas de simbolismo, como en Edimburgo, cuando los jóvenes pronunciaron su nombre en diversas lenguas. El les dijo: "Ahora quiero decirlo yo también en español: me llamo Juan Pablo II". La alusión fue acogida por los jóvenes escoceses con fuertes aplausos.Ayer tarde tuvo lugar en la ciudad industrial de Glasgow la manifestación de masas más importante hasta ahora de este viaje. En el Bellahouston Park, en las afueras de la ciudad, se reunieron más de 300.000 personas. Ya a las nueve de la mañana, y la misa era a las cuatro de la tarde, había congregadas, según la policía, 130.000 personas.

Gestos nacionalistas

Lo cierto es que Juan Pablo II conquistó en seguida el corazón de los escoceses con uno de sus gestos simbólicos: al llegar al aeropuerto de Edimburgo, la capital de Escocia, el Papa se echó al suelo y besó la tierra como si hubiese llegado a otra nación. Los periódicos publicaron esta foto a toda página con un título que decía sin pudor: "Los escoceses reciben a Juan Pablo II en éxtasis". Y volvió a exaltarles cuando en varias ocasiones habló en gaélico. Les dijo también que la Iglesia católica de Escocia había estado siempre presente "en la lucha de los escoceses a favor de su independencia".

Y los escoceses no sabían qué regalar al Papa en estos días. En su avión se llevará a Roma de todo: desde una botella de whixky, a instrumentos de música celta; desde una lámpara de minero, a la bandera con los colores blanco y verde del equipo de fútbol de los católicos, el Celtic Glasgow, rival ericarnizado del protestante Glasgow Rangers. Todo se lo regalaban durante el efertorio de la misa. Estas cosas y también regalos espirituales; por ejemplo, un librito en el cual las mujeres católicas escocesas habían anotado las oraciones que habían realizado antes del viaje pidiendo para que tuviera éxito. El Papa estrechó en su pecho aquel regalo con ostentosa satisfacción.

En la misa de ayer en Glasgow estuvieron presentes también muchos protestantes, sobre todo, anglicanos a los que dijo que "en el futuro espero que podamos hacer juntos esta peregrinación cogidos por la mano". Una madre protestante, emocionada, quiso al final que el Papa de Roma bendijera a su pequeño. Juan Pablo II lo bendijo, lo besó y lo abrazó.

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Puso también de relieve la fe de la Iglesia católica de Escocia, a la que ha pedido que no se deje "arrastrar por el conformismo que intenta adecuarse a las modas del mundo", y que podría "poner en peligro vuestras tradiciones y vuestra conciencia cristiana". A los sacerdotes y religiosos les pidió que "no adulteren nunca la palabra de Dios" y que no acepten compromisos en la interpretación del Evangelio para hacerlo más adaptable "al espíritu de nuestro tiempo".

Pero Juan Pablo II ha aprovechado siempre todas las ocasiones también aquí, en Escocia, para recordar el tema de la paz. Eso sí, con una cierta prudencia, para no herir demasiado a los ingleses, cuya palabra más publicada en estos días, comentando el conflicto en las Malvinas, es la de victoria. En el encuentro con las religiosas ha rezado así: "Señor, líbranos de la guerra, de la incalculable destrucción de todo tipo de guerra". Y, cuando se dirigió a los jefes de las diversas confesiones no católicas, dijo: "Tenemos que resolver aún cuestiones doctrinales importantes, pero ya desde ahora, sobre todo en estos días, en los cuales la paz está gravemente en peligro, nuestro amor recíproco y nuestro deseo de unidad pueden ser para el mundo dividido un testimonio de esperanza".

El entusiasmo con el que ha sido recibido el Papa en este viaje, que se presentaba al principio como uno de los más difíciles para Juan Pablo II, le ha hecho recuperar muchas de sus energías psicológicas, perdidas después de su atentado en la plaza de San Pedro. También aquí la Prensa destaca su capacidad casi increíble de aguante, y parece como si no se atrevieran a criticarlo, sobre todo a nivel gráfico. No se ha visto por ninguna parte el tradicional humor inglés. Los grandes diarios no han publicado ni una sola viñeta irónica contra el viaje. Sólo The Daily Telegraph publicó ayer a toda página y en primera una gran fotografía de Papa sorprendido durante una misa en un gran bostezo. Pero el comentario es paternal: habla de la fatiga de sus jornadas. Y es que la gente ve en Juan Pablo II una cierta bondad. Fue el comentario que ya el primer día hizo uno de los hombres que recibió de manos del Papa el bautismo, un convertido. Dijo: "Si se hubiera casado, hubiera sido un estupendo padre de fámilia".

Insultos protestantes

Sin embargo, los grupos más extremistas en el campo protestante, e incluso entre los católicos más intransigentes, han hecho de todo, sobre todo, aquí, en Escocia, para molestar la visita del Papa. Ayer, un autobús de niños que se dirigía a la misa de Juan Pablo Il en Glasgow fue apedreado. Tres niños recibieron heridas leves. Se puso también una bomba, que no explotó, en un cruce de trenes, y una estación de ferrocarril fue totalmente empapelada con carteles con insultos al Papa y a los católicos.

Pero la policía ha sido en todo momento rápida y eficaz y ha detenido inmediatamente a los elementos más exaltados, que no consiguieron nunca reunir a más de mil manifestantes. Ayer, el ultra pastor presbiteriano irlandés lan Paesley hizo su última intentona anunciando en el centro de Glasgow un mitin de protesta contra la visita del Papa, en el que los no muy numerosos asistentes portaban carteles apretados de insultos, a veces injuriosos y a veces muy coloridos, contra el demonio de Roma.

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