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En sillas de tijera

El algún lugar se ha escrito que los poderes fácticos, después del veredicto de las urnas en Andalucía el pasado 23 de mayo, han dejado de considerar a Leopoldo Calvo Sotelo como interlocutor válido y vuelven sus ojos hacia el líder aliancista, Manuel Fraga.Desde el punto de vista del protocolo, el análisis del desfile celebrado ayer domingo en Zaragoza, parece confirmar esas apreciaciones, al menos en cuanto se refiere a la desconsideración prestada hacia el presidente del Gobierno, a quien corresponde el mando sobre las Fuerzas Armadas y la presidencia de la Junta de Defensa nacional. Las fotografías de ocasiones anteriores -en Barcelona, Valencia, Sevilla y Madrid- permitirán evaluar la magnitud de la postergación inferida al jefe del poder ejecutivo, en el Paseo de la Independencia de la capital aragonesa.

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Es discutible si las máximas autoridades del Gobierno, así como, los presidentes del Congreso de los Diputados y del Senado y los del Tribunal de Garantías Constitucionales y del Supremo, deben asistir a una parada militar, como la del Día de las Fuerzas Armadas, de pie o sentados. Pero en atención a la dignidad de los poderes ejecutivo, legislativo y judicial que encarnan, les correspondía, en todo caso, una situación preferente que no se vio plasmada en la tribuna reservada para ellos el domingo. Y si la tabla señalaba que se les debía dar asiento, la solemnidad de la ocasión rechazaba de plano que fuera en sillas de tijera, casi con los pies al aire.

Y estas observaciones cobran mayor fuerza si se tiene en cuenta que el presidente y los miembros de la Junta de Jefes de Estado Mayor encontraron este año acomodo dentro de la propia tribuna del Rey y su familia. Ni siquiera se cuidó de evitar que la silla plegable adjudicada al presidente del Gobierno quedara situada precisamente detrás de una de las farolas del paseo. Y no hablemos del puesto asignado a las autoridades autonómicas aragones que nadie acertó a divisar.

Hace varias semanas alguien que siempre estuvo atento a velar por el pleno reconocimiento de la dignidad correspondiente a los poderes constitucionales advirtió preocupado sobre la necesidad de cuidar la disposición de las tribunas en el desfile previsto en Zaragoza. No se ha hecho, abandonando la cuestión como si se tratara de una incumbencia personal del capitán general de la región, Luis Caruana. Ese mismo abandono debió caracterizar la supervisión de los pormenores del homenaje a la bandera, celebrado el sábado en la plaza del Pilar, porque de otra manera no encuentra explicación la pobreza de los textos elegidos a los que se dio lectura por los altavoces.

Fuera de estos detalles el desfile fue impecable y la respuesta del pueblo de Zaragoza, espléndida.

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