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Julio Caro Baroja, Cela y Moreno Torroba,nombrados hijos predilectos de Madrid

Julio Caro Baroja, Camilo José Cela y Federico Moreno Torroba recibieron ayer, en un solemne acto celebrado en el salón de plenos del Ayuntamiento de Madrid, los títulos de hijo predilecto e hijo adoptivo de la villa los dos primeros, respectivamente, y la medalla de oro de la ciudad el nonagenario compositor, títulos que les habían sido concadidos por acuerdos municipales adoptados el 26 de marzo último.

En presencia de casi la mitad de los concejales de los tres partidos representados en la Corporación y de unos cien invitados al acto, el alcalde de Madrid, Enrique Tierno, entregó a cada uno las actas correspondientes -enmarcadas las de los dos primeros- y pronunció un encendido discurso de elogios hacia las tres personalidades condecoradas, lo suficientemente improvisado como para parecer meditado, denso y barroco; espléndido, como todos los suyos.El alcalde habló de la imaginación creadora, de la insatisfacción como alimento del arte, del acto de humildad que para el Ayuntamiento representaban los premios, de que pocas veces los méritos habían sido tan refulgentes -"sin desdoro para los interiores condecorados"-, de la inteligencia en la plena madurez de Cela, Caro y Torroba -66, 67 y 91 años, respectivamente-; "inteligencia en sazón, para emplear un término frutal", dijo.

A Torroba le confesó su admiración desde la adolescencia y destacó cómo había llenado la ciudad de tonos, apacibilidad, perdones, música placentera y música del espíritu. A Caro Baroja le presentó como uno de los más distinguidos antropólogos universales, escritor de facilísima pluma y capacidad seductora. Y de Cela, con quien se extendió más y posiblemente de forma más encendida, aseguró que era el ingenio puro, el mago poderoso que domina el lenguaje, la galanura del idioma, uno de los elegidos.

Fuertes aplausos sellaron las palabras del alcalde. Caro Baroja, Cela y Torroba, por este orden, dieron las gracias con escasas palabras y con la emoción que imponía el momento. Los tres coincidieron en un punto: estaban en deuda con Madrid porque la distinción sobrepasaba con creces su entrega y su labor por la ciudad. Caro y Cela llevaron su agradecimiento más allá: aunque vivieran muchos años más y les fueran otorgadas distinciones académicas y literarias de cualquier tipo, ninguna de ellas tendría más valor que la que ahora agradecían. "Es la orla mayor que he recibido en toda mi vida", dijo el sobrino de los Baroja, Pío, el escritor, y Ricardo, el pintor, a quienes -señaló- correspondía en cierto modo el homenaje.

Cela, socarrón como casi siempre, no desaprovechó los micrófonos para recordar, mirando hacia los frescos de 1692 que coronan el techo de la magnífica sala de sesiones municipal, que había llegado a la época de la "papada, las arrobas y los honores", y dijo que era mejor así. Aseguró que era tan mal bachiller allá en los años treinta que, después de que fuera expulsado de varios colegios y como no hubo forma de que le admitieran en ninguno, sus padres le pusieron un preceptor, "y así anduve de cura propio".

Moreno Torroba mostró su devoción por Madrid y desde la altura de sus 91 años cumplidos recordó los tiempos en que era alcalde Alberto Aguilera -principios de siglo-, cuando el secretario municipal Eduardo Vera, pariente suyo, le proporcionaba toda clase de prebendas en aquel Madrid de dimensiones humanas. Fue, de los tres, quien desplegó mayor candor en sus palabras y quien se llevó los mejores aplausos de los sesenta minutos que duró la sesión.

Reconocimiento de los intelectuales

El homenaje a Julio Caro Baroja, que había comenzado con la imposición de la medalla de Hijo Predilecto de Madrid, se hizo acto académico a continuación en la fonoteca de la Biblioteca Nacional, donde diez profesores, antropólogos y periodistas destacaron la capacidad de trabajo, independencia, rigor y humildad del antropólogo.En un debate organizado por el club Cultura y Sociedad y moderado por Soledad Ortega, presidente de la Fundación Ortega y Gasset, intervino en primer lugar el catedrático de la Sorbona de París, François Chevalier, quien dijo que Julio Caro se adelantó a su tiempo en su concepción de la historia como antropología más de 30 años y calificó al homenajeado como antropólogo social.

El lingüista Manuel Alvar analizó las diversas parcelas del saber que domina Caro Baroja "que no es el erudito que abruma, sino el barón discreto y riguroso, mezcla de hombre dieciochesco y novecenntista, mezcla de Jovellanos y Ortega". El profesor Gonzalo Anes habló por su parte "de la influencia soterrada, silenciosa pero eficaz del trabajo de Caro Baroja" en la historia de los movimientos sociales.Los aspectos antropológicos de la obra de Julio Caro fueron analizados por el antropólogo Rogelio Rubio, y el catedrático Antonio Carreira se detuvo en el análisis de la obra del antropólogo considerada a la luz de los estudios tecnológicos. El tema de los cultos, ritos y carnavales en Caro Baroja fue estudiado por el antropólogo Manuel Gutierrez Esteve.

Angel Sanchez Harguindey, jefe de sección de EL PAIS, habló por su parte de las aportaciones periodísticas de Julio Caro y, sobre todo, de su personalidad humana. Reveló que Caro Baroja ha ganado más dinero con la pintura que con los libros y que el antropólogo es un gran aficionado a tocar la flauta. Dijo que muchos políticos de hoy no acuden ni siquiera a pedirle consejo a un hombre tan valioso "porque Julio Caro les resulta incómodo precisamente por su talante absolutamente independiente, riguroso y sencillo".

Antes de que Ioana Zlotescu, que había introducido el acto, clausurara el debate, Rafael Conte, redactor jefe de EL PAIS, habló de los aspectos literarios de la obra de Julio Caro, a quien unió "irremediablemente" con su tio Pío Baroja. Conte afirmó, no obstante, que Julio Caro era también uno de los clásicos de la literatura española de este siglo.

La jornada de homenaje a Caro Baroja terminó con una cena en el hotel Castellana a la que asistió un numeroso grupo de intelectuales.

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