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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Respuesta de Ramón Sender

Desde la muerte de mi padre, Ramón J. Sender, recibo y leo noticias, artículos y cartas que sobre su vida y persona publican los periódicos españoles. También él seguía la Prensa de su país en lo que le afectaba. Tanto al uno como a otro nos envió los recortes mi prima y sobrina suya, Magdalena Maes Barayón. Pienso ahora que si mi padre hubiera podido leer una carta firmada por Román de la Higuera Alonso (EL PAIS, de 24 de abril de 1982), aunque no dado a réplica, habría sacado a relucir su tremendo genio y vehemente temperamento aragonés para contestar airado. Voy a hacerlo yo, en calma, convencido de que escribo en su memoria. Dice una parte del texto a que aludo: "... de lo que se deduce que ni usted ni su marido durante más de cuarenta años no han sido sobrinos de mi admirado Ramón J. Sender".Aunque del párrafo completo que suscribe el señor De la Higuera no se deduce absolutamente nada, ésta es la vinculación de Magdalena Maes con su tía, Amparo; con su tío, Ramón J. Sender, y con sus primos, Ramón y Benedicta, o sea, mi hermana y yo.

Mi padre nos dijo siempre que, para Amparo, su familiar más entrañable -por los años treinta- fue Magdalena, una niña entonces, a la que adoraba.

Esta niña correspondió a ese amor recibiendo personalmente los restos de su tía cuando fueron exhumados y devueltos a la familia. De la primera fosa pasaron al panteón de los Maes Barayón, y Magdalena fue la que, en tiempos difíciles, hizo colocar una lápida en memoria de mi madre y con cita expresa a Ramón, su esposo. En el cementerio de Zamora pudo verla mi hermana Benedicta cuando desde Estados Unidos fue a España para recordar a mamá. También yo tendré ocasión de estar finalmente ante esa tumba este verano. Me propongo seguir los pasos finales de mi madre desde San Rafael hasta Zamora, rememorando los últimos trágicos días de su vida en el verano de 1936. Pues bien, señor De la Higuera, a mi hermana la acompañó su prima Magdalena en aquella ocasión. A mí me acompañará también, dentro de unas semanas, viajando desde Málaga, donde vive.

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Sigo: Cuando papá fue a España, hace ya bastantes años, Magdalena acudió a recibirle a Madrid para estar unas horas con él, pero él se quedó a su lado durante su estancia.

Más: Probablemente no haya en ninguna parte de España persona que recibiera más correspondencia de Ramón J. Sender que su sobrina Magdalena. Le escribía cada poco cartas que seguramente tendrán un gran valor testimonial. Ella me ha dicho que no las publicará nunca. Lo afirmó a las pocas horas de morir mi padre, cuando la llamé por teléfono desde San Diego para darle la noticia. Ella tenía que ser de las primeras personas en conocerla.

Y acabo, aunque podría seguir: cartas, información, fotografías entrañables de Amparo estaban en poder de mi padre recibidas de su sobrina Magdalena. Ahora pasarán a nosotros.

Vea, señor De la Higuera, si Magdalena Maes fue sobrina de papá a pesar de lo que usted quiera deducir en una carta difícil de comprender. Aunque quizá tenga algo de razón: ella es para noso tros mucho más que un pariente. Sencillamente porque recordamos lo que un día la amé Amparo, cómo ella le correspondió mientras vivía y más desde que murió asesinada. Y por todo el consuelo que ha sabido proporcionarnos durante tanto tiempo. Así que, al paso de los años, Sender y Barayón siguen unidos en el afecto entrañable que mi padre tenía por su sobrina y que nosotros hemos heredado. /

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