_
_
_
_
_
Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La Prensa y el poder

LA REUNION del Instituto Internacional de Prensa (IPI) en España, la semana pasada, ha hecho correr más tinta de la previsible. El IPI es una institución privada (una especie de club) dedicada a la defensa de la libertad de expresión y, más concretamente, a la de los periodistas que sufren cárcel, persecución o represiones en el ejercicio de su profesión. Se ha mostrado activo en la liberación de periodistas lo mismo en las dictaduras del Cono Sur latinoamericano que en el Pakistán del general Ziaj. De la independencia de sus criterios dan muestra las resoluciones de sus asambleas, en las que lo mismo ha sido condenada la persecución de las libertades de expresión en Turquía que en Polonia, y en las que se critica igualmente la censura salvaje -donde no falta el asesinato- de El Salvador que la de Nicaragua, en la que el mismo periódico que apoyara en su día el alumbramiento de la rebelión contra Somoza es hoy objeto de toda clase de presiones, por la Junta sandinista. Tiene el IPI mucho que ver con organizaciones como Amnistía Internacional, con la que mantiene toda clase de contactos personales y hasta institucionales, y es, fundamentalmente, un aparato de apoyo a periodistas acosados. De este apoyo, que se refleja en las columnas de los periódicos más influyentes de Occidente, se benefició ya en su día el diario Madrid, cuando fue cerrado por la dictadura franquista, y se han beneficiado más recientemente los periodistas españoles en apuros por defender las libertades de Prensa y expresión.La acusación infantil de que el IPI no representa a nadie, hecha por la Federación de Asociaciones de la Prensa, huelga por lo mismo y no es ninguna acusación, pues a nadie quiere representar. La adscripción al Instituto es voluntaria, y éste no admite a aquellos que se definen por sus actitudes antidemocráticas. Al IPI pertenece por eso lo mismo el presidente de la Federación de Asociaciones de la Prensa que otros muchos periodistas de este país. Es un club destinado obviamente a la autoprotección de los responsables en la orientación editorial de los órganos de comunicación frente a las presiones y represiones de que son objeto. Pero la pertenencia al club de los más respetados medios de difusión internacional y la calidad de los asistentes a sus asambleas, así como lo honesto de su actuación, le han valido al Instituto una alta consideración moral en los países democráticos. Las asambleas del IPI son por eso siempre bien venidas por las autoridades de los países en que se celebran. Porque suponen un empeño de profundización y extensión de las libertades democráticas y porque reúnen una gran capacidad de independencia en sus actuaciones. En España, tanto el Gobierno centrista como la oposición socialista y comunista con situación de poder en los ayuntamientos y diputaciones han apoyado material y moralmente. la celebración de la 31ª Asamblea del Instituto. El Rey, el presidente del Gobierno, el secretario general del PSOE, el presidente del Gobierno autónomo catalán, los alcaldes de Barcelona, Madrid y Toledo, los ministerios de Transportes y Cultura, la Secretaría de Estado de Turismo y la de Información y la Diputación Provincial de Madrid han colaborado activamente en el éxito de una reunión que suponía el reconocimiento de la devolución de las libertades democráticas a nuestro país por parte de una larga relación de representantes de la Prensa libre internacional. La presencia del primer ministro portugués (antiguo miembro del IPI) en la Asamblea, lo mismo que la del secretario general de la Commonwealth, la de la líder del partido socialdemócrata británico y la del portavoz del grupo parlamentario liberal alemán, han constituido además aportaciones del mayor interés político al debate y a la discusión de problemas siempre pendientes en torno a la libertad de expresión. En la Asamblea han dejado oír su voz un periodista turco contra la dictadura militar de su país y un periodista marroquí contra la represión bárbara que la Prensa socialista sufre en el régimen de Hassan II. Y siendo una reunión en pro de la libertad de Prensa, sería absurdo suponer que en ella todo han sido unanimidades. Sin ir más lejos, una resolución sobre la Unesco y su Programa Internacional de Desarrollo de las Comunicaciones (IPDC), apoyada por el recién electo presidente del IPI, fue derrotada en votación, a propuesta del presidente saliente del Instituto. En definitiva, este no es sino un foro más de diálogo y encuentro de responsables de los medios de comunicación, que por primera vez en sus más de treinta años de vida se ha reunido en España y que no ha de volver a hacerlo, con toda probabilidad, en más de dos lustros.

Las vestiduras rasgadas ante los obvios pronunciamientos del IPI contra la existencia de cualquier licenciatura previa o carné como requisito indispensable para el ejercicio del periodismo son por ello improcedentes. Sólo pueden responder a la mala conciencia o al provincianismo (en el peor de los sentidos de la palabra) que tienen algunos de los introductores de este sistema goebbeliano de organización de la Prensa en nuestro país. El IPI edita textos de formación periodística para numerosas universidades, colabora con fundaciones e instituciones internacionales en la investigación y desarrollo de técnicas del periodismo, y varias universidades del Tercer Mundo (y aun del segundo, pues hay países europeos que se benefician de ello) tienen sus facultades, en periodismo gracias a la ayuda y a los contactos que el IPI les ha proporcionado. Los profesores de las más prestigiosas escuelas y facultades de periodismo del mundo pertenecen al IPI, y el Instituto se ha preocupado siempre efectivamente (y no sólo mediante declaraciones de principios) del progreso de los estudios de periodismo a nivel universitario. Mientras tanto, estos doctores en nada del periodismo nacional español, que quieren elevar nuestra profesión al rango universitario, mantienen la ficción de una facultad de Ciencias de la Información en la que, por no editarse, ni siquiera se edita un semanario y en la que en la práctica no se ve una emisora de radio, apenas se distingue a lo lejos la existencia de una cámara y se desconoce por completo que los periódicos ya no se hacen en plomo ni se miden en cíceros, sino que se utilizan videoterminales y satélites. Pero la existencia de unas plazas de catedráticos y profesores y el establecimiento de una nueva minioligarquía universitaria (en una universidad ya tan minioligárquica como es la nuestra) ha llevado a un tiempo a la desesperación y a la protesta a miles de licenciados que, en posesión del título, no encuentran puestos de trabajo, mientras tanto son ocupados por personas que llaman intrusos, dado que no poseen esa licencia. El tema ni es baladí ni es menor. De su correcta resolución depende ni más ni menos el ejercicio de la libertad de expresión en este país. Instrumentar un diálogo efectivo y plural sobre el mismo es lo único sensato y serio que cualquier universidad, cualquier asociación profesional, cualquier parlamento, cualquier institución democrática, pueden y deben hacer. Es lo que viene haciendo el Instituto Internacional de Prensa en sus foros desde hace años, y con participación de representantes de la Unesco y de defensores de las más variadas posturas. Jugar a la demagogia y al aventurerismo, aparte de no solucionar nada, supondrá multiplicar el fraude del que son víctimas licenciados y -estudiantes en cosa tan pomposa como las Ciencias de la Información. Pero mientras, la Federación de Asociaciones de la Prensa, tan preocupada corno está por la limpieza profesional, no emitirá una sola voz de protesta por el hecho de que el director de los telediarios del domingo sea un hombre a sueldo del Gobierno en un ministerio, o porque el jefe de economía de un colega de Madrid sea al tiempo jefe de Prensa de un banco oficial, o porque la agencia gubernamental de noticias no tenga el más mínimo estatuto de, autonomía y sea una simple y onerosa prolongación de las directrices del poder. Y cuando vengan los extranjeros a discutir con nosotros de nuestros problemas y a ponerlos tranquila y civilizadamente sobre el tapete, lo mejor de todo es sacar la caja de los truenos y hablar de lo de "la rubia y pérfida Albión" que además, con esto de las Malvinas, queda incluso progresista. Pues, vaya por Dios, ¿cómo vamos a aprender nosotros estas cosas del periodismo fuera de nuestras fronteras, con lo bien que nos lo hacemos aquí? Siempre la ignorancia ha sido madre de la audacia. Ignorante y audaz, lo que queda del periodismo español del retrofranquismo, como diría Umbral, le impediría a éste hacer una entrevista porque no tiene un carné. O, para mayor inri, se lo daría.

Cuando un tema da mucho que hablar, lee todo lo que haya que decir.
Suscríbete aquí

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_