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Las bolsas españolas podrían verse negativamente afectadas por el resultado de las elecciones andaluzas

Las bolsas españolas están demostrando a lo largo de los últimos meses una preocupante incapacidad para definir una tendencia concreta, lo que crea un ambiente de acusada inseguridad entre sus últimos adictos, que, en general, están optando por otras fórmulas alternativas de inversión. La progresiva retirada de los inversores extranjeros, la aparición de activos rnancieros con mayores niveles de seguridad y rentabilidad, las batallas políticas, y la propia incapacidad de estos mercados para hacer frente a las recientes innovaciones del sistema financiero español, representan el conjunto de condiciones por el que el mercado de acciones pierde la escasa Incidencia real que tenía en la economía de este país.

Por si estas circunstancias no fuesen suficientes, la proximidad de las elecciones andaluzas ha venido a introducir un nuevo elemento de prevención entre los inversores. La falta de órdenes compradoras de la semana pasadaes significativa, y en la conciencia colectiva de los inversores está presente la curiosa coincidencia del inicio del declive bursátil del pasado año, en el mes de septiembre, con la ruptura de las hostilidades de la patronal contra el Gobierno de Leopoldo Calvo Sotelo,A pesar de que las escaramuzas cesaron en el mes de noviembre, la bolsa fue incapaz de reaccionar de forma consistente. Existe el miedo de que un triunfo electoral del PSOE sea recibido en medios bursátiles con un nuevo descalabro en las cotizaciones. La estrechez del mercado, y la resonancia popular que aún conservan los índices bursátiles podrían hacer objeto a los mercados de valores de las iras de quienes ocupan la cúpula empresarial, como forma de demostrar los peligros del socialismo.

Cuando se cerró el pasado año con una plusvalía media, según los índices generales, próxima al 30% en los valores de renta variable que se contratan en las bolsas españolas, todos los medios con alguna implicación en estos mercados mostraron una gran satisfacción. No obstante, y a pesar de los optimismos oficiales y oficiosos, nadie daba un dúro por su evolución en los primeros meses de 1982.

Los principales inversores institucionales mostraban unas serias prevenciones sobre la marcha de las bolsas españolas en las primeras semanas de este año. Las ventas genéricas que se produjeron los últimos días del pasado mes de diciembre son el testigo más firme de esta afirmación.

No obstante, las bolsas o, más concretamente, el mercado de títulos de renta variable, aguantó contra todo pronóstico la venta de valores eléctricos una vez que éstos hubieron realizado el pago de su dividendo en los primeros días del mes de enero, y dieron unas claras pruebas de resistencia a sobrepasar el índice 100 de comienzos de año por su borde inferior.

Esta actitud, claramente patrocinada por lo que en el lenguaje bursátil se conoce como la mano oculta del mercado, hizo reconsiderar sus posiciones iniciales a un buen número de inversores, especialmente institucionales, que decidieron poner freno, por el momento, a las realizaciones de los beneficios acumulados a lo largo del ejercicio anterior. No obstante, las intenciones vendedoras continuaban persistiendo, y a lo largo de los primeros meses de este año hemos asistido a un paulatino proceso de desinversión bursátil, que si no ha tenido mayor repercusión aparente, ha sido sencillamente por la más que cuestionable representatividad de los índices generales de las bolsas.

Para frenar las bajas ha bastado la manipulación del precio de las acciones de la Telefónica, que por sí solas representan un 9,5% del total de los indicadores intersectoriales, el hieratismo de los valores eléctricos, para los que se utiliza como referencia su rentabilidad directa por dividendo, o las maniobras orquestales del grupo bancario, que se ha visto obligado a perder posiciones en vista del importante volúmen de oferta que se le reproducía a diario, pero que, por el momento, considera imposible que el precio de sus acciones se sitúe por debajo del 300%.

Junto a esto, los sectores industriales, los monopolios y alimentación perdieron posiciones, a pesar de que el nivel de sus cotizaciones les permitía bajar muy poco, salvo que comenzasen a cotizar en negativo.

Abandonar la peseta

Por su parte, los inversores extranjeros, auténtico motor de la reactivación bursátil de 1981, comenzaban a batirse en retirada, en las`operaciones que se habían planteado a medio plazo. El saldo favorable a las ventas de este origen que se generaba en el pasado mes de abril, tras más de un año en que las compras superaron siempre a las ventas, resulta esclarecedor. Para estos inversores, aparentemente la bolsa española ya ha dado de sí, por el momento, casi todo lo que podía dar, y las diferencias positivas acumuladas en el precio de las acciones que adquirieron hace quince o dieciocho meses, hay que materializarlas, y reconducirlas hacia monedas más fuertes que la peseta, sobre todo cuando se espera, por una parte, la inmediata reactivación de la economía norteamericana, y, por otra, un fuerte ascenso del marco alemán.Además, el creciente déficit del sector público presentaba unos tentadores cantos de sirena a los inversores en forma de emisiones de deuda pública, con una rentabilidad muy competitiva, un plazo de amortización razonable, y una liquidez garantizada con la negociación de estos títulos en los mercados de valores.

Por si todo esto fuese poco, el Tesoro comenzó a colocar deuda pública a corto plazo entre el público, a través de los pagarés. Además, las sociedades mediadoras en el mercado monetario se habían ido poco a poco desarrollando, aumentando su intervención en los mercados financieros. El proyecto de ley de entidades de inversión colectiva pasaba al Congreso y, a pesar de que su redacción inicial ha quedado notablemente desfigurada en favor de las sociedades de cartera, lo cierto es que se produjeron ventas de activos de estas sociedades.

Fósiles con oropel

Mientras, las bolsas continúan convertidas en una especie de fósiles recubiertos de oropel dorado que actúan como testigos del esplendor de épocas pasadas. Es cierto que se ha dotado a estas instituciones de un soporte legislativo mucho más moderno que el que tenían, pero no es menos cierto que la utilización de los nuevos instrumentos se ve retrasada, cuando no obstruida. Unas veces son los propios intereses corporativos de ese colectivo privilegiado -constituido por los agentes de cambio y bolsaquien se interpone, otras son las propias sociedades que, acostumbradas a las facilidades de antaño, se muestran remisas a cumplir las nuevas normas y, en ocasiones, incluso es la propia Administración quien hace la vista gorda ante irregularidades más que evidentes.Los recientes casos como el de Bankunión, cotizando al 104% pocos días antes de ser vendido al Hispano como consecuencia de las dificultades que atravesaba, o el desmentido categórico de Unión Eléctrica y FENOSA a su posible fusión, que: se realizaría un mes y medio más tarde, aceptadas por las respectivas juntas sindicales de las bolsas, y dadas por buenas por el Ministerio de Economía, constituyen unas claras pruebas de que las bolsas actualmente no sólo no cumplen su función de aportar financiación propia a las empresas, sino que tampoco garantizan un marco de seguridad jurídica para el inversor individual.

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