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La primera expedición científica española a la Antártida partirá en enero de 1983

Una expedición española, compuesta de científicos, marinos y periodistas, investigará por primera vez la Antártida durante los meses de enero y febrero del año próximo, coincidiendo con el verano polar. 22 personas partirán de la Tierra del Fuego, a bordo del Idus de Marzo -una goleta de tres palos que se construye en Navia (Oviedo)-, con la intención de atraer el interés de la sociedad y las autoridades españolas hacia aquel continente, que oculta bajo el desierto de hielo riquezas inexplotadas y misterios científicos. Una asociación completamente privada, sin fin lucrativo, ha proyectado el viaje y conseguido ya más de la mitad de los fondos precisos para llevarlo a buen término.

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Un desierto de hielo con ingentes reservas económicas

"Me parece insólito que en este momento haya 2.000 científicos en la Antártida -y ninguno sea español", afirma Guillermo Cryns, un empresario del sector turístíco que ha concebido y puesto en marcha la expedición. Cryns, nacido en Amberes (Bélgica) hace sesenta años y nacionalizado español, ha participado en algunas de las más importantes regatas del mundo, como la Admiral's Cup, y ha dado la vuelta al planeta a bordo de un velero. En 1978 navegó hasta la Antártida y comenzó a interesarse por aquel continente.Cryns, presidente de la Asociación España en la Antártida, reconoce que el principal interés de la expedición será su carácter de precedente. "A ésta deberán seguir otras, y sobre todo una nueva actitud de la Administración hacia el sexto continente. Nuestras posibilidades iniciales son limitadas, y por ello trabajaremos en las zonas de más fácil acceso".

Otro de los componentes fundamentales de la expedición es el equipo de científicos e investigadores del Instituto Español de Oceanografía, dependiente de la Administración, que participa a: título particular. El presidente del Instituto, Miguel Oliver, de 64 años, destaca el interés de la Antártida como reserva económica y alimentaría del futuro, por una parte, y la atracción que los científicos experimentan hacia el continente polar austral. "Si no podemos hacer grandes cosas, porque nuestros medios son limitados, trataremos de mantener, al menos, una presencia en la Antártida, de la que quisiéramos que la expedición del Idus de Marzo fuera sólo el principio".

El buque, que podrá botarse dentro de mes y medio, ha sido diseñado por Joaquín Coello y Pedro Morales, los creadores del velero español que participó en la última Admiral's Cup, y costará 129 millones de pesetas. Una vez terminada la expedición, sus armadores lo piensan dedicar a cruceros por todo el mundo. Se trata de una goleta de 30 metros, con un sistema especial de enrollador que permite maniobrar las velas en pocos minutos. Con viento favorable puede alcanzar velocidades de doce nudos, y más de diez cuando navega con los dos motores diesel, de 165 caballos de potencia, con que va equipado. Dispone de sistemas de navegación por satélite, radar, radiofacsímil, radiogoniómetro y sistemas de comunicación capaces de establecer contacto con cualquier punto del planeta.

Interesar a la Administración

Javier Babé, capitán de la marina mercante, de 33 años, será el responsable de la navegación, junto a otros seis tripulantes. Babé, un madrileño que se empeñó hace años en convertir su afición a la mar en profesión, cree que el Idus de Marzo no es el barco más idóneo para una travesía polar, pero que resultará suficiente. "En todo caso, no vamos sólo a correr una aventura", afirma, "no vamos a jugárnoslo todo a cara o cruz, porque el principal objetivo es científico y los riesgos están calculados".Aunque la expedición española a la Antártida es privada, sus responsables creen'que satisface una necesidad de Estado. Sólo en el sector que reivindica Argentina existen actualmente 30 bases científicas de países distintos al citado, como el Reino Unido, Unión Soviética, Chile, Estados Unidos y Polonia. Guillermo Cryris y Miguel Oliver pretenden que la aventura del Idus de Marzo sea el detonante de una nueva actitud oficial frente a la Antártida que desemboque en el establecimiento de una estación española, por lo menos, en el continente polar.

Precisamente, España se dispone a ratificar el Tratado Antártico, suscrito el 1 de diciembre por doce naciones, entre ellas las princípales potencias y los países que tienen planteadas reivindicaciones territoriales sobre el sexto continente, como Argentina o Chile. El tratado consagra la desmilitarización de aquella zona y la libertad de instalación de bases científicas con fines pacíficos. La vigencia del acuerdo finaliza en 1991. En esa fecha, según todas las previsiones, se iniciará algún tipo de reparto de la Antártida.

Por otra parte la presencia de España en los organismos internacionales de control del continente polar austral, como la de otros países, depende de que haya manifestado algún interés en aquellos parajes. Ese interés consiste, de acuerdo con la costumbre, en el envío de una expedición investigadora, como la que ahora se prepara, o la instalación de una base científica permanente.

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