Marcha atrás en las posibles reformas de la Fórmula 1
La reunión de la Federación Internacional en Casablanca (Marruecos), en la que su presidente, el francés Balestre, quería introducir sustanciales cambios en la Fórmula 1, no modificará la situación actual. El revolucionario programa de Balestre quedó reducido a un proyecto de programa, que deberán aprobar todas las escuderías antes de imponerse. Pese a contar con el apoyo circunstancial de Ecclestone y con el incondicional de algunos federativos, la oposición a Balestre obligó al presidente a un cambio sustancial en su política.La oposición a Balestre, cada día mayor y más generalizada por la especial forma de llevar la Federación Internacional, está formada principalmente por casi todos los grandes fabricantes de automóviles que toman parte en competiciones deportivas. Fiat-Lancia-Ferrari, Renault, Alfa Romeo, Opel, Porsche y Honda, entre otros, se han sentido perjudicados por los constantes cambios efectuados por la Federación Internacional en las reglamentaciones técnicas.
En el caso concreto de la Fórmula 1, los grandes fabricantes piensan que para el dúo Balestre-Ecclestone la presencia de fabricantes como Renault, Ferrari o Alfa Romeo, respaldados por grandes y poderosos fabricantes de automóviles, resulta muy incómoda. Equipos como Lotus, Williams, McLaren o Brabham, que no son más que pequeños talleres de no más de cincuenta trabajadores, que construyen un tipo muy concreto de vehículo de competición que rara vez se vende, difícilmente pueden tener la fuerza de Renault, Ferrari o Alfa Romeo.
La grandeza de la Fórmula 1 es que, pese al poder específico o económico de los grandes fabricantes de automóviles, los pequeños talleres pueden arrebatarles la victoria en la pista.
La reunión de Casablanca
En la reunión de Casablanca, el presidente de la Federación Internacional pretendía modificar una vez más la reglamentación vigente en la Fórmula 1. Los acuerdos que son válidos hasta 1984-1985 iban a ser drásticamente reformados ahora, mediada la temporada de 1982. La normativa que rige en la actualidad, que especifica que cualquier modificación técnica debe ser aprobada de forma unánime por todas las escuderías, había sido evitada por Balestre con el pretexto de utilizar poderes especiales propios de su calidad de presidente, que, según él, le permiten, saltarse cualquier acuerdo.Para justificar los cambios, Balestre argumentaba su preocupación por la seguridad de los pilotos. Preocupación que no le impidió favorecer el truco de las escuderías británicas, que reducen el peso de los monoplazas muy por debajo del reglamentario con grave perjuicio para la seguridad del piloto. Así, explicaba la trampa como único recurso de los equipos británicos para poder ganar a Renault o Ferrari y, sus motores turboalimentados.
Para justificar su intento de penalizar los motores turboalimentados, Balestre y Ecclestone dicen que son caros, olvidando que el presupuesto anual de cualquier escudería de las grandes -como Brabham, Williams, McLaren o Lotus- oscila entre seiscientos y ochocientos millones de pesetas.
La diferencia, por tanto, en medios técnicos, materiales, económicos y humanos entre uno de estos equipos y, los que utilizan motores con turbocompresor, es muchísimo menor que la que tienen ellos mismos con los equipos pequeños, come, el Theodore, Ensign o Toleman.
Por otra parte, la reglamentación con respecto a, los motores turbo alimentados proviene de 1966. Nadie había querido desde entonces explotar esta técnica, por lo costoso de su desarrollo y lo incierto de su éxito deportivo, al ser equivalente un motor convencional de 3.000 centímetros cúbicos con otro de la mitad de cilindrada con turbo.. La labor realizada en este sentido por Renault, plagada de fracasos durante tres años, le ha llevado a su actual dominio. La escudería francesa podría compensar este año sus esfuerzos con el título mundial. Esa razón no es ajena al actual intento de penalizar aún más los turbos a base de limitar el consumo de gasolina justamente cuando la industria comienza a utilizarlos en los coches de turismo comercializados.
De cualquier forma, ante la oposición, el presidente Balestre parece haber preferido dar un paso atrás en su programa y reducirlo a un mero proyecto. Su reacción ha sido la de hacer pasar su proyecto a través de la comisión técnica de la Fórmula 1, en la que es preciso el voto favorable de todos para que se apruebe. Sabiendo Balestre que Renault y Ferrari votarán negativamente, su propuesta es un intento de contentar a todos sin lograrlo con ninguno, y con el fracaso como destino final. La tensión en el circo sigue, pues, sin resolverse, y será fuente de nuevos próximos enfrentamientos.
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