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La 'renaixença' andaluza

Duras y sin cuartel, "a cara de perro", que se repite en Andalucía, van a ser las elecciones para el Parlamento andaluz del próximo día23, cuyo período electoral se abre el 1 de mayo. De forma teórica, claro es, por cuanto lo cierto es que la batalla electoral se ha venido produciendo desde antes de la Semana Santa. Y, respeteda "piadosamente" fecha de tanta significación en esta tierra, no se dejó pasar un solo día para el reinicío de las mutuas acusaciones y recusaciones.En la campaña electoral se han producido, y se acentuarán, -algunos extremos plenamente válidos: son los componentes nacionalistas o andalucistas que, cada día con más fuerza, están sazonando tanto la campaña electoral como la trascendencia última de la misma.

Cualquier observador mínimamente atento a la realidad española ha podido darse cuenta de que desde hace cinco o seis años estamos asistiendo -hasta por imperativo constitucional- a una revalorización de los distintos pueblos de España. Pero es igualmente, cierto que, restando los conocidos y fuertes sentimientos nacionalistas de vascos y catalanes, los gallegos siguen gobernándose desde Madrid, los aragoneses han declinado en sus primeros fervores regionalistas, el exacerbado y minoritario nacionalismo canario se ha dulcificado al máximo y sólo en el País Valenciano el tema nacional sigue vivo, pero en continua controversia.

En el resto de los pueblos de España, el tema va discurriendo con más pena que gloria. De ahí la sorpresa de aquel 28-17de Andalucía. Desde entonces se ha venido produciendo un movimiento pasivo, popular, que podríamos compararlo a las renaixenças catalana y valenciana de finales del siglo XIX y principios del actual, o a los planteamientos nacionalistas vascos y el de los euskalerriacos, allá por el último tercio del siglo XIX y principios del actual..

La diferencia -acaso más significada- entre las renaixenças catalana, valenciana y vasca y la andaluza es que ésta se está apoyando en el propio pueblo. (En Euskadi, también, pero de otra forma.) Es una renaixença que nace en Andalucía, de abajo hacia arriba y no alumbrada, como en el caso vasco, por Arana y Alzola, y en el catalán, por Aribau, Rubio, Ors, Soler, etcétera. Se podrá objetar que tampoco es esa la máxima diferencia, ya que -aunque en épocas más recientes o en la misma actualidad-, amén de recordar al padre de la patria andaluza, Blas Infante, se podría enumerar una serie de casi 6.000 títulos de libros editados por andaluces en Andalucía (no todos, ni la mayoría, políticos, por supuesto). Sin menospreciar en forma alguna la valía de la intelectualidad andaluza, lo cierto es que al renacimiento andaluz -el popular, por supuesto, y el intelectual, lo mismo carece del apoyo y del aliento de su burguesía. Es más, la burguesía andaluza está en contra. Y están en contra varias formaciones políticas que proclaman en estos momentos que el grito de Blas Infante "Andaluces, levantaos, pedid tierra y libertad" está pasado de moda. En esta España del Sur, a esa clase política, el pueblo ya les denomina "los andaluceiros" o los de "Jerez de la Fronteneira".

Un nacionalismo distintoAntonio Murcia ha sintetizado, quizá con menos palabras que otros, la enorme diferencia que existe entre el nacionalismo o regionalismo andaluz y el vasco o el catalán, al decir: "Andalucía no es Euskadi ni tampoco Cataluña. Los antecedentes históricos, el nivel de conciencia política que del hecho social se alcanza socialmente, la radicalidad de la materialización social de éste, la estructura económica desarrollada y consolidada, la existencia de una burguesía autóctona con capacidad de dirección social, política y económica hacen tanto de Cataluña como de Euskadi unas nacionalidades de carácter esencialmente diferente de Andalucía".

Se ha escrito mucho sobre las razones por las que a tres territorios de la Península (Cataluña, Euskadi y Galicia) se les ha concedido constitucionalmente la calidad de nacionalidades, mientras que al resto de los antiguos reinos medievales (que son, con algunas variantes fronterizas, el solar de las actuales divisiones territoriales) sólo se ha otorgado la condición de regiones. La razón básica aducida es que cuando estalló la sublevación franquista contra el legítimo poder republicano esas nacionalidades ya tenían sus estatutos de autonomía.

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Sin entrar en más pormenores, hay que señalar que siendo eso cierto también lo es que otras tierras, como Aragón y Andalucía, por ejemplo, ya tenían elaborados y en trámite oficial para su reconocimiento sus proyectos o anteproyectos de bases para sus respectivos estatutos de autonomía: concretamente, el andaluz fue aprobado por la Asamblea Regional Andaluza reunida en la ciudad de Córdoba los días 20, 30 y 31 de enero de 1933. Y si fusilados fueron líderes nacionalistas catalanes y algún vasco (menos, porque no les cogieron los franquistas), pasado por las armas fue el líder andalucista Blas Infante en la madrugada del 10 al 11 de agosto de 1936, en la carretera de Sevilla a Carmona, kilómetro 4, a la altura de la antigua Huerta de las Clarisas.

Pero este es otro tema. El que ahora nos importa es la distinta clase (y apoyo) en que se basaron los nacionalismos vasco y catalán y el que en su día tuvo y tiene hoy el andaluz. Antonio Burgos, sevillano, periodista, escritor e investigador de temas andaluces, lo explica así: "El Estatuto (de Blas Infante) fue boicoteado por todas las fuerzas políticas andaluzas. Los partidos proletarios, por estar acosados por las luchas sociales. Los grupos republicanos burgueses no contaron con Infante. La derecha, tradicional y oligárquica no supo hacer del Estatuto su instrumento de interés de clase. En el fondo", dice Burgos, "el problema del Estatuto durante la II República fue: la ausencia de una organización política auténticamente andaluza. que lo llevara adelante". El historiador cordobés Lacomba añade: "El juicio de Antonio Burgos es plenamente acertado: en Cataluña, en el País Vasco, e incluso en Galicia, fue un partido político el que hizo bandera del Estatuto y aglutinó en torno a él a las demás fuerzas sociales. En Andalucía, el grupo liberalista promotor del Estatuto era una organización que repudiaba a los partidos políticos. Esta", añade Lacomba, "fue su

La 'reinaxença' andaluza

gran fuerza como corriente de opinión, pero su gran debilidad como catalizador político".El ideal andaluz, libro escrito por Blas Infante en 1919, se concreta en un grito acuñado por el propio Infante (y que proclamó al ser asesinado):' "¡Viva Andalucía libre!", y en su "Estado libre de Andalucía". Parecerá al lector que esos gritos y eslóganes implican aspiraciones a la independencia, al separatismo. Pues bien, nada más lejos de la verdad. Y este también es un punto diferenciador con los movimientos nacionalistas.

El andalucismo siempre se ha sentido "dentro" de España y jamás ha deseado dejar esa matriz.

Infante parte de sus sustratos: el federalismo y el anarquismo.' "Se trataba", dice Acosta, "de liberar Andalucía. El resultado de esa liberación sería, a nivel social, la redención del hombre andaluz, ejemplarizado en el jornalero y, a nivel político, el Estado libre de Andalucía. ¿De qué se había de liberar Andalucía? De la represión secular, de la colonización que sufre". No había connotación alguna separatista. Muy al contrario, el propio Blas Infante repite muchas veces que es una "aparente incongruència".

De ahí que el escudo andalucista rece así: "Andalucía por sí, para Iberia y la hurnanidad". Y así se refleja claramente en el Estatuto de Autonomía redactado por la Junta Liberalista de Andalucía, que pretendía, básicamente:

1. Repudio del centralismo y defensa del federalismo ibérico y de los proyectos autonómicos, rechazo del caciquismo y de los tinglados electorales.

2. Necesidad de profunda reforma económica (confiscación de bienes a quienes emigren capitales, fusión de bancos en instituciones regionales, reforma agraria por decreto, sin indemnización en las tierras usurpadas tras la desamortización y con indemnización en las restantes, etcétera). Reforma de la justicia, libertad de enseñanza, libertad matrimonial y religiosa.

Blas Infante fue duramente atacado. Un grupo heterogéneo de personas se presenta encabezado por él a las Cortes y es saboteado. En mayo de 1931 el proyecto autonómico de la Junta Liberalista es discutido por una comisión de las diputaciones provinciales andaluzas, que acaba por redactar un documento oficialista vacío de contenido. En enero de 1933 se reunió la Asamblea de Córdoba para redactar un anteproyecto de bases para el definitivo Estatuto de Autonomía. Pese a muchos intereses encontrados, la redacción es bastante progresista, pero apenas de tinte andalucista, y se guía por el Estatuto catalán de 1932. Hasta 1936 queda congelado, al llegar al poder el centro-derecha en 1934. Tras ganar el Frente Popular, la Junta Liberalista publica el Estatuto de Bases. Pero estalló la guerra civil y, como en tantas otras cosas", dice Lacomba, "la posible autonomía andaluza se vio frustrada".

Presenta el despertar andaluz, además, un hecho diferencial notable con respecto a todas las otras nacionalidades o regiones deprimidas (y aquí sin excepción alguna, incluyendo tanto Galicia como Canarias, Aragón, Baleares, La Mancha, Castilla la Vieja, León, Extremadura, Cantabria y la Rioja): el ser la única porción subdesarrollada del territorio nacional que se ha inclinado decididamente por los partidos políticos de izquierda. Con otra connotación peculiar: ser también la única región donde una importante masa de ese voto de izquierda se ha desplazado hacia otro partido de izquierda, pero regional,, andaluz, andalucista, con lo que ha dado a luz (en España) un nuevo tipo de regionalismo: el regionalismo de clase.

Y esto en una doble vertiente: como lucha contra las estructurales sociales y económicas imperantes en su propia región, y como lucha a nivel nacional, entre regiones ricas y regiones esquilmadas, tendente a adoptar posturas de fuerza y combatividad que sirvan para intentar aminorar (a corto plazo) y terminar (en lo posible y a plazo más largo) con el desequilíbrio interregional y el colonialismo interior.

Pero no anticipemos hechos. Antes de situarnos en el presente conviene retroceder en el tiempo, porque el andalucismo militante no ha nacido por generación espontánea. Ha sido un largo proceso de continuas frustraciones que ahora parecen haber conquistado un camino cierto.Conquistada, no reconquistadaDice Lacomba, catedrático malagueño de historia, que Andalucía "no fue reconquistada, sino conquistada". Blas Infante escribió: "El solar que habitaban los tartesos ( ... ) es ( ... ) el mismo recinto en que moran primero los béticos y después los andaluces". Sobre este solar se irán asentando pueblos -entre otros, fenicios, griegos, romanos, árabes...-, que, asimilándose unos a otros, darán paso a una peculiar cultura, que culminará en el esplendor musulmán. Estas raíces lejanas crearán una estructura específica -económica, social, política, cultural- sobre la que irrumpirá la conquista cristiana.

Las tropas de la corona castellano-leonesas arrasan una cultura, la más floreciente y avanzada del mundo en aquella época. Se impone la oveja sobre el caballo y la barbarie del secano sobre la civilización del regadío. "Destruyeron también nuestra nacionalidad", dice Antonio Burgos. "Somos una nacionalidad tan oprimida que no hemos conservado nuestra propia lengua. Mientras que Galicia, Euskadi y Cataluña, sí. Es decir, que somos los más colonizados de toda la Península".

"La conquista cristiana", señala Lacomba, "alcanzará primero las tierras del Guadalquivir. La pérdida de impulso biológico por parte cristiana hará casi imposible la repoblación -tal como se hizo en tierras del Duero (Castilla la Vieja y León)- y, dará paso a un reparto de tierras en grandes propiedades, de cuño señorial, que son la raíz lejana del latifundio. Andalucía pasará así a ser una región invadida, colonial. La conquista del Reino de Granada y la posterior expulsión de moros y moriscos configurarán a Andalucía -al menos durante la época de los Austrias- como Castilla la Novísima. Pero... bastante sustrato andaluz debía quedar, por cuanto las rebeliones contra el despojo de que fueron objeto los andaluces por los conquistadores produjeron revueltas y levantamientos desde el inicio mismo de la conquista y después de haberse ultimado ésta.

José Acosta Sánchez distingue dos períodos claramente definidos en la lucha, de Andalucía: contra el centralismo de la corona castellano-leonesa, primero, y contra el Estado (coronado de centralismo monárquico y absolutismo borbónico) español, después.

El primero, época de la conquista y hasta el siglo XVIII; el segundo, desde el siglo XVIII a nuestros días.

No se respetaron las capitulaciones de Santa Fe, en las que se garantizaban los derechos del pueblo vencido. Felipe II y Felipe III terminaron con ello mediante las pragmáticas. Felipe II, en 1567, lo sancionó así en un real decreto dirigido a los andaluces del Reino de Granada: "Tenéis que abandonar vuestra lengua, vuestra religión, vuestras tradiciones, costumbres, ropas y aderezos y, sobre todo, esa manía vuestra, tan poco cristiana, de bañaros diariamente; tenéis que olvidar vuestros antepasados y bautizaros y poneros nombres como los nuestros...".

La resistencia fue dura en las sierras abruptas de Granada, Málaga y Almería. Y la represión, a sangre y fuego: "Entre muertos, cautivos y expulsados del lado morisco, cerca de 200.000 almas, y del lado cristiano, unas mil" (según La guerra de Granada, de Blanco González). En el siglo XVII se produce un intento separatista andaluz encabezado por el noveno duque de Medina Sidonia, y la cadena de revueltas duró cinco años en las ciudades de Córdoba, Sevilla, Málaga y Granada. En el siglo XVIII se producen numerosos motines durante la crisis del Estado centralista.

¿Qué dio origen a toda la larga e intermitente serie de revueltas en este primer período? Cinco causas: 1. Las extorsiones y privilegios feudales de la nobleza y el clero alto. 2. La práctica de ventas o donaciones de las ciudades a los nobles ejercida por la Corona, en perjuicio de las masas ciudadanas y las libertades municipales. 3. La presión fiscal de la propia Corona 4. Las olas de hambre y penuria debidas, más que a las malas cosechas eventuales y a las epidemias, al control y manipulación de lo

cereales por nobleza y clero, con la consiguiente ocultación de las mieses y encarecimiento del pan; y 5. Los efectos de una política monetaria caótica, dictada por la voracidad de la Monarquía, que empobrecía a las masas campesinas y urbanas y asfixiaba a la burguesía mercantil de las ciudades andaluzas.

La tierraPero no fue -en aquellos siglos- el reparto de la tierra (la aspiración a lograrla) la causa de los levantamientos, sino que estos se produjeron contra los abusos de señores feudales, órdenes religiosas y militares y la creciente des medida presión de los tributos de la Corona. La tierra, como bandera reivindicativa, aparece en el siglo XIX y, concretamente, tras la desamortización, que termina con el sistema de propiedad feudal de la tierra e inicia el de propiedad capitalista.

¿Por qué los campesinos andaluces reivindican la tierra a partir de ese momento (desamortización de Mendizábal, de 1836, y de Madoz, de 1854-1856) y antes no lo habían hecho? Porque la desamortización supuso la apropiación por la nueva clase burguesa de las tierras comunales, de los baldíos, y la ruina de las municipios (ya que también se sacaban a subasta los bienes propios de los ayuntamientós). También, porque la Iglesia había ejercido un paternal-feudalismo agrario, que, al menos, permitía subsistir al campesinado que trabajaba sus tierras. Las masas campesinas más pobres y desheredadas habían podido sobrevivir gracias a la existencia de todo ese tipo de tierras de propiedad comunal, baldíos, municipal, eclesiástica, etcétera, que tras las desamortizaciones quedó en manos -mayoritariamente- de la burguesía agraria (aunque, si no aumentó fuerza, no la perdió sensiblemente la propiedad señorial, aristocrática de la nobleza).

Un campesinado proletario

En resumen, el campesino andaluz se proletariza. Y esta es la explicación máxima y última del porqué de las revueltas campesinas andaluzas a partir de ese momento tanto como de su conciencia política de izquierdas.

En 1835 nacen los movimientos junteros y la Junta Soberana de Andalucía, punto de arranque del federalismo, que culminará en 1873 con el movimiento cantonalista y la proclamación del cantón andaluz. Son años de continuos motines populares (desde 18201821, con la sublevación de El Cornil), hasta que en 1847 se dan los más graves sucesos por la llamada crisis de subsistencias (es decir, falta de alimentos). En 1854 se producen numerosos motines y se procede por primera vez a la ocupación y reparto de tierras. Desde ese año al 1873 hay un rosario de agitaciones campesinas y de insurrecciones violentas, que culminan con la insurrección popular de Montilla, el reparto de tierras en Bujalance y la sublevación cantonal.

Aquí se abre un nuevo período: el anarquista, en el campo, y el socialista, en las ciudades, que durará hasta la proclamación de la II República, en 1931.

El período 1931-1936 culmina en ese año con la proliferación de huelgas y, tras el triunfo del Frente Popular, con las ocupaciones y repartos de tierras (reforma agraria).

En esa época se dan los sucesos de la Mano Negra, la matanza de los mineros de Ríotinto, se celebra por primera vez el Primero de Mayo, se inician amplias huelgas en industrias y fábricas. Hay una huelga campesina de medio año de duración (en Teba, Málaga), numerosas huelgas generales (urbanas y campesinas), congresos agrarios, congresos de federaciones sindicales (CNT y UGT) y un interminable etcétera que tiene puntos de máxima fricción en el estado de guerra en Jerez de 1918, con motivo de una huelga general decretada por la CNT. Estado de guerra en Córdoba en 1921, con terribles represiones. La represión general de 1921 contra todo tipo de organizaciones obreras, etcétera; para culminar el proceso, la guerra civil y la represión sangrienta posterior. Hoy, el paro creciente y más elevado de España está aquí. Conviene no olvidarlo.

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