Dennis Wardlow,
alcalde de Cayo Hueso, una isla de Florida (Estados Unidos), no desconocía, el pasado viernes, cuando proclamó la independencia de su tierra de la dominación estadounidense, que en el mismo suelo, muchos años atrás, se habían reunido otros conspiradores para lograr una independencia verdadera. La declaración de independencia de Wardlow es una broma, porque la bandera norteamericana siguió ondeando después de que él proclamara la secesión: con su gesto quería, simplemente, llamar la atención por lo que considera un acto de atosigamiento de las autoridades federales, que han situado frente a la isla una patrulla fronteriza de la armada estadounidense que deja prácticamente incomunicado Cayo Hueso del resto del país. Los cubanos que se reunían en esa isla hace cerca de un siglo para conspirar contra los sucesivos gobiernos españoles iban mucho más en serio. Tanto que al final consiguieron el propósito que tanto perturbó a los pensadores de nuestra generación del 98.
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