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Lucha por el 'ranking' en la banca española

La crisis económica rompe el oligopolio de los 'siete grandes'

Los siete grandes bancos españoles gozaron, durante muchos años, de las delicias de un sosegado oligopolio hasta que la crisis económica mundial y la singular transición española les obligó a espabilar y a competir. La banca está asimilando, a duras penas, aunque a veces muestre resultados deslumbrantes, la ruptura con el pasado y se acicala y pertecha para conquistar el futuro. La crisis económica hizo sonar sus trompetas y los mármoles del jericó bancario se derrumbaron. Ahora, aunque cada uno busca su propia salida, los siete grandes mantienen sus habituales comidas mensuales -pese a que previamente decidan los tenias bilateralmente- y preparan la sucesión al trono financiero, para evitar la ruptura total del club en siete partes desiguales. Pero la supuesta solidaridad bancaria se ha esfumado, y la dificultades crecientes -dicen que la banca puede sufrir mañana lo que hoy padece la siderurgia- enduceren las lucha por el poder.

Los siete grandes son pocos, pero, afortunadamente, mal avenidos. Cada mes firman la paz y se reunen a comer en tomo a la mesa redonda del hermano mayor. Allí disimulan, con buen humor y diplomacia vaticana, el efecto de las heridas de guerra. Son los más poderosos, no por su riqueza sino por su información. Desde allí arriba, en la cumbre de los depósitos bancarios, los siete reyes de la selva financiera reparten y prestan el dinero ajeno. Su oficio, el segundo más antiguo del mundo, consiste en prestar a unos el dinero de otros.Por ello son los confesores de la sociedad, los hechiceros de la tribu, los mejor informados y los más temidos y respetados. Conocen, por obligación, las debilidades humanas, los errores del prójimo, para prestar o invertir con el mínimo riesgo.

Pero las condiciones de antaño han cambiado radicalmente. De un negocio fácil y seguro, de un coto cerrado de Viejos prestamistas de manguito, visera y pluma de ave, se ha pasado a un mercado abierto a los extranjeros, con una competencia despiadada, con tipos de interés activos y pasivos que fluctuan, con operaciones novedosas y arriesgadas, con pérdida de clientes industriales que quiebran o suspenden pagos en cadena, y con una revolución tecnológica que permite concentrar las decisiones bancarias en una sola mano.

La larga marcha de los grandes hacia la cumbre del ranking, hacia los primeros puestos en depósitos de clientes, pasará a la historia como un via crucis repleto de espinas y caídas. A todos ellos les mueve el crecer, crear o presumir -el orden varía en cada caso- y todos ellos compiten entre sí a dentelladas. Las estaciones en este camino hacia la cumbre están marcadas, en las memorias de cada uno de los siete, con las cruces de la absorción, de la fusión o del sacrificio de algún colega en apuros.

Las tres bofetadas del Hispano al Bilbao

La última sacudida, en esta lucha por el ranking, la dió el Hispano contra el Bilbao al quedarse en Semana Santa con Bankunión. El número tres consiguió, por todos los medios, impedir el adelantamiento del número cuatro. Los efectos sobre la moral de la tropa son impresionantes. El Bilbao ha recibido tres bofetadas del Hispano: Bankunión, el crédito al Reino de España y el del Instituto de Crédito Oficial.

Dicen que ha sido un ataque por sorpresa. El viejo elefante Hispano, dormilón y confiado, perdió su liderazgo y pasó del puesto número uno al número tres. Aún recuerdan en Canalejas, 1, los mejores tiempos en que el ministro de Hacienda, José Larraz, quiso repartir el entonces pequeño y revoltoso Banco Central, relanzado por Ignacio Villalonga, un liberal contestatario que aplaudía con desgana al dictador, entre el Hispano y el Banesto.

El malherido Hispano ha iniciado su despertar cosmético contra el Bilbao alejándole de sí y acercándose a la vez peligrosamente al Central que aspira, por vocación y por personalidad, al número uno. "Los trapos sucios deben lavarse en familia", confirman los siete grandes cada vez que comparten la mesa, confundiendo familia con especie. Nada les molesta más que salir en los periódicos, desnudando sus problemas y rencillas internas, pero nada les agrada tanto como ver a sus colegas-adversarios humillados en público. Por eso, el espectáculo del próximo almuerzo de los siete, en la sede de Banesto, promete no tener desperdicio.

Don José María prepara al sucesor

Muchos clientes pagarían por observar, desde un rincón del austero comedor del piso onceavo de Castellana, 7, cómo se desarrolla el próximo almuerzo, cómo se sientan a la mesa, cómo se miran y cómo se cortejan. Un repaso a los temas pendientes, a las medallas y a las derrotas de cada uno de los siete, podría ayudarnos a percibir, a comprender, e incluso a apreciar, la enorme humanidad que ocultan estos gladiadores de: primera fila, convertidos en confesores y siquiatras de nuestra especie. El anfitrión es habitualmente José María Aguirre Gonzalo, 84 años, presidente del Banco Español de Crédito, hermano mayor y, líder indiscutible e incontestado hasta hace escasamente unos meses. Don José María preside la mesa y sienta a su izquierda al elegido para sucederle en el trono financiero y actual delfín, Alfonso Escámez, presidente del Banco Central, y a su derecha a Luis Usera, presidente del Hispano Americano, antiguo y defenestrado líder de la banca venido a menos.

Don José María es un viejo admirable, sabio y dicharachero. Habla de sopetón, no tiene pelos en la lengua e improvisa sin miedo de escandalizar al respetable. Es el primero en hacer uso de la palabra y cuando tienen artista invitado -Agustín Rodríguez Sahagún, Fernando Abril Martorell, Leopoldo Calvo Sotelo, Felipe Gonzalez, entre otros- es el encargado de soltar la andanada de agravios con claridad y sin contemplaciones. Es todo lo contrario a un diplomático. Hijo de rentista que hizo fortuna en América, el jefe de los siete es un hombre de aspecto señorón y costumbres de perfecto burgués. "Solo puedo comer un filete y vestir un traje", suele decir, como un asceta del calvinismo, "lo demás es para invertir, para crear, para emprender". Este hombre,

La crisis económica rompe el oligopolio de los "siete grandes"

encorvado por los años y por las penas, fue elegido y casi empujado a la presidencia del mayor banco de España, hace ya doce años, por un consejo dividido por las grandes familias (Garnica, Argüelles, Herrera, etc.).Bicefalia para la transición

Ha sido un presidente moderador entre las familias. Don José María sabe que la sucesión en el liderazgo de esta cofradía no corresponderá ya, en su ausencia, a quien le sustituya en la presidencia de Banesto y, por ello, parece haber elegido sucesor con cierto distanciamiento y visión histórica en la persona del número dos. En estos momentos se aprecia incluso una cierta bicefalia en la dirección de los siete grandes.

El asunto de la deuda pública a corto plazo puso de manifiesto hace un par de meses que, aunque Alfonso Escámez no es el que más manda, hay que contar, sin embargo, con él antes de tomar decisiones importantes que afectan a toda la banca. Cuando regresó de una de sus innumerables giras por América, el número dos deshizo el acuerdo adoptado por los seis, en su ausencia, obligándoles a rectificar. Hasta aquel momento nadie había osado contradecir al hermano mayor.

Don José María lo sabe todo y lo ve todo con la distancia y la prudencia que dan los muchos años. La carrera de Escámez hacia el liderazgo es conocida desde hace años. Las escaramuzas son viejas. Durante la ley seca del franquismo, que prohibía la expansión bancaria a través de la apertura de oficinas, el Banco Cedntral era conocido como Central de Absorciones.

La gran operación fue, sin embargo, la absorción del Banco Ibérico y la incorporación de la familia Fierro al grupo del Central en 1978. El número dos se convirtió entonces en número uno. Fue una verdadera revolución bancaria. Todos los empleados de banca la recuerdan. El Central cogió carrerilla. Pero el Banesto se desperezó con estrépito y devoró, casi sin pensarlo dos veces, al banco más próximo con el fin recuperar el liderazgo perdido. La absorción urgente del Banco Coca devolvió al Banesto su número uno y puso al Central en el lugar que le correspondía. Pero las mieles del poder son indescriptibles. Alfonso Escámez había sido, al menos, reina por un día. ¿Quién será, pues, el encargado de mantener unido al rebaño de los siete grandes, siquiera sea aparentemente frente al Estado, cuando se retire don José María?.

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