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Tribuna:TRIBUNA LIBRE
Tribuna
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La innovación industrial, remedio contra el paro

La tecnología en el pasado reciente ha sido más beneficiosa que perjudicial para el desempleo. Cara al futuro, existen predicciones sombrías basadas en la capacidad reductora de puestos de trabajo que la microelectrónica parece traer consigo. Aunque así ocurriese, la innovación industrial puede ser una solución para la crisis económica y para el desempleo. España no puede bajar la guardia en lo relativo a creación y aplicación de tecnología avanzada si quiere competir con otros países industrializados y resolver de verdad sus problemas.Las opiniones sobre tecnología y empleo tienen gran atractivo, y las posibilidades del tema para la especulación son muy elevadas. Algo menores resultan esas posibilidades después de estudiarlo a fondo y de analizar ciertos datos e informaciones.

Esa, al menos, es la conclusión a la que se llega en un reciente informe promovido por el Centro para el Desarrollo Tecnológico Industrial (CDTI) sobre la innovación industrial y el empleo. La historia reciente se conoce. En Estados Unidos, al final de los años cincuenta, existió una gran preocupación por la desaparición de puestos de trabajo, causada por el fenómeno de la automatización de los procesos de fabricación. Posteriormente se vio, por la evolución de la economía a lo largo de la década de los sesenta, que la alarma había sido infundada y que la tecnología no tenía la influencia sobre el desempleo que se había llegado a suponer. Desde entonces, se dice que la tecnología actúa sobre la mano de obra desplazándola más bien que eliminándola.

El desarrollo económico de los años cincuenta y sesenta hizo que la mano de obra desplazada, por ejemplo, en la agricultura, fuera absorbida por la industria y los servicios, sectores en los que, por otra parte, se habían podido llevar a cabo inversiones a base del mayor beneficio obtenido por las empresas que aumentaban su productividad vía adopción de tecnologías más eficientes. La teoría económica de los cambios tecnológicos indica que la mano de obra comienza a sobrar a nivel agregado en una sociedad cuando: disminuye la demanda agregada de productos, hay una entrada adicional de mano de obra o hay un aumento de la producción obtenida por individuo (productividad), ya sea por la adopción de nueva tecnología, incorporada en máquinas y equipos, o por la racionalización de los procesos productivos. El tercer fenómeno es el que, como se ha dicho, ha sido hasta ahora bien manejado por las sociedades industriales, debido a la compensación ocurrida con el aumento de la demanda agregada que la innovación permite. La tecnología ha sido en el pasado fuente de beneficios y base de empleos para todos.

El futuro del empleo

En cuanto al futuro, no hay que dejarse engañar por predicciones ingenuas. Es cierto que el desempleo parece estar aquí para quedarse, al menos, durante toda la década. Los os índices de crecimiento previstos muestran que el mecanismo compensador anterior no funcionará. Ocurre, además, que el mundo está a las puertas de una nueva revolución industrial, caracterizada, como las anteriores, por altas tasas de cambio tecnológico. La microelectrónica, como base de tal revolución, trae consigo tecnologías reductoras de mano de obra y afecta, de forma importante, a los servicios. El informe Nora-Minc hace consideraciones sobre la revolución telemática, que llevan a evaluar en un 30% la mano de obra sobrante en Francia en el área de los bancos y las empresas de seguros. Jenkins y Sherman, en estudios realizados en Inglaterra destinados a estimar el desempleo que se producirá en determinados grupos industriales, llegan a hablar de colapso del trabajo. Informes realizados en Alemania a petición de los grandes bancos han coincidido en que con la tecnología hoy existente podría sobrar hasta un 30%. de los puestos de trabajo actuales.

Pero vayamos por partes. La prospectiva nos enseña que hay que desconfiar de las simples extrapolaciones; el hecho de que las cifras proyectadas resulten tan alarmantes es indicio claro de que se van a producir cambios cualitativos. Hoy se habla del crecimiento sin mano de obra, y esto quiere decir que la humanidad puede tener resuelto el problema de la producción para todos con el trabajo de pocos. Es cierto que hoy día el trabajo es un mecanismo fundamental para la distribución de la renta y un medio que proporciona a los individuos misiones significativas y gratificantes; pero si la producción está resuelta precisamente por la tecnología, tal vez sea sólo cuestión de encontrar otros mecanismos para hacer que todos los hombres participen de lo producido.

El caso de España

En lo relativo a España, el informe sobre innovación industrial y empleo, mencionado anteriormente, concluye que hoy el país tiene más dificultades económicas por el hecho de no disponer de tecnología propia que por aplicar tecnología avanzada en sí. El desempleo existente se debe, sobre todo, a la falta de inversiones y a la fuerte caída de la demanda agregada. ¿Qué pasaría, por ejemplo, si España dispusiera de mucha tecnología en el sector de la electrónica de consumo y en el de la microelectrónica? ¿Qué pasaría si se hubieran introducido productos avanzados en áreas industriales activas? ¿Y si la automatización fuera tal que los precios de los productos convencionales fueran muy competitivos a nivel internacional? No cabe duda que, si esto ocurriera, existirían grandes posibilidades para las inversiones, siendo previsible la mejora económica y la solución del desempleo.

No se olvide, en este sentido, que España tiene todavía fuertes posibilidades de crecimiento interno, y tampoco, que en el mundo hay países (México, por ejemplo) y zonas (el sureste asiático) en los que el crecimiento económico se mueve alrededor del 7 y 8%.

En cuanto a la tecnología destinada a la automatización de los servicios, aquí sería posible pensar que una introducción masiva produciría, sin duda, desempleo. Las cosas, sin embargo, no ocurren de la noche a la mañana, y la revolución microelectrónica irá difundiendo sus efectos poco a poco, siendo amortiguados por el relanzamiento general de la economía.

La salida de la crisis económica puede estar en la capacidad innovadora, tal como ocurre en países como Alemania y Japón. La innovación industrial les es claramente beneficiosa, puesto que ninguno de los dos ha sufrido los altos niveles de desempleo de otros países industrializados. La innovación, por otra parte, será beneficiosa siempre, como actividad creativa del hombre.

Difícilmente puede encontrarse una situación en la que el descubrimiento y la invención sean perjudiciales. En ciertas ocasiones, la tecnología, como resultado del proceso innovador, puede producir desempleo, pero siempre en combinación con otras circunstancias. Hay casos, tales como la importación continua de tecnología avanzada, en que puede producir desempleo sin remisión, pero este es, precisamente, un ejemplo de país que importa y no innova. La innovación, en este caso, es beneficiosa para el país que la ha llevado a cabo y perjudicial para el que simplemente aplica la tecnología obtenida.

En cuanto a productividad y empleo, la elección hay que hacerla claramente a favor de la primera si no se cambia de modelo económico. Un país, como España, con un modelo de economía libre de mercado, que necesita competir, interna y externamente, con otros países, difícilmente podrá detener el proceso de mejora de productividad. Hacerlo así sería una especia de suicidio, ya que la pérdida de productividad significaría pérdida de competitividad, y esto, a su vez, pérdida en la cuota de participación en los mercados, lo cual conduce a una pérdida final de empleos, en general, más fuerte que la que se trataba de evitar.

La incapacidad innovadora y el círculo vicioso

Sugerir que España, país con manifiesta incapacidad innovadora en el terreno industrial, ha de abandonar sus pretensiones en el área de la tecnología, ahora que las empresas están empezando a valorarla y que las instituciones públicas se están movilizando para promover su desarrollo, no es sino una forma de perpetuar el círculo vicioso en que se halla inmersa.

La tecnología no puede ir contra el empleo si sobre ella se actúa adecuadamente. Es decir, si se planifican las necesidades de investigación, si se procuran medios suficientes, si se gestiona adecuadamente el proceso innovador y si, en definitiva, el país opta decididamente por la innovación.

La tecnología, en estas condiciones, es parte del problema, porque requiere mucha atención para evitar efectos no deseados, pero, sobre todo, es parte de la solución, porque de manera determinante proporciona la base para la inversión y permite la mejora de la competitividad.

Adolfo Castilla es profesor agregado de la facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Autónoma de Madrid.

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