'El fantasma, de la Opera', buena película de un mal director
Uno de los hechos diferenciales del cine de Hollywood, lo que hizo de este mítico barrio californiano una auténtica fábrica de cine en sus épocas doradas, fue la posibilidad de que un director mediocre, un vulgar artesano sin iiiiagliiacióii, realizara una buena película. Es el caso del anodino Arthur Lubin, conocido en el mundo por ser el responsable de la tontorrona serie del delfín Flipper, pero director también de la muy estimable y rara película El fantasma de Ia Opera, en 1943.Confluyeron sobre el trabajo de Lubin en aquella ocasión varias circunstancias que le auparoti por encima de sus posibilidades personales. La primera fue la tradición creada en los estudios hollywoodenses durante la década de los años treinta en el terreno del cine de terror. Entre otros, Tod Browning y James Whale, con sus Dráculas y sus Frankensteins, realizaron una serie de obras incomparables, auténticas joyas no solo del género sino del cine como tal. Estas películas crearon un estílo, una técnica, un saber hacer, que fué heredado por los equipos de los estudios, por los guionistas, los decoradores los ambientadores y, sobre todo por los iluminaciores y camarógrafos. Estos hicieron a Lubin la película.
Otra circunstancia hay que buscarla en el color. La fotografía de El fantasma de la Opera es casi media película. Colores violentos, extraños efectos de tenuidad o de contraste, compusieron un filme pictórico, caracterizado por un ambieni,e inquietante y casi próximo a lo que, por entonces, comenzaba a experimentar un cineasta del talento de Fritz Lang, para llevar al cine norteamericano los aires de¡ expresioti,snio alemán. Sin proponerselo, Lubin fue un pionero en los avances estilísticos del color y su película un adelanto a su tiempo.
En tercer lugar, la fuerza barroca y romántica de la historia, desarrollada en un guión impecable y con una hábil dosificación de los efectos de tensión y sorpresa, aunque esta ya nos queda un poco ingenua. Y, finalmente, el sustrato erótico del relato, proporcionado por una muy interesante transposición del míto de la bella y la bestia y muy bien interpretado por Susan Foster y, sobre todo, por Claude Rains, que consigue hacernos olvidar la fofa y almibarada presencia de Nelson Eddy.
El fantasma de la Opera se emite el lunes a las 22.30 por la segunda cadena.
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