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Tribuna
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Cabeza de turco

Las elecciones presidenciales y los temores que despierta la visita de la Real Sociedad han producido el cese de Vujadin Boskov. El sistema utilizado para darle la boleta no ha sido elegante. Luis de Carlos, en confesión de parte, ha justificado la decisión por cuestiones electoralistas. Ha sido un error despedir al entrenador cuando únicamente quedan cuatro partidos de liga. De Carlos se ha querido quítar de delante las posibles protestas del público si ante la Real río se obtiene un resultado satisfactorio, y no se ha dado cuenta de que, desaparecida la cabeza de turco, los pañuelos sólo tendrán como objetivo el palco.El cese de Boskov no puede defenderse desde el socorrido pretexto de que la plantilla estaba en su contra. Tampoco puede entenderse el cambio de entrenador como un revulsivo, porque Molowny no es el ungüento amarillo que se trae de fuera. Es un buen profesional, como tiene sobradamente demostrado, pero los jugadores le conocen sobradamente.

El recuerdo de aquella final de Copa que ganó Molowny al Barcelona -sin Cruyff-, el año del 0-5, ha debido influir poderosamente en la decisión del cambio. Pero esa es una ilusión que forma parte del ámbito supersticioso del fútbol.

La labor de Boskov ha sido discutida desde hace tiempo, pero el relevo no se ha producido en el momento oportuno. La presión del público no me parece suficiente argumento. Entre otras razones, porque cierto sector se ha equivocado de medio a medio en sus últimas reacciones. Boskov no iba a continuar la próxima campaña, pero De Carlos le ha convertido en su chivo expiatorio.

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