La serie 'Ramón y Cajal' termina con el homenaje internacional al científico
Esta noche se cinite el último capítulo de una serie que hay que contar entre las más afortunadas de cuantas ha producido TVE, Ramón y Cajal. El cuidado y la solvencia de los guiones, con algunas matizaciones, junto con la ambientación, dirección e interpretación, han convertido a esta serie en uno de los trabajos más acabados de cuantos ha emprendido Prado del Rey en los últimos años. Sin duda, Ramón y Cajal se merece un lugar en la primera cadena para poner a tono su calidad con su audiencia. Al parecer, este lugar ya se está buscando.
Capítulo aparte merece la popularidad que ha adquirido la interpretación de la serie. Cada personaje es una creación y hay muchos a lo largo de la serie. Los personajes estelares, a cargo de Verónica Forqué y Adolfo Marsillach, se han convertido en figuras familiares para los muchos televidentes que han seguido capítulo a capítulo sus vidas. La composición de Marsillach alcanza tal verosimilitud que los perfiles físicos del sabio y el actor han llegado a identificarse, y ya no se sabe bien quién es quién.En este último capítulo vemos a don Santiago convertido en el sabio español de más prestigio en el mundo. Le persiguen los honores, las distinciones y los premios, pero nada de esto arranca al investigador de su vida modesta y apartada. Se ha comprado una casita en los alrededores de Madrid, y en ella, es donde precisamente recibe, un día de 1906, la irioticia de que le ha sido otorgado del Premio Nobel de Medicina, compartido con el italiano Golgi, Los intentos del científico de que la noticia no se extienda son inútiles, porque toda la Prensa airea el acontecimiento en sus primeras páginas.
En Estocolmo, Golgi se atribuye la totalidad del mérito. Cajal, en cambio, dice que su trabajo hubiera sido imposible sin el previo de una decena de sabios, a los que nombra.
En 1921, Cajal está apunto de jubilarse de su cátedra madrileña. Se le propone la fundación de un "Instituto Cajal" en un edificio del cerro de San Blas. El sabio se estremece: el homenaje le parece un epitafio. En 1930 muere Silveria, su compañera de toda la vida. Cajal se encierra y afronta la edición póstuma de sus obras. Cuando piensa que está olvidado, un homenaje espontáneo se desencadena. Pero el gran homenaje llegará en 1934. Madrid entero acude a su entierro.
La serie ha sabido compaginar el interés argumental con el pedagógico. No sólo es el retrato de un gran hombre y su familia, sino también de la España de un tiempo muy cercano, que, no obstante, está muy poco explorado por el cine y la televisión. La serie abre un camino, al tratar con seriedad y competencia temas que nos conciernen a todos y que son perfectamente exportables a televisiones extranjeras.
Ramón y Cajal se emitirá hoy a las 21.35 por la segunda cadena
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