Las cantonales en Francia
LAS ELECCIONES locales en Francia se examinan siempre con un mismo ritual semántico a partir de esta base: quienes parecen perder explican que este tipo de elecciones no tiene carga política, sino meramente administrativa y alejada de los partidos, mientras que los que ganan proclaman que la opinión pública francesa lo ve todo bajo un prisma político. Además de eso, nadie cree jamás que ha perdido realmente. Las elecciones cantonales, cuyo primer turno se celebró el domingo, no han sido una excepción a toda esta dialéctica. La derecha sostiene que ha ganado a la izquierda al obtener el 49,92% de los votos frente al 49,59% de la izquierda, y que la campaña electoral ha sido más política que administrativa; por tanto, que el Gobierno de izquierdas ha sufrido un serio revés. Pero el partido socialista mantiene que continúa siendo el primer partido de Francia, que incluso muestra un progreso sobre las cantonales pasadas y que, por tanto, ha ganado también esta guerra. Si la izquierda es minorítaria se debe a que los comunistas han retrocedido seriamente -casi siete puntos con respecto a las elecciones anteriores-, los cuales se indignan y dicen que si han bajado puntos es por favorecer a los socialistas y no por su propio desgaste. Todos los de la izquierda protestan, en cambio, de que la derecha se proclame vencedora cuando esa derecha no existe como tal: chiraquianos y giscardianos llevan años desunidos y regañando entre sí.Las elecciones cantonales, en sí mismas, son poco importantes. El cantón es una circunscripción administrativa de tipo medio, menor que el departamento y mayor que el municipio. Los elegidos por los cantones integran el consejo general del departamento, que es renovado a razón de la mitad cada tres años. El consejo general -algo equivalente a nuestras antiguas diputaciones provinciales- está sometido sin embargo a la autoridad central, representada por el prefecto. La división en cantones es irregular, y una de las alegaciones que se suelen hacer en casos como el actual es que los cantones rurales tienen una representación mayor que los urbanos, con lo cual este tipo de elecciones tiene siempre un carácter más conservador (España sufre en estos momentos en sus camiones de frutas y verduras, y lo sufre Italia en sus envíos de vino, este conservadurismo tradicional del campesino francés). El consejo general de cada departamento tiene unas atribuciones de carácter económico y administrativo -sobre todo en temas de carreteras, de asistencia social- que están siempre sometidas a la aprobación o al veto del prefecto. Pero tiene prohibida la intervención en temas políticos, incluso cualquier resolución de ese carácter. Precisamente en estos momentos el gobierno socialista está aplicando unas primeras medidas de descentralización, reduciendo el papel de los prefectos y aumentando el de los consejos generales: el hecho de que no haya sido masivamente apoyado en este primer turno electoral indica que quizá algunos consideren esa descentralización como demasiado tímida, y otros, como demasiado audaz.
El segundo turno de las elecciones, el domingo próximo -para cubrir por votación simplemente mayoritaria los puestos que han quedado en suspenso por no alcanzar ningún partido la mayoría absoluta exigida en la primera vuelta-, configurará realmente el resultado electoral. Pero no se espera que la corriente de opinión cambie mucho de aquí a entonces. Fuera de toda semántica, y tratando de mantener una máxima objetividad, puede observarse que en la Francia predominantemente rural el Gobierno socialista no ha arrastrado a la opinión, que sigue siendo conservadora, y que el partido comunista, que hace un gran esfuerzo cerca del campesinado, sigue arrastrando su propia decadencia y lleva encima el capirote de hereje por su posición favorable a la URSS en el asunto de Polonia, que tan profundamente ha sido considerado en Francia.
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