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Las embajadas de Beirut se vacían a causa de los actos terroristas

Los diplomáticos abandonan Beirut, y los que opinan por quedarse, sólo lo hacen rodeados de una nutrida escolta de guardaespaldas y se desplazan por la capital libanesa en vehículos blindados. La crisis libanesa ha entrado, por primera vez desde 1975, en una nueva fase con la aparición de un terrorismo específico dirigido contra las representaciones diplomáticas.

Este fenómeno, opinan los observadores, puede ser el preludio de una nueva puesta en tela de juicio de la autoridad del Estado libanés.El embajador de Kuwait, Abdel Hamid Boueijane, fue el precursor de esta ola de deserciones cuando el pasado 10 de marzo abandonó Beirut junto con todos los funcionarios kuwaitíes de su embajada, sin advertir siquiera al Ministerio libanés de Asuntos Exteriores.

Tres días más tarde, el último diplomático jordano, un agregado acreditado en Beirut, abandonó la ciudad por motivos "relacionados con su seguridad". Días antes, la agencia jordana de información había retirado de Beirut a todo su personal jordano por razones similares. En abril de 1981, el encargado de negocios jordano, Hicham Mohayssen, permaneció secuestrado durante más de un mes.

Los dos últimos diplomáticos de Bahrain, un embajador y un agregado, han abandonado también Beirut tras haber recibido numerosas llamadas telefónicas anónimas en las que se exigía al régimen de Mananá que rectificase su política.

El embajador saudí, Alí Shaer, parece haber entendido la lección desde hace tiempo. Desde septiembre no ha aparecido por Beirut, sin que se haya dado una explicación oficial a su ausencia.

Irak, por su parte, tras la voladura de su embijada en diciembre -en la que resultaron muertas unas cien personas- optó, sorprendentemente, por trasladar sus servicios consulares al sector Este de la capital, controlado por las milicias falangistas cristianas de extrema derecha. Se calcula que el promedio de vida de un guardia de la embajada iraquí destinado en Beirut es de seis meses. Hasta ahora sólo Chile y Argentina, más por afinidades ideológicas que por motivos de seguridad, habían instalado sus cancillerías en el sector oriental de la ciudad.

Aparte del asesinato en septiembre del embajador de Francia Louis Delamare, y del secuestro, en agosto de 1980, del entonces embajador de España, Luis Jordana de Pozas, los diplomáticas occidentales no parecen, por ahora, tener nada que temer. Los intereses occidentales están, sin embargo, más amenazados. Tras la explosión, el lunes, de una carga de dinamita en el centro cultural francés de Beirut Oeste, el nuevo embajador de Francia, Paul Marc Henry, reveló que la cancillería gala "está sometida constantemente a amenazas".

Para las autoridades libanesas a través de estos atentados contra diplomáticos se intenta socavar poca autoridad de la que aún disponen y a incrementar su aislamiento diplomático.

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