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Giscard d'Estaing busca los votos de puerta en puerta en la misma ciudad donde inició su vida política

Mañana se celebra en Francia la primera vuelta de las elecciones cantonales. Es la primera votación de ámbito nacional tras la arrolladora victoria de los socialistas en las elecciones presidenciales y legislativas del año pasado. El resultado de estos comicios no modificará en absoluto la relación de fuerzas establecida por el triunfo del mitterrandismo, pero se considera el primer índice de carácter nacional sobre cómo se recibe la gestión del nuevo Gobierno en la Républica Francesa.

El ex presidente Valéry Giscard d'Estaing se ha convertido en la atracción principal de estas elecciones. Giscard se presenta a consejero general (diputado provincial) por la ciudad de Chamaliers, en el sur del país, de la que ya lo fue por primera vez en 1958, cuando inició su carrera política. Má tarde fue alcalde de esta ciudad durante los siete años que precedieron a su acceso al palacio presi dencial del Elíseo.Presentarse a consejero general en Francia, para un hombre político que ha sido presidente de la República, es algo así corno si un catedrático de Derecho decide volver a presentarse a unas oposiciones para maestro de escuela. ¿Que pretende con una iniciativa semejante el rey, el hombre superdotado, distante, altanero, favorecido por todas las suertes, que jamás conoció un revés en su fulgurante trayectoria pública hasta mayo último? Unos ven un ejercicio de modestia bien calculado, que le conducirá el año próximo a las municipales, y acto seguido, su amigo y diputado alcalde del lugar, Claude Wolff, dimitiría para que Giscard se encontrara de nuevo en la Asamblea.

Otros creen que el ex presidente aspira a presidir el Senado. En cualquier caso, con su mera presencia ha hecho que se hable de las cantonales, unas elecciones de las que el 47% de los franceses no sabe ni siquiera que se hacen por sufragio universal.

La vida cotidiana

Son las 10.30 horas y en la alcaldía de Charnaliers esperamos al candidato a consejero general, Valéry Giscard d'Estaing, la televisión norteamericana, un fotógrafo de Lyon y EL PAIS. Minutos después, Giscard aparece y saluda a los reporteros. "Ah, EL PAIS", exclama Giscard mientras caminamos hacia su automóvil. "Recuerdo que me hicieron una entrevista cuando fui a España en 1976" "No, por favor, no fue en 1976" Giscard recapitula: "¿Está usted seguro de que fue después?". Y le interrumpimos, caminando aún lentamente hacia el coche: "¿Qué impresión le produce esto de dedicarse a los asuntos de la vida de todos los días, tras siete años de gestión de los asuntos mundiales?". Giscard: "Yo he preferido siempre los asuntos de la vida cotidiana, se lo aseguro".Nueva pregunta durante el breve paseo: "¿Y por qué empieza de nuevo por consejero general?". Giscard: "Es lo que he hecho siempre desde 1958". Y Giscard ya ha metido su 1,86 metros de estatura en un Renault 6, que conduce René Paput, un adjunto del alcalde y consejero general también, que esta mañana le va a servir de guía. Al R-6 le sigue otro utilitario, en el que viajan el jefe de la campaña, Patrick Dos, y un hombrón con pinta de guardaespaldas, además del chófer. "No quiere polícía", dice su jefe de campaña.

Son las once de la mañana y Giscard inicia, de puerta en puerta, su recorrido electoral en la avenida de Thermes, una arteria importante de esta Chamaliers congelada, a pesar del sol y de las bellas colinas que la resguardan. Giscard entra en un café. Su jefe de campaña advierte: "Siganlo a distancia, por favor, y que conste que no quiere hablar de nada que no sea local. Es una elección local, compréndanlo". El ex presidente sale del café con su guía, René Paput. Una señora se le echa encima, emocionada, pero Giscard, tieso, a cuerpo gentil, sonriente, impecable con su traje marrón claro, adivina a un señor en la otra acera y cruza la calle. El señor se quita el sombrero y se deshace para pronunciar "señor presidente". Entre tanto, un albañil pasa por el centro de la calle y Giscard gira la cabeza. "Bon jour". El albañil apenas responde.

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Naturalidad absoluta

Otro bar. Giscard se sienta en un taburete, con la mano izquierda metida en el bolsillo del pantalón y con el codo derecho apoyado en el mostrador. Habla con los clientes, saluda con soltura casi natural a otro parroquiano que llega. Su guía le presenta en todas partes; el jefe de la campaña y los otros dos hombres se mantienen siempre a distancia, como los cuatro periodistas que formamos la comitiva.En los bares, Giscard se detiene más, aparentemente gozoso, interrogador interesado, sentado a veces; otras, en pie, firme, con los talones de los pies juntos y con las manos cruzadas sobre el bajo vientre, moviendo la cabeza a un lado o al otro, como si mirara algo. De nuevo calle adelante y Qiscard entra en una edificio para saludar a la señorita de la centralita telefónica. Luego entra en otra tienda de ultramarinos. Los dueños se inflan de satisfacción; las dos elientas presentes miran al presidente extasiadas. Giscard saca un peinecito del bolsillo y, con absoluta naturalidad, conduce sus aladares largos por encima de su calva. Ya estamos al final de esta larga avenida. Aquí se extiende una colonia de chalés muy agradables, construidos por el ayuntamiento y en los que viven empleados que pagan alquileres modestos. Chamaliers es una ciudad residencial a la medida de Giscard. En uno de estos chalés, Gíscard permanece más de media hora. La familia, que debía estar al tanto de la visita, se ha vestido de fiesta para recibirlo.

A continuación entra en otro chalé. Entre tanto, en la tienda de ultramarinos de enfrente se hace tertulia. Una clienta se pone nerviosa porque Giscard no aparece y quiere marcharse, pero la tendera insiste: "Espera, mujer, que hay que verle". Y convence a una transeúnte para que se una al grupo. La clienta, nerviosa, dice que "es un orgullo para nosotros tener un hombre así, que habla con todos y que es de tan alto rango". Todos aprueban, menos el tendero, que matiza: "A mí lo que no me gusta es que, siendo quien es, se dedique ahora a ir de puerta en puerta". Por fin, Giscard aparece y toda la tertulia observa envidiosilla cómo la familia del chalé se hace fotos con él delante de la puerta.

Ya es la hora de comer. Los otros periodistas se han marchado. Giscard, a pie, camina hasta la alcaldía con sus hombres. En un momento dado vuelve la cabeza y sigue adelante. La operación se repite dos veces. Por fin, se detiene y pregunta al periodista.

-¿Ha visto todo lo que quería?

-Sí, algo he visto; por ejemplo, que se le acoge calurosamente.

Y los dos solos (su comitiva, delicadamente, se ha distanciado) paseamos hasta el ayuntamiento.

-Señor Giscard: ¿qué le aporta a usted este contacto con la gente tras una vida política en las altas esferas del Estado?

-Mire usted: la vida política nos devora, se pierde el contacto con la gente. Empezando por la protección personal, todo el mecanismo de la vida pública nos; separa del ciudadano. Y si se quiere reanudar ese contacto no hay más remedio que volver a la vida cotidiana.

-Pero ¿qué cosa precisa o qué enseñanza le ha aportado esta campaña?

_Yo no diría una sola cosa, sino muchas. Y pienso que a la gente también, porque se crea una idea deformada de uno.

-¿Piensa volver a España a cazar?

-Sí, sí; en cuanto sea la temporada. Además, no quiero perder contacto con España. Una vez al año, por lo menos, deseo ir a su país.

-En donde usted tiene amigos, pero también muchos enemigos, como supongo que sabe.

-Sí, sí; lo sé. Yo tomé la decisión política que usted conoce sobre la entrada de España en la Comunidad, pero las dificultades entorpecieron el proceso. Y ahora, ya lo ve usted, las cosas no han cambiado.

-¿Está usted escribiendo algo?

-Sí, un libro, del que no digo el tema, pero sí que saldrá en el otoño próximo.

-¿Y qué lee en estos momentos?

-Dos libros a la vez: uno sobre la revolución de 1884 y otro sobre Teilhard de Chardin, escrito por las hermanas Lukas, norteamericanas.

Giscard se despide con una invitación: "Venga esta tarde a la inauguración de la biblioteca municipal de Chamaliers".

La flor y nata

Son las cinco de la tarde. Unas doscientas personas están en la nueva biblioteca. La flor y nata del lugar, perfumada, enjoyada, se apiña en torno a Giscard, en traje gris, acompañado por su esposa, Anne Aymone. Ni un solo Jover asiste al acto. Hace pocos momen tos, los alumnos del liceo de la villa, que está al lado de la biblioteca, terminaron sus clases. El rnomento culminante de la fiesta electoral es para la TV alemana. Giscard ha accedido a recitar un poema de Goethe (Der Ehköning) para el primer canal de esa televisión. Aplausos, entusiasmo del mundo giscardiano.En cuanto termina, le interrogamos: "¿Y por qué no recita un poema español". Giscard: "Perdone, pero no hablo el español y no séde memoria ninguna poesía; pero ahí está mi mujer, que habla su idioma y sabe poemas. Hable con ella". La señora Giscard nos declara: "Lo aprendí en el colegio y tenemos un matrimonio español en casa, los cocineros, con los que hablo. No me sé ninguna poesía de memoria, aunque he leído a Cervantes, a Lorca y a otros autores".

Aquí nadie lo pone en duda. Desde mañana, domingo, en cuanto finalice la primera vuelta, Giscard ya será consejero general de Chamaliers. El bar del hotel Le Par, en el centro de la ciudad, rebosa de mozalbetes de uno y otro sexo. Unajoven nacida en Chamaliers, de padres españoles, Patrícia Fernández, se declara giscardiana y comenta: "Hace falta valor para hacer lo que ha hecho".

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