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El futuro del comunismo soviético

A partir de la era de Jruschov cuando las contradicciones y debilidades del sistema soviético fueron admitidas y quedaron expuestas ante todo el mundo por los sucesores de Stalin, el mundo de los kremlinólogos occidentales, con su eterno debate sobre el futuro del comunismo soviético, quedó dividido en dos corrientes principales de pensamiento.Una de ellas, motejada inmediatamente como la de los optimistas, creía que los dirigentes del Kremlin conseguirían llevar a cabo todas las reformas económicas y políticas necesarias para hacer el sistema soviético más eficaz y aceptable: tanto para su pueblo oprimido, que podría gozar de cierto grado de liberalización, como para Occidente, que encontraría en una Unión Soviética reformada un compañero mejor en la era atómica.

Los pesimistas, que se definían a sí mismos como realistas, mantenían que el sistema soviético nunca toleraría reforma alguna; por el contrario, dado que las debilidades y contradicciones eran evidentes, se produciría algún tipo de revolución.

Pero los pesimistas no conseguían ponerse de acuerdo sobre qué tipo de revolución ni sobre cuáles serían sus resultados: una posibilidad era que se produjera un nuevo estalinismo con un carácter todavía más expansionista y peligroso; otra posibilidad era que la revolución produjera la división del imperio soviético y se abrieran las puertas a la democratización de una parte de él, o de su totalidad.

Estas dos posibilidades eran el tema de las discusiones entre los expertos occidentales a mediados de los años sesenta.

Pero ninguna de las dos opciones, veinte años más tarde, ha tomado cuerpo, a pesar de que las contradicciones y debilidades se han incrementado.

Las reformas planteadas durante la época de Jruschov, y durante los primeros tiempos de la troika Breznev-Kosiguin-Podgorny, fueron abandonadas al haber sido consideradas como demasiado peligrosas para la autoridad del partido.

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Es cierto que se han producido revoluciones, pero solamente en los países satélites, y fueron inmediatamente reprimidas bien por la intervención militar directa o, cuando se consideró que eso era demasiado peligroso para los intereses globales soviéticos, mediante la autorepresión.

El éxito aparente de esta última fórmula en Polonia plantea un serio problema: ¿Implica este éxito que el único futuro posible consiste en recurrir sistemáticamente a la utilización del actual, bastante ineficaz, mecanismo sombrío y peligroso, pero que funciona, basado en el totalitarismo y en la potencia del ejército rojo?. Quizá sea esta la solución más oportuna, pero la mayoría de los expertos occidentales sigue creyendo que la debilidad e ineficacia del comunismo soviético no pueden ser compensadas indefinidamente mediante la represión.

La evidencia de que la actual directiva soviética va a ser totalmente renovada, por razones de edad, en un futuro próximo concede credibilidad a la teoría de que "algo va a ceder" en la maquinaria soviética.

Los intereses de los tres grupos dominantes en el Politburó, y en la totalidad de la Unión Soviética, parecen estar en contradicción.

Los burócratas de la economía son culpados tanto por los burócratas del partido como por los dirigentes militares de ser incapaces de proponer una base económica fuerte que pueda acomodar en su seno los sueños y planes de los otros dos grupos. Los dirigentes del partido quieren más bienes para contentar a las masas, en tanto que los generales tienen que mantener una colosal máquina militar, la cual desean ampliar continuamente.

Pero la burocracia económica tiene que estar igualmente en desacuerdo con los otros dos grupos: con los militares, por sus incesantes demandas sobre unos recursos limitados; con la directiva de] partido, por haber coartado todas las reformas económicas. Hace poco, la determinación de los dirigentes del partido de salvaguardar la autoridad del partido en todas las áreas del impero ha llegado a poner en peligro las relaciones económicas con el Oeste, las cuales, en una atmósfera de detente, compensan en parte la ineficacia de la economía soviética.

Si los intereses y ambiciones de cada uno de los tres principales grupos de poder son incompatibles entre sí y si el compromiso Breznev se rompe después de Breznev se pueden producir dos situaciones.

La primera es una situación Jruschov, basada en una alianza entre los reformistas del partido y, del Gobierno, que conllevaría a reformas, distensión y policentrismo.

Una alianza entre los defensores de la línea dura del partido y los militares llevaría, por otra parte, a una situación Jaruzelski a escala soviética, que incluiría más represión, más expansionismo y una "economía comunista de guerra".

No se dispone de indicios claros sobre cuál de las dos situaciones puede prevalecer: se sabe muy poco sobre los jóvenes líderes soviéticos y sus puntos de vista. Pero ya es tiempo de que Occidente empiece a tratar de lo que puede: hacer para aumentar las posibilidades de éxito de la primera posibilidad, la situación Jruschov. El factor occidental tendrá una gran influencia a la hora de solucionar la ecuación soviética.

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