Los centenarios olvidados: José Garibaldi
La costumbre española de celebrar los centenarios de los más importantes personajes del pasado, a menudo ha sido criticada por cuanto se le imputa que se corresponde con el sistemático olvido de los creadores vivos, que ellos sí necesitan del respaldo de la opinión pública.Sin embargo, cabe reconocer que tales celebraciones permiten por lo menos recuperar para el gran público figuras que le son desconocidas. Así, hoy, millones de españoles se han enterado de que hace cien años nacieron talentos de la dimensión de Pablo Picasso o James Joyce, para citar a los más publicitados en los últimos meses.
Pero, por otra parte, es innegable que tales celebraciones -que, insistimos, tienen su lado positivo-, sin embargo, implican siempre una selección, que automáticamente discrimina a otros nombres y hechos.
Pensamos, escribiendo esto, en algunos ejemplos, pero es posible que los lectores puedan aportar otros casos.
Así, se omitió celebrar, o por lo menos recordar, el primer centenario de la fundación de la Unión Mundial del Libre Pensamiento, producida en Bruselas en 1880, y que los delegados eran César de Paepe (Bélgica), Louis Büchrier y Wilhelm Liebknecht (Alemania), Charles Bradlaugh y Herbert Spencer (Inglaterra), Karl Voght (Suiza), D. M. Benett (Estados Unidos) y Ramón Chies (España). Esta entidad, en 1934, celebró uno de sus congresos mundiales en Barcelona.
Uno de los librepensadores fundacionales fue el más importante personaje de la izquierda política italiana en el siglo XIX, cuyo centenario hoy se está festejando en todo el mundo. Nos referimos a José Garibaldi, nacido en Niza en 1807 y que falleció hace cien años en la italiana isla de Caprera, es decir, en 1882.
En la larga etapa de su actuación pública,entre 1834 y 1882, y no solamente en Italia, sino en América Latina, Estados Unidos, Francia, Grecia y, por extensión, en el resto del planeta, tuvo el prestigio de una especie de Che Guevara, líder de las masas populares y progresistas en lucha contra las dictaduras y los imperios. La fama de su valentía, integridad moral y generosidad le creó un halo romántico. Su apoyo como radical librepensador a la difusión de la cultura popular y de rechazo de la aristocracia y el clericalismo le acercó a la Asociación Internacional de los Trabajadores, creada en Londres en 1866. El garibaldinismo, como tradición política de la izquierda italiana, llega prácticamente a nuestros días y es una de las vetas que explica la vida pública contemporánea de ese país mediterráneo.
Las gentes de sus tiempos llamaron a Garibaldi el héroe de los dos mundos, aludiendo al hecho de que, junto a su participación en el proceso revolucionario de la unidad política italiana, entre los años 1836 y 1848 vivió intensamente en Brasil, Uruguay y Argentina. Exiliado en América del Sur, Garibaldi y sus compafieros de la emigración risorgimentale italiana actúan en los cuadros de los combatientes de la República riograndense en lucha contra el imperio brasileño, y después, al servicio de la República Oriental del Uruguay, entonces invadida por las fuerzas de la dictadura argentina de Juan Manuel de Rosas.
Garibaldi, en contacto con los hispanoamericanos, como se dice en aquellas tierras, se acriolló y adoptó el atuendo, las costumbres y hasta el idioma español, en el que escribió algunas de sus obras literaris, pues, aparte de guerrillero, corsario y general revolucionario, fue también escritor. En Río Grande del Sur había casado con la brasileña Anita, de la que tuvo sus hijos en Montevideo. Participando en las guerras americanas, aprendió las tácticas de la guerra a la española, que introdujo en la famosa Legión Italiana, algunos de cuyos oficiales habían luchado junto a los liberales en España. El principio del voluntariado en el reclutamiento de las milicias populares lo popularizó en Italia y lo llevó a las guerras de liberación de Grecia y a la defensa de Francia, invadida por los ejércitos prusianos.
Por ser demócrata, republicano, anticlerical, populista y hasta cosmopolita, fue muy admirado en España entre los años 1868 a 1875. No solamente personajes como Pi y Margall, Salmerón, Garrido, Ruiz Zorrilla y hasta Castelar, tuvieron correspondencia con Garibaldi, sino que hubo miles y miles de españoles que hicieron conocer su entusiasmo por el héroe del pueblo. Sería lamentable que hoy, cuando España reemprende la senda democrática, los descendientes de quienes hace cien años admiraban a Garibaldi omitan por lo menos conocerlo.
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