Los poscristianos
Es indudable que el cristianismo ha jugado un papel primigenio en la formación básica de nuestra manera de concebir y estar en el mundo, junto con la formulación ética de las relaciones interhumanas, pero sería tremendamente deformador reducir el hecho cristiano a una cuestión puramente contingente en lo histórico, político, social y económico; ya que ello,. en sí mismo, supondría un intento de descristianización del propio cristianismo.Ya san Pablo, cuando escribe a las distintas comunidades cristianas de Asia Menor, le previene contra esta tentación y les expone el núcleo esencial del cristianismo: "Confesar que Jesús, el Mesías, es el único enviado de Dios, que tiene como misión dar a conocer la inauguración de un nuevo tiempo que se funda en el Amor y la Justicia de Dios. Y que ese mismo Jesús, al que confesamos, ha muerto en un instrumento de tortura, ¡la Cruz!, para escarnio de muchos y signo de victoria para los que creen que Dios lo ha resucitado, es decir: que ha aceptado esa muerte como principio de liberación".
Muchos de ustedes podrán objetar que la fe es un riesgo que hay que asumir en permanente contacto con las preguntas que la razón humana se plantea sobre su propio destino. Desde mi posición de creyente, y dejando en un segundo plano la "razón intelectual", de la que no soy un experto, acepto dicha objeción y la hago mía, pues en mí vivir cotidiano experimento que la fe es una aventura diara que implica el riesgo de estar sometida a los múltiples condicionantes históricos-ideológicos. Sí, la fe puede ser algo ambiguo, pero cuando es plenamente vivida uno no olvida jamás que el ritmo que la hace posible no es de abajo-arriba, todo lo contrario, de arriba-abajo, pues procede de Dios, se nos presenta como un regalo que se acepta en el caminar por la vida, con todas sus implicaciones, en orden a un compromiso solidario con el mundo, pero sin ser del mundo, ya que está orientada a Dios mismo; no a una idea cualquiera de Dios, ya sea filosófica o mitológica, sino como diría Pascal: "Al Dios de Abraham, Jacob e Isaac, al Dios de nuestros padres, al Dios de Jesucristo", al cual puedo escuchar y hablar, cantar, danzar y ofrecer sacrificios; en definitiva, a un Dios que está con nosotros y que se compromete con nuestro destino de muerte y vida. Este Dios, en el que los cristianos debemos creer sinceramente, está muy lejos de la idea de Dios que los intelectuales, a veces sin mala fe, intentan presentarnos y que la más de las veces es una caricatura de un ser alejado de nosotros y de nuestras preguntas últimas por la existencia.
Estas puntualizaciones son necesarias para hablar de un poscristianismo desde una óptica cristiana, como muy bien señala J.G.Caffarena en su artículo, al referirse al término "poscristianismo" como diagnóstico socio-cultural. Pero que, a fin de cuentas, nada tiene que ver con la esencia del cristianismo que, en sí mísma, no puede acomodarse a los carnbios o vaivenes "ideológicos de un lócalismo cultural occidental"./
HH. de Jesús (Ch. Foucauld).
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