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El Atlético, incapaz de mantener un ritmo regular

El Atlético sufre ante la palabra regularidad. No va con su particular idiosincrasia eso de mantener una línea de continuidad en sus éxitos. Fiel a su tradicional espíritu masoquista volvió a dar la de arena el domingo, y bastante hizo con salvar uno de los dos puntos en litigio, ante un Spórting al que le faltó ambición para concretar su superioridad técnica. Fue un partido sin ataques: el Atlético no lo tuvo porque le faltaron Hugo y Marcos; el Spórting porque no arriesgó. La hinchada rojiblanca, encajó con filosofía el revés. Había perdido el Madrid en Valencia.Cada vez que Cabrera perdía un balón, o daba la impresión de que no podía llegar a alguno, más de un seguidor atlético se acordó de México. Lo que cambian las cosas La ausencia del manito Hugo Sánchez resulta más difícil de cubrir en estos momentos que la mismísima de Marcos; y si faltan los dos el ataque rojiblanco queda reducido a lo que pueda dar de sí la habilidad de Rubio, que fue muy poco ante el marcaje de Redondo. De Cabrera mejor no insistir, y Marian bastante hizo con lograr el gol.

Arteche se ha convertido en el líder del Atlético. El domingo no es que se saliera, aunque volvió a evidenciar su espléndido momento de forma. Pero no puede hacerlo todo. Está bien que cumpla con soltura y eficacia su labor de escoba. Resulta meritorio que tape esas cosillas técnicas de Juanjo y Balbino, y hasta puede comprenderse que, en ocasiones, sea el rematador más peligroso de su equipo, como, por ejemplo, en aquel testarazo a poco del final, que salvó con apuros Claudio. Pero pedirle, además, que se convierta en una nueva galerna del Cantábrico es demasiado. Aunque lo intentó también. Si se vuelve atrás y se recuerdan sus primeras temporadas en el Atlético, su cambio es de auténtico sombrerazo. Si en el Atlético no existió ataque, la media estuvo coja y fue inferior a la del Spórting. Dirceu está muy apagado. Ya ha dicho públicamente que quizá ésta sea su última temporada aquí, y no lo disimula. Otras veces suple su indolencia en labores de marcaje con su magnífica dirección del juego, pero cuando el brasileño falla hasta en su principal virtud, los pases, se le nota más que no es un gladiador futbolístico. Uría le ganó siempre la partida, y apoyado en la velocidad y cambio de ritmo de Mesa, con quien sufrió lo suyo un Ruiz menguado físicamente, asentó la superioridad del Spórting en el centro del campo. Sólo Quique se mostró superior a su par, Joaquín, y mantuvo su buen tono general en esta temporada.

El Spórting se situó bien sobre el campo. Firme atrás, salvo en la pifia de Maceda que costó el empate, y bien técnicamente en la media, superó en muchos momentos a su nervioso y desconcertado rival. Tras el magnífico gol de Gomes, dio la impresión de que si se lo hubiera propuesto habría apuntillado al Atlético. No se lo permitió Merino, el árbitro, que no estuvo por la labor de emular anteriores actuaciones muy recordadas a orillas del Manzanares, como las de Alvarez Margüenda o Urízar. Esta vez, Abel, empujado en el área por un Julio Alberto más bajo de forma de lo habitual (sin duda por el atropello automovilístico), es el que tiene derecho a quejarse.

Pero la culpa de que el cuadro de Miera no ganase fue sólo suya, de su prudencia, que se acrecentó en Ferrero, incapaz de sacar provecho de la falta de flexibilidad de Juanjo. Sólo Gomes, el portugués, cumplió con su gol, y con un par de acciones en las que superó claramente a Balbino. Pero al no existir ataques, las ocasiones brillaron por su ausencia. El aburrimiento, no.

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