Las madrastras de Europa
La actual tragedia de Polonia debería abrir la conciencia de los europeos sobre un fenómeno original (a partir del final de la segunda guerra internacional), según el cual esta nuestra vieja Europa está sometida, casi inconscientemente, a la maldición de un juicio salomónico. Pocos medios de información han sabido poner el dedo en la llaga; al contrario, se han dejado llevar por el silbo hipócrita de su respectiva madrastra funesta.Y es que, al final de la segunda guerra, las (los grandes madrastras (o padrastros, según se mire) que cortaban el bacalao cedieron en Yalta al viejo proceso del juicio salomónico, consintiendo que Europa fuera cortada en dos, para que cada una (o cada uno) se dedicara "amorosamente" a desarrollar a las criaturitas recién renacidas.
Pero, a pesar de todo, todas las familias de Europa (como lo ha observado muy finamente Franco Fornari, presidente de la Sociedad Psicoanalítica Italiana) saben que, según el viejo juicio de la historia, la madre que corta en dos al hijo no puede ser la verdadera madre, aun cuando pretenda hacerlo creer. Europa no es la hija de Estados Unidos ni de la Unión Soviética. En todo caso, los europeos podrían pensar, en sus; devaneos oníricos, que Europa es la madre de Estados Unidos y de la Unión Soviética.
Y si esto es así, ¿por qué Europa no se rebela contra el condominio de sus falsas y crueles madrastras? Quizá, siguiendo con el psicoanálisis, podríamos decir que este condominio ha sido erotizado a causa de la lucha de clases, como invariable marxiana de la vida de los pueblos. Y me explico.
En el interior de todos los países europeos (a derecha e izquierda del tajo salomónico) existen la clase obrera y la clase burguesa; por eso, en todos los países surge un consenso, que de hecho corresponde a una erotización del condominio, que transforma el universo del dominio en universo sadomasoquista. Y tan es así, que cualquier tentativa de rebeldía contra el dominio viene recíprocamente inhibida en ambas clases en lucha. La rebeldía contra el dominio queda paralizada por el miedo de hacerle el juego a la clase adversaria, por lo cual cada parte acepta el "bárbaro dominio", aunque se avergüence de él, porque, rebelándose contra el dominio de EE UU y de la URSS, una parte de los europeos teme hacerle el juego a otra parte de europeos. De esta manera, la estructura entrecruzada y perversa de la subversión ha llevado, hasta ahora, a los europeos a hacerles el juego a los rusos y a los americanos, por miedo a hacerle el juego a una parte de los europeos.
Con esto se demuestra que el viejo sueño de Marx, según el cual la lucha de clases acabaría con las guerras, se ha disipado al sobrevivir la terrible vigilia de este impensable fenómeno, en virtud del cual la propia lucha de clases ha sido manipulada por los Estados socialistas y capitalistas para cimentar esta misma lucha de clases y consolidar un proyecto imperialista, cuya víctima más aparatosa es precisamente la propia Europa.
Para despertar de esta horrible pesadilla deberíamos los europeos recordar nuestros viejos y saludables mitos. Por ejemplo, el mito de Tieste.
Dice el mito que los dos hermanos Atreo y Tieste se odiaban a muerte. Pero un día Atreo le propuso a su hermano la reconciliación y la coexistencia pacífica. Cuando llegó el día de la paz, Atreo le ofreció a su hermano Tieste un banquete aderezado con la carne de sus hijos, degollados ante el altar.
Como en el mito griego, los acuerdos de Yalta implican un odio mortal entre americanos y rusos, los hermanos vencedores de la segunda guerra mundial. La división de Europa pone de manifiesto que en Yalta hubo un banquete, en el cual las dos grandes potencias vencedoras, fingiendo la pacificación, se constituyeron en falsos progenitores de Europa y pusieron en acto un consenso aparente, convidándose recíprocamente con las carnes macilentas de los pueblos europeos, como simulación de paz.
Por consiguiente, ya es hora de que los europeos no nos dejemos engullir por la voracidad materna de ninguna de las dos abominables madrastras, que de un tajo nos convirtieron en dos. La enfermedad de Europa se desarrolla entre la segunda y la tercera guerras mundiales. Esto significa que la curación de su enfermedad es esencial para evitar la tercera guerra mundial, y sólo se puede realizar liberando a Europa de la subversión perversa y entrecruzada de EE UU y de la URSS; y todo ello en una revolución cultural pacífica, que es la condición necesaria y suficiente para evitarle al mundo la maldición de los descendientes de Atreo.
¿Por qué no empezamos creando un único coro, plenamente conjuntado, para alzar nuestras voces contra todos los atropellos que constantemente llevan a cabo una y otra madrastra?
¿Por qué va a haber un coro del Este, que, bajo la batuta de don Rolando, entone suntuosas elegías y derrame lágrimas de cocodrilo contra los hijos devorados del otro lado del telón de acero, y otro coro, dirigido por don Leónidas, para lanzar ayes y anatemas orientales contra los verdugos del mundo "imperialista"?
Quizá habría que remedar a aquel viejo centroeuropeo (con cuyas carnes unos y otros quieren nutrirse) lanzando este nuevo pregón: "Europeos de todas las Europas, ¡uníos!".
Y para que ninguna de las dos madrastras nos engane, recordemos aquel viejo aforismo italiano: "Lupo non mangia lupo". Ellos -EE UU y la URSS- son viejos lobos; y a ningún lobo le gusta la carne de lobo: prefiere la del cordero.
¡Basta ya, pues, de hacer el cordero de ninguno de los dos lobos!
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