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Los mineros de El Bierzo están convencidos de que alguien pretendía matar a medio centenar de trabajadores

La totalidad de los habitantes de Torre de El Bierzo, junto a unos mil mineros llegados de toda la comarca, asistió ayer al entierro de Francisco Enrique Díaz, fallecido en la madrugada del viernes cuando hizo explosión un paquete de dinamita en extrañas circunstancias. La mayoría de los mineros de la zona están convencidos de que el suceso tuvo su origen en un atentado que tenía como fin dar muerte a no menos de cincuenta trabajadores, y exigen una investigación. Sin embargo, el gobernador civil, Angel García, manifestó a EL PAIS su convicción de que pueda tratarse de un accidente fortuito, tal y como sostiene Miguel Casanueva, delegado de Industria, para quien existe la remota posibilidad de que la explosión se produjera por accidente. Para lo que no hay explicaciones para la existencia del paquete en el lugar donde fue encontrado.

Existe perplejidad en el pueblo, porque nadie se explica quién y con qué finalidad ha podido organizar lo que todos consideran un atentado. Las investigaciones no han aclarado nada por el momento. Torre del Bierzo es una localidad de unos dos mil habitantes situada en plena zona minera. Aquí, salvo unas pocas personas que regentan bares o pequeños comercios, todo el mundo trabaja en la mina. Más de sesenta empresas, algunas muy pequeñas, explotan el carbón de este riquísimo subsuelo. Antracitas de Brañuelas, con 325 empleados, es la más importante de estas empresas, y es precisamente en ella en la que ha ocurrido elsuceso. La zona es rica y no sólo da trabajo a la población local; aquí hay también asturianos, gallegos, paquistaníes, portugueses, y hasta un buen número de negros procedentes de la antigua colonia portuguesa de Cabo Verde. Y también tres familias vietnamitas, que habitan en Bembibre, ciudad muy próxima a Torre.

Los hechos tuvieron lugar en la madrugada del viernes, cuando se realizaba el relevo de las siete de la mañana. Los nueve mineros que habían hecho el turno de noche salían, y los cincuenta que iban a hacer el turno de día se preparaban para entrar.

En el gran vestuario en que se cambian de ropa, una nave de considerables dimensiones, cada minero tiene una percha colgada de una cadena, cerca del techo de la nave. La razón de ello es que las ropas de los mineros quedan siempre mojadas; la estancia está permanentemente calentada y las ropas se colocan arriba para que se sequen con más facilidad.

Cuando Guíllermo Moreda, del turno de las siete de la mañana, de 54 años, con veinte de trabajo en la mina, descendió su percha, comprobó que pesaba más de lo normal. Cuando ésta llegó al suelo vio que había en ella un paquete de unos tres kilos de peso: "En principio no le di importancia. Creía que era una broma y que algún compafiero me había colocado una bolsa de ladrillos para que me pesara más la percha. La dejé a un lado, junto a la pared, y me cambié. Cuando ya estaba vestido de minero miré qué contenía la bolsa".

Entonces se encontró con la sorpresa de que la bolsa de plástico rojo tenía dentro un saco de esparto de los que se utilizan para los clavos, pero que en el interior en lugar de éstos, había unos cuantos cartuchos de dinamita, unos veinte calcula él, más tres o cuatro detonantes. Los cabos de cable de los cartuchos apuntaban hacia el fondo de la bolsa: "Como no es normal que haya dinamita suelta salí y la llevé al cuarto del vigilante, que está junto a la sala del vestuario, en una esquina del edificio Allí la dejé. Después fui a un edificio contiguo en busca de mi lárn para. Cuando la iba a recoger escuché el estallido".

La explosión produjo la muerte instantánea de Francisco Enrique Díaz, casado, de 41 años y con dos hijos, que tenía el cargo de vigilante. El cadáver está deformado por el costado derecho, lo que permite suponer que la explosión no, se produjo porque él manipulara el paquete con ambas manos, sino que estalló donde lo había dejado

Guillermo Moreda. Otro minero, Isaías Castro, que tiene el cargo de listero, resultó gravísimarnente he rido y ayer se encontraba todavía en la UVI del Hospital Princesa Sofía de León. El puede ser el único testigo de como y por qué estalló el paquete, que es lo que aquí nadie se expIica. Otros siete mineros resultaron heridos. La potencia de la explosión se puede deducir facilmente a la vista del tremendo destrozo que produjo en el edificio. Sus gruesos muros, de unos cuarenta centímetros de an chura, se rompieron como si fue ran de papel y las vigas maestras cayeron al suelo.

Para Camilo Arias, secretario local de CC OO, organización sindical que domina ampliamente aquí, no cabe duda de que se trata de un atentado: "La dinamita no estalla sola. Los cartuchos que nosotros utilizamos pueden ser golpeados, o incluso ser arrojados al fuego con absoluta seguridad. Sólo una corriente eléctrica los puede hacer estallar. El accidente no cabe. Ese paquete tenía que téner un dispositivo de relojería que lo hiciera estallar a esa hora". Recordemos que era justo la hora del relevo de las siete de la mañana, cuando coinciden en la sala del vestuario los nueve mineros que salen y los cincuenta que entran: "Parece una locura decirlo, pero aquí estamos convencidos de que alguien ha querido provocar una terrible catástofre. Si eso estalla un minuto antes, cuando todavía estaba dentro de la gran sala, hubieran fallecido todos los que se encontraban en ella".

Diferentes opiniones

La opinión de que el suceso fue un atentado ha sido respaldada por todos los mineros consultados al respecto por EL PAIS, incluido Octavio Quiroga, secretario provincial del sindicato. Sin embargo, Joaquín Aycart, gerente de la empresa, que vive habitualmente en Madrid y se desplazó rápidamente a la vista de los hechos, no puede creer tal hipótesis: "Me parece absurdo, pero es que cualquier otra explicación es igual de absurda. Nadie iba a poner ese paquete en la percha de un compañero por broma, porque los mineros nunca bromean con la dinamita. Y tampoco parece fácil que el paquete estallara por sí solo, porque eso nunca ocurre. De todas formas. la dinamita es la dinamita. En la mili se dice que hasta las escobas pueden dispararse. Con la dinamita ocurre algo parecido. Nunca se sabe cuándo puede ocurrir una desgracia. Pero esto no tiene expIicación".Cualquier hipótesis es descartada por absurda. Manuel Enrique García, miembro del comité de empresa de Antracitas de Brañuelas, comentaba: "Si alguien hubiera querido matar a Guillermo o a Francisco Enrique hubiera, hecho algo mucho más fácil: buscarle en un lugar aparte y clavarle un cuchillo; a nosotros no nos cabe duda de que se ha tratado de atentar contra la vida de sesenta obreros. Y eso es lo que queremos que se aclare". Pero va a ser difícil de aclarar, porque el mismo minero explica: "Aquí no había conflictividad social ni política. Las relaciones de esta empresa con sus trabajadores eran buenas. Cabría pensar que se trata de un atentado contra la empresa, y que se quería hacer estallar la bomba a una hora en la que no hubiera trabajadores en la nave y que el dispositivo falló, pero eso no puede ser así. Primero porque siempre hay un vigilante, que hubiera resultado muerto, y segundo, porque para dañar a la empresa. hubiera sido mucho más efectivo poner la bomba en los compresores, lo que hubiera obligado a detener la mina durante varios días.

Preguntas sin respuesta

La perplejidad era tan grande como la consternación ayer tarde, cuando se desarrollaba el entierro en medio de un silencio tenso y emotivo. Sobre la procedencIlia de la dinamita, no es difícil suponer que haya podido ser distraída poco a poco por algún minero. José Luis Corzón, dinamitero, explicaba: "Distraer pequeñas cantidades de dinamita no es; imposible. A tí te dan paquetes de dieciséis cartuchos para ir abriendo día. Cadavez puedes apartar uno o dos cartuchos si quieres, y nadie se da cuenta. Eso es imposible de controlar. Nadie lo hace, porque está contemplado como un delito de terrorismo, pero no es extraño que cuando alguien se proponga tener dinamita la consiga". Los robos de dinamita son relativamente frecuentes en las zonas mineras, y se recuerdan algunos casos.

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