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Reportaje:

Muchos ganadores del "gordo" cambian sus ilusiones por una renta a plazo fijo

Más de 60.000 millones de pesetas gastarán los españoles en el sorteo extraordinario de la lotería de Navidad que se celebrará pasado mañana, lo que supondrá un aumento superior a los 8.000 millones con respecto al mismo sorteo del pasado año, en el que se jugó una media de 1.385 pesetas por habitante. Un dinero en el que cada jugador puso sus esperanzas para comprar aquella casa, piso o chalé soñado, para realizar el viaje aquel visto en el folleto de la agencia o ampliar el negocio. Luego, la realidad es otra. Si hay suerte, y las cuatrocientas o quinientas pesetas del número jugado se convierten en cuatro o cinco millones, los sueños se suelen cambiar por una renta a plazo fijo en un banco mientras se piensa en el siguiente sorteo.

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El sorteo extraordinario de, Navidad parece no tener techo. Ni la competencia del bingo, que ha convertido a la Lotería Nacional en una segundona, ni el aumento del paro, ni el hecho de que Madrid y Barcelona, las provincias más jugadoras el pasado año, se quedaran con las manos vacías en el sorteo del pasado año, han frenado la compra de décimos. Al contrario. Ha habido que aumentar los números jugados de 65.000 a 70.000, y el número de series, de 39 a cuarenta.Este fuerte incremento se debe exclusivamente a la demanda. Se calcula que este año se venderán entre veinticuatro y veinticinco millones de décimos, tres o cuatro millones más que el pasado año, lo que supondrá una venta de más de 60.000 millones de pesetas.

La ilusión de verse millonario es el gran motor de toda la operación. Luego, cuando el jugador se entera que el papelito que lleva en el bolsillo ha sido agraciado con cinco o diez millones de pesetas, todo cambia. Primero la emoción, la alegría. Esa alegría que, según cuenta José María Villalobo, hijo de Amparo Domech, la titular de la famosa administración número 56 de Madrid, Amparito, hizo que hace quince años en un bar de la calle de Fernán González tiraran cuarenta millones al aire; cuarenta millones que habían ganado y que el mismo José María había empaquetado en tacos de 100.000 pesetas para un mejor reparto entre los afortunados. "Y eso que el bar estaba lleno de gente, de curiosos, de clientes. Después no tuve ni una sola reclamación", dice Villalobos.

Tras la emoción y los parabienes dados por amigos y vecinos, envidiosos de la suerte del afortunado, viene el cálculo. Por ejemplo, a Juan Ludeña, joyero de Toledo, le correspondieron, en el sorteo de Navidad de 1977, 75 millones de pesetas. Esta cantidad, tras el reparto entre hijos, hermano y demás familia, se redujo. "No me acuerdo exactamente de lo que cobré. Creo que eran unos veintitantos o treinta millones".

Seguridad a plazo fijo

Y entre amigos y vecinos, un señor, con o sin maletín, pero con la confianza de quien se desenvuelve en una situación conocida, empieza a aconsejar a la señora de la casa que lo primero es meter el dinero en el banco; que a plazo fijo puede dar buenas ganancias; que piense después con tranquilidad lo que va a hacer.

Y se haga cliente o no del banco, el nuevo millonario decide que sí, que es mejor meditarlo; que tampoco es tanto dinero y que hay que discutirlo con la familia. Tomás García Agulló, vecino de Elche, Alicante, ganó el año pasado 12,5 millones de pesetas. "Tenía la intención de hacerme una casita en el campo, pero no me la he hecho. Es posible que ahora, cuando me venza el plazo del banco, me la haga. El banco me da unas ciento y pico mil pesetas. Es como un sueldo bueno. También pensé en dejar de trabajar, aunque después decidí seguir con mi almacén de calzado. Creo que sólo dejó de trabajar en el pueblo uno al que le tocaron cincuenta millones de pesetas".

La esposa de Pedro López, empleado del Banco de Bilbao y comprador del número 34.571, gordo de la lotería de Navidad de 1977, que repartió entre sus compañeros de Madrid y Bilbao, dice que los cuatro millones que entonces ganaron están, lógicamente, a renta fija. "No es mucho dinero y tenemos cinco hijos. No hemos hecho nada especial. Me acuerdo perfectamente del número, ya que, curiosamente, limpiando meses después del sorteo el collar de una perra que tenemos desde antes de que nos tocara la lotería, descubrí que tiene el mismo número del gordo en el que resultamos afortunados".

Las historias sobre la lotería pueden multiplicarse hasta el infinito si el que las cuenta lleva toda su vida vendiendo y pagando décimos afortunados. José María Villalobo, que el próximo año celebrará el cuarenta aniversario de la administración de lotería de su madre, en la que ha trabajado toda su vida, opina que este juego ha cambiado bastante.

Quizá en esta opinión influya el recuerdo de los primeros tiempos, cuando, después de la guerra, había 58 administraciones de lotería y este juego tenía tanta importancia como el actual cupón de los ciegos. "Entonces sí que era ruinoso el negocio. Se vendían 30.000 pesetas por sorteo". Ahora todo es diferente; Amparito cerrará el balance de este sorteo con un-as ventas superiores a los 350 millones de pesetas, de los que recibirán del Servicio Nacional de Loterías un 2%.

Y es que ahora Amparito, aunque por detrás de Doña Manolita, la Hermana, de doña Manolita y La Herradura, y en pugna continua con La Pajarita, forma parte de las instituciones de la lotería. La fama, segun José María Villalobo, se debió a que esta administración, que tuvo su primera sede en la carrera de San Jerónimo, repartió seguidos, hace años, los gordos de Navidad y el Niño.

Pero no sólo han cambiado las condicione,s económicas. "También han variado las costumbres. Antes, el traje o la caja de puros era el regalo habitual del afortunado. A mí, hace muchos años, una persona que había ganado dos millones de pesetas me regaló un Seat 600 de los primeros que salieron. Y también me han regalado un televisor, una cubertería de plata y otras muchas cosas. Ahora esta costumbre está olvidada. En el sorteo de Navidad del año 1978 dimos aquí 4.000 millones de pesetas en premios, y ni una caja de bombones. Frente a este cambio, todavía hay viejecitas que llegan, te piden un décimo y te dan dos duritos para que te tomes un café, y no se los puedes devolver".

Nueve billetes completos

Este esfuerzo de algunas personas mayores para comprar un décimo para este sorteo contrasta con las compras que hacen algunos jugadores. "Para el sorteo de pasado mañana, un señor que debe ser empresario y que normalmente viene uno o dos días antes de los sorteos, por lo que supongo que no hace participaciones, ha comprado todas las series de nueve números, en total nueve millones de pesetas que ha gastado. Si le toca, se llevará 10.000 millones.

Este empresario normalmente elige los números entre los que quedan en la administración. Otros, sin embargo, empiezan a preguntar por la lotería del sorteo de Navidad en el mes de agosto y compran sus décimos en la primera quincena de septiembre.

Luego están los abonados a un número determinado, al que juegan en todos los sorteos del año, y los que quieren números determinados o, por lo menos, terminaciones soñadas, presentidas o estudiadas. "Aquí, el 70% pide que termine en siete, seguido de los que piden que termine en cinco, nueve y tres. Los impares son los que gustan", dice José María Villalobo. Esta predilección es, al parecer, general, ante las peticiones que recibe el Servicio Nacional de Loterías, en donde se ha notado también un interés por los que empiezan por 13.000, 14.000 y 15.000.

"Va a salir un trece", dice María Garrido, esposa de Arcadio Bermúdez, ganador de cuatro millones de pesetas en el sorteo de Navidad de 1976, que reconoce haberse enviciado a raíz de haber ganado esta cantidad. "Debo llevar 20.000 o 25.000 pesetas. Si me toca, con el dinero que tenemos en el banco y lo que obtuviéramos, compraríamos la finca en la que vivirnos".

Tomás García Agulló dice que él ha comprado este año quince o veinte décimos, "cuando el pasado año sólo jugué tres. No he sido yo el único que ha comprado más lotería. Después de haber caído el gordo en Elche, la gente ha comprado más que ningún año".

Juan Ludeña, el joyero de Toledo, juega este año 40.000 o 50.000 pesetas, "un poquito más de lo que jugaba antes". Aquel tercer premio, según recuerda ahora Ludefia, sirvió para que su hermano y sus hijos se independizaran y pusieran un comercio de joyería cada uno y para que él comprara una finca en su provincia, "ya que siempre me ha gustado el campo. Me lié y ahora tengo este terreno, aunque no me produzca mucho. A mí la lotería ya me ha tocado, ahora que le toque a otro".

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