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Dos goles de Satrústegui sentenciaron el partido amistoso jugado ayer en Valencia

La defensa salvó al equipo español de una derrota casera. A pesar del gol conseguido antes de los diez minutos, el conjunto español tuvo una actuación poco brillante y en los últimos minutos se ganó la repulsa del público. El segundo tanto, conseguido en las postrimerías del encuentro, alivió la tensa situación. Una vez más, en casa la selección nacional tuvo grandes dificultades para vencer y satisfacer a los espectadores.Bélgica trajo a Valencia a ocho de los once hombres que derrotaron a España en el San Siro milanés en la Eurocopa de Naciones. La base del conjunto no ha variado y tampoco ha modificado su sistema de juego. Bélgica se especializó en la práctica del fuera de juego, que hace años fue empleada por muchos equipos, y un sistema que ya no utiliza prácticamente nadie sigue dándole buenos resultados.

La selección española se encontró en las ocasiones cruciales con Quini o Satrústegui señalados por la infamante banderola de los liniers. España, que no tardó en conseguir el primer gol en el saque de una falta, encontró grandes dificultades para irse hacia la portería belga con posibilidades de éxito. El fuera de juego puso nerviosos a los atacantes españoles, que no encontraron momentos idóneos para entrar con seguridad en el área. Más de una vez recurrieron a la marcha atrás para evitar la posición antirreglamentaria y ello les descolocó para recibir el balón en buenas condiciones.

España comenzó jugando con tres teóricos delanteros, pero pronto se adivinó que Saura no había salido como auténtico atacante. Su misión fundamental fue vigilar a Gerets, un lateral derecho que avanza con gran peligrosidad. Gerets le marcó uno de los dos goles a España en Milán. Saura tuvo que sudar para contener a su par mientras estuvo en el terreno de juego. La selección española, por esta circunstancia, quedó con tan sólo dos delanteros.

Los subcamepeones europeos trataron de sorprender a España con tres hombres en punta y un centro de campo dirigido siempre por el veterano Van Moer. Ceulemans, emparejado con Tendillo, se retrasó voluntariamente unos metros, a fin de sacar de su puesto al valencianista, pero éste se mantuvo con dignidad y no cayó en la trampa de dejar el hueco por el centro.

Los belgas, además de usar con habilidad la fórmula del fuera de juego, trataron de tener el balón en sus pies el mayor tiempo posible. Su parsimonia en el centro del terreno no tenía más objeto que evitar las oleadas españolas. Era la manera más práctica para cortar el ritmo de juego español, que quería ser rápido en los contragolpes. Alonso, siempre hecho un jabato, empujó al equipo y se sumó a los efectivos atacantes siempre que la ocasión le fue propicia. Zarnora que ha vuelto a coger onda, aunque no incordió sobremanera a Van Moer, sí le salvó con cierta facilidad en los momentos de construir la jugada.

Dejar a Van Moer con libertad de movimientos causó notables problemas, porque el veterano jugador fue el causante directo de los muchos apuros que tuvo que pasar la selección española. Los cuatro defensas rivalizaron en la misión del achique de balones.

El equipo español, tras los momentos de euforía por el primer gol, fue encogiéndose y Bélgica tuvo el mando en demasiados minutos. La sensación de impotencia que causaban a los españoles los defensores visitantes, fue acrecentándose con el pasó del tiempo. La falta de un jugador capaz de infiltrarse entre los defensas obligó a intentar repetidamente las jugadas de pared y los envíos largos hacia el hueco, pero invariablemente el hombre que se quedaba en avanzadilla era fustigado por la banderola del juez de linea. A pesar de la experiencia de Italia, España no supo encontrarle el tranquillo al contumaz y desesperante sistema del fuera de juego.

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