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Tribuna:Me pagan por esto
Tribuna
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Radiogate

Jorge M. Reverte

El sueño de todo periodista. Te han espiado. Ni que fueras uno de los reporteros del Washington Post cuando investigaban los cotilleos de Nixon. Al enterarte, te colocas la corbata verde sobre camisa amarilla y te luces paseando entre las mesas de la redacción. Nadie se da por enterado. Vuelves entonces a tu mesa y te pones la gabardina de hebillas y cinturón, como las que llevan los periodistas de las películas. Ahora sí consigues el efecto deseado. El redactor de sucesos reprime un bostezo al dirigirse a ti:-¿Dónde vas con el disfraz?

Con eso ya tienes pie para hablar de lo tuyo:

-Voy a enterarme de por qué Radio Nacional se permite que la policía escuche grabaciones antes de que se emitan.

Las cabezas comienzan a levantarse llamadas por la curiosidad. Tienes ya un respetable auditorio:

-Le hice una entrevista para Radio Nacional al secretario general de la Unión Sindical de Policía, Modesto García, y dos días antes de la emisión se la pusieron en exclusiva al director general de la Policía, José Luis Fernández Dopico, y al comisario de la Brigada de Información, Jaime Ballesteros, el heredero de Roberto Conesa.

-¿Estaba ya Robles Piquer de jefe? -te pregunta el de la página de escándalos.

-Pues claro, no iba a ser el otro.

-Entonces, lo tuyo no es noticia, macho.

Te quitas la gabardina, y a hacer un poco de calle. Tu primera oportunidad de convertirte en protagonista, desaprovechada.

Redactar con lupa. -Tú, el del Radiogate -te grita el redactor-jefe-, a ver qué pasa con los militares.

Acudes a la cena de los que cera el aniversario de la Constitución. Un teniente coronel lee la única intervención de la noche. A tu lado, un señor con amplia chaqueta marrón delata su carácter castrense con ese garbo especial con que visten los militares las ropas de paisano:

-El texto está redactado con lupa, para que no haya la más mínima posibilidad de que provoque problemas -te informa.

Hay por las mesas textos de los otros, del manifiesto de los cien oficiales y suboficiales. Es motivo de múltiples comentarios.

-Estos también se lo han mirado con lupa -te dice el comandante que se sienta a tu lado-, pero se han pasado de todas formas. El estilo es muy parecido al del coronel Sanmartín, uno de los implicados en el 23 de febrero.

-¿Quiere usted decir que lo ha redactado él? -preguntas.

-No. Yo no quiero decir nada. Sólo señalo que el estilo se parece. Será una coincidencia.

Fiesta de bienvenida. Las informaciones sobre militares deben seguir siempre el escalafón. Es una ley de la información que te han explicado numerosas veces. Así que para arriba. Obtienes las declaraciones oficiales. Más tarde, por los pasillos, intentas enterarte de qué sanciones van a producirse por la vía administrativa. El ministro de Defensa, Alberto Oliart, y el presidente del Gobierno son, al parecer, partidarios de no cargar la mano en exceso, en contradicción con la postura de algunos jefes militares que pretenden castigos ejemplares.

-El problema -te explica tu informador- es que ya se piensa en organizarles una bienvenida cuando cumplan el arresto domiciliario. Algunos sectores golpistas muy radicalizados están en la preparación.

Subasta de millones. Pides el cambio de tercio al jefe.

-Quiero pasarme a lo civil.

Hay una breve discusión que acaba con la perentoria orden para incorporarte a cultura.

-La literatura española sigue cobrando fuerza en nuestro país -dice el encargado de la sección-. Cada vez aparecen más jóvenes valores. Pero ¿dónde están los consagrados?

La retórica esconde una sutil indicación. Un alma piadosa te ayuda a la búsqueda de pistas con un susurro: "Carmen Balcells".

A partir de ahí todo es fácil. Hay tres novelones en oferta para el mejor postor entre los editores: Juan García Hortelano, Juan Marsé y Jorge Semprún han dejado sus obras en manos de la agente literaria más importante del país.

-Por Marsé, la oferta mínima que se acepta para entrar en la puja es de tres millones de pesetas por adelantado. Los otros dos tienen también precios mínimo de seis cifras.

Más modesta, pero no menos esperada, es la primera novela de un filósofo, Carlos Paris, que empieza a llegar a las librerías. Y un libro biográfico sobre el cantante catalán Jaume Sisa, escrito por Víctor Claudín.

Claudín se pasea tímido por las redacciones, entregando muestras de su trabajo a los encargados. Le echas un vistazo con esa superioridad que te proporciona el haberte convertido en redactor de la sección y vas al grano:

-Y a Sisa, ¿le ha gustado el libro?

-Yo sé lo leí mientras convalecía de una operación de desprendimiento de retina en el hospital, y parecía gustarle, aunque con los ojos tapados pierde mucha expresión.

Las ventajas de la OTAN. -¿Tú eres el nuevo de cultura? -pregunta una voz meliflua.

-Sí, sí, dime -reconoces consciente de que te aguardan decenas de cócteles y comidas en sitios buenos.

-Pues a enterarte de lo de la OTAN, que ya se aclaran muchas cosas.

Un nombre y un número de teléfono. Te responde una voz con un fuerte acento alemán que contesta con precisión a tus preguntas:

-Ceuta y Melilla no entran en el área de la OTAN. Un golpe en España sería considerado asunto interno. Gibraltar es un problema bilateral. Si los demás países han de tener armas atómicas en su suelo, España también.

Es un representante oficial de un país centroeuropeo que no quiere hacer las declaraciones como, tal.

-Oiga -aciertas a decir antes de que cuelgue su auricular-, pero lo que dice el Gobierno español no es eso...

-Ese es un problema del Gobierno español. Yo le cuento lo que la OTAN piensa respecto a esos cuatro temas.

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