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Las Cortes celebran el tercer aniversario de la Constitución

Landelino Lavilla proclama "rigurosamente inútil cualquier intento contra la voluntad del pueblo

«Cualquier intento de mutilar los derechos fundamentales y las libertades públicas en España sería contra el sentido de la historia y contra la voluntad del pueblo; sería, por lo mismo, rigurosamente inútil». Esta es una de las frases destacadas del discurso pronunciado ayer por el presidente del Congreso de los Diputados, Landelino Lavilla, en el acto parlamentario de homenaje a la Constitución, con motivo del tercer aniversario de su aprobación en referéndum. La oración de Lavilla tuvo muy buena acogida en el hemiciclo y entre los invitados civiles y militares, que valoraron la oportunidad y la firmeza del mensaje.La sesión revistió gran solemnidad. El hemiciclo de la Cámara baja estaba ocupado casi en su totalidad por los diputados y senadores, mientras que el Gobierno Calvo Sotelo se sentaba por primera vez en el banco azul, tras su reciente remodelación. Entre los escasos parlamentarios ausentes figuraban el ultraderechista Blas Piñar y el nacionalista canario Fernando Sagaseta.

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Texto íntegro del discurso

En la tribuna de honor asistían al acto los presidentes del Tribunal Constitucional, Manuel García Pelayo; Consejo General del Poder Judicial, Federico Carlos Sainz de Robles; Consejo de Estado, Antonio Jiménez Blanco, y Tribunal de Cuentas, Servando Fernández Victorio. Asimismo ocupaban lugares preferentes los miembros de la Junta de Jefes de Estado Mayor capitán general de la la Región Militar -todos ellos, con uniforme militar-, general subinspector de la Policía Nacional, director general de la Seguridad del Estado y otras personalidades. En otras tribunas se encontraban el nuncio de la Santa Sede y decano del cuerpo diplomático, Antonio Innocenti; el fiscal general del Estado, José María Gil Albert, y el presidente de las Cortes Constituyentes, Antonio Hernández Gil.

Landelino Lavilla pronunció su discurso en pie desde su lugar en la presidencia. La expectación en el hemiciclo fue subiendo de tono conforme avanzaba la lectura, con buena dicción, energía, seguridad y convicción. Las primeras muestras aprobatorias -«muy bien, muy bien»- se produjeron cuando Lavilla afirmó que nuestra esperanza de convivencia está en los valores que proclama la Constitución, fuera de los cuales, dijo, «no hay sino barbarie y regresión, suicidio y esterilidad». El primer gran aplauso se produjo instantes después, cuando el orador calificó de estéril, entre otras, la pretensión de «cercenar el derecho de asociación política o desnaturalizar de nuevo las organizaciones sindicales».

Otras dos veces fue interrumpido por los aplausos el discurso presidencial: una, cuando Lavilla se refirió a la figura de don Juan Carlos, y otra, cuando insistió en la inutilidad de cualquier acto audaz o irresponsable contra la voluntad de convivir en paz y en libertad, acreditada por los españoles. El final del discurso fue premiado con una extensa ovación de todo el Parlamento y de los invitados, civiles y militares, todos ellos puestos en pie. Seguidamente se celebró una recepción en el salón de los Pasos Perdidos, durante la cual el presidente del Congreso fue felicitado por todos.

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