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"La faena soñada es imposible"

Entrevista con el veterano matador Manolo Vázquez

Manolo Vázquez vive su luna de miel con el toreo a los treinta años de alternativa y casi cuarenta de entrar en los avatares de la profesión; trece después de haberse retirado del toreo por primera vez; con 52 de vida. Y al cabo de tanto y tanto torear, aún sueña con la faena cumbre. «Pero la faena soñada es imposible», nos dice. «La tienes dentro, dormido y despierto, la imaginas en cualquier momento, a todas horas; pero estás convencido de que nunca será realidad».

Ni siquiera aquellas faenas del día del Corpus, en la Maestranza de Sevilla, cuando Manolo Vázquez, al cabo de más de treinta años, conseguía salir a hombros por la puerta del Príncipe. «Fue una gran alegría» -y lo evoca poniendo en la lejanía la mirada-, «la más grande alegría de esta temporada de -mi reaparición. Por muchas razones me sentí casi satisfecho esa tarde. Cuando estaba en activo, Sevilla no contaba demasiado conmigo. Yo era torero de Madrid, no de mi tierra. Corté orejas en la Maestranza, se me reconocía cierta calidad, pero nada más. Quizá porque, la verdad, no había cuajado en aquella plaza ningún toro a mi gusto». Quizá también, apuntamos, porque Sevilla estaba con Pepe Luis Vázquez. «No sé...».Manolo duda de que su hermano fuera quien le hacía sombra. Piensa más en la idiosincrasia del aficionado sevillano: «Es muy especial, tiene una ensoñación, sus caprichos, sus ideas...». Remedín, la esposa del torero, que está presente en la entrevista, cree que esta es la hora del torero: «¿Tú has visto una popularidad igual, Manolo Vázquez» -le llama así siempre, desde que se conocieron-, «como la que tienes en Sevilla, donde no puedes ir por el centro sin que te paren, sin que te pidan autógrafos? Y sobre todo la gente joven, colegiales, universitarios. Esto es lo que más me sorprende».

"Mi aspiración es hacer arte"

El retorno de Manolo Vázquez, como el de Antoñete, que pareció satisfaría la nostalgia de los aficionados viejos, y quizá sólo eso, ha producido una verdadera revolución, cuyo principal efecto es la masiva llegada a la fiesta de la juventud. Los veteranos han enseñado el toreo auténtico y los jóvenes han podido comprobar que es bello, que es emotivo, principalmente que es distinto a la producción seriada característica de las figuras habituales en la última década.Es consciente de ello Manolo Vázquez: «En mi caso puedo decir que mi aspiración suprema es hacer arte, y me importa poco todo lo demás. El mero hecho de intentar arte ya transmite, y además define, la personalidad de cada uno. Mi personalidad en el ruedo consiste en mi forma de concebir el toreo, que, buena o mala, es distinta a la de mis compañeros. Reaparecí porque pensaba que aún podía aportar algo importante a la fiesta. Quedaba, claro, la incógnita de cómo respondería cuando me viera frente al compromiso del toro y del público v además la corrida de la reaparición se desarrolló en circunstancia difíciles, de gran tensión, pues hubo una expectación sin precedentes, y por añadidura daba la alternativa a mi sobrino. Luego,, todo se desarrolló bien. Aquel día fue cuando, ¡al cabo de tantos años!, Sevilla vio a Manolo Vázquez quiero decir que reconoció mi categoría. La tarde del Corpus supuso el refrendo, y la de la feria de San Miguel, la confirmación definitiva».

-Pero antes de lo del Corpus es tuvo Madrid.

-Sí, me recibieron en Madrid con mucho cariño, y creo que correspondí. Tanto ese día, en San Isidro, como en la corrida de Beneficencia, si no fallo con la espada hubiera cortado orejas. En ambas ocasiones me sentí relajado, en forma y a gusto. Sin embargo, esas tardes, y las de Sevilla, y en general casi todas las de mi vida torera, salgo de la plaza insatisfecho. Por muy bien que haya estado, por muy complacido que quedara el público, siempre pienso que podía haber hecho aún más, quizá porque soy demasiado exigente conmigo mismo y quizá, sobre todo, porque el arte no tiene límites.

"No todos comprenden el toreo verdadero"

Otras actuaciones de este año de la reaparición han sido menos brillantes, por no decir francamente borrascosas, y el torero las justifica: «Es evidente que no siempre los toros se han dejado. Hubo corridas, como por ejemplo la de Felipe Bartolomé, en Almería -la tarde de la cogida de Curro Romero-, con senos problemas, y a pesar de ello, ese día también les saqué pases a los toros. Lo que pasa es que parte del público se sorprendía al ver un tipo de toreo al que no estaba acostumbrado. Hay quienes van a la plaza con la faena preconcebida, la de los cincuenta o cien pases calcados, y no todos comprenden el toreo verdadero, que se ejecuta con repertorio adecuado a las características de los toros. Por ejemplo, en Bilbao, con uno de La Quinta, difícil, que traía de cabeza a toda la cuadrilla, estuve sobrado y lo dominé con brevedad. Parte del público chilló, pero los toreros me decían: «Qué bien has estado con ese toro». Y esta es, para mí, una satisfacción muy grande».

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