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El Madrid mostró su impotencia en Cádiz

El Madrid, que en los últimos encuentros había demostrado un especial sentido práctico para hilvanar una racha de buenos resultados, confirmó ante el modesto Cádiz sus carencias reales. Dominó casi todo el partido, pero fue demasiado cómodo e incapaz de lograr un gol, que el domingo pasado había obtenido, por partida cuádruple, con sospechosa y excesiva facilidad. Boskov se mostraba muy enfadado al final del encuentro, pues, sabía que perder dos puntos en un partido así era dar demasiadas facilidades a sus posibles rivales cara al título. El Cádiz, al contraataque, aprovechó al máximo sus fuerzas.El primer error del Madrid, aunque su superioridad técnica era tan evidente que no parecía suponerle peligro, fue no forzar desde el principio del encuentro. Milosevic, el entrenador yugoslavo del Cádiz, se arriesgó absurdamente en alinear a Choquet, uno de los pocos hombres punta con que cuenta, pero su falta de condición física, sin haberse recuperado de una lesión, quedó pronto en evidencia. El equipo local, por ello, aparte del respeto y los nervios con que empezó jugando, lo hizo prácticamente con diez hombres y sólo el capitán, Mané, delante.

El Madrid, dominando cómodamente la situación, se dedicó -como haría todo el encuentro- a combinar bien hasta el área, pero sin esforzarse lo más mínimo por profundizar en la zona de la verdad o tirar a puerta, algo casi imposible al no estar siquiera García Hernández.

Camacho, emparejado con Escobar, no quiso mostrar sus posibles cualidades de centrocampista con empuje para ciertas ocasiones, y no subió al ataque ni una sola vez. Stielike, cuando Boskov parecía haber vuelto a las andadas, sí jugó de líbero, pero el medio campo perdió su gas. Gallego, muy vigilado por Linares, no pudo lanzar a nadie, mientras que Del Bosque quedaba demasiado retrasado para cubrir las escasas subidas del alemán. Angel, sólo trabajador, bastante tenía con ocuparse de Mejías, el centrocampista gaditano con mayor poder de organización ofensiva. Los marcajes locales, en cualquier caso, no fueron muy encima, y bastó una ordenada vigilancia por zonas para detener a un Madrid que daba la impresión de poder arrasar al funcionar con comodidad desde atrás, pero que se desinflaba pronto hasta quedar en nada.

El cuadro blanco, como en sus mejores momentos de la impotencia, se dedicaba a los centros sobre el área para la cabeza de Santillana, y a los veintiséis minutos Bocoya paró magníficamente la única ocasión madridista de toda la primera parte. Cinco minutos después, sin embargo, Miguel Angel exhibió sus reflejos, al adivinar un desvío de Mané, al que Dieguito, que iba a dar un recital de calidad, había servido un balón de oro nada más sustituir a Choquet.

Era el aviso del gol. Sólo podía venir en un contrataque, porqué los tiros demasiado lejanos -al menos el Cádiz sí se arriesgó- no tenían posibilidades.

En la segunda parte, Boskov sacó, al fin, a García Hernández, pero éste tampoco tendría suerte. Sólo disparó, en una falta, a los diecisiete. minutos, y Bocoya, que sólo había fallado en una salida al borde del descanso, paró bien a ras del suelo. La entrada de Ito dio también algo de movilidad a la delantera, pero ni siquiera Isidro luchaba. A los veinte minutos cabeceó demasiado cruzado, sólo en la boca del gol, un centro del extremo.

La mejor ocasión madridista vino en el minuto veinticuatro, al rematar Del Bosque a la escuadra izquierda a la salida de un córner. Pero incluso entonces, al margen ya del estilo del protagonista, la frialdad blanca fue palpable. El Cádiz, claramente a la contra, pudo volver a marcar gracias a las genialidades de Dieguito, un jugador que no estuvo, incomprensiblemente, en el equipo inicial, pero que trajo de cabeza a Carcelén y cuando le hizo un túnel a Stielike, a falta sólo de cinco minutos, provocó casi el delirio del público.

Un fallo del propio Del Bosque también provocó los mayores apuros para su cancerbero Miguel Angel.

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