El ingeniero que asesinó a su mujer en Gerona intentó desfigurarla con una piedra de 20 kilos
Durante los días que duró el juicio contra el ingeniero industrial Francisco Vila Llobet, acusado de dar muerte a su esposa, dos centenares de personas acudieron diariamente a la sala de la Audiencia Provincial de Gerona. El proceso había despertado una gran expectación, pues el homicida, tras matarla con un palo, intentó fingir una violación y desfigurar el cadáver con una piedra de veinte kilos. Entre el público se hallaba, incluso, la esposa del gobernador civil de Gerona, a quien en un momento de sofoco el presidente de la Audiencia hizo llevar un abanico.
, Francisco Vila Llobet fue condenado a veinte años y un día de prisión por el delito de parricidio en la persona de su esposa. La defensa del acusado centró sus intervenciones en la personalidad enfermiza del reo y lo presentó como víctima de una madre dominante y esquizofrénica. Esta apreciación ha sido recogida en parte por la sentencia, que considera a Francisco Vila «afectado por una neurosis grave de carácter esquizoide, descontento de sí mismo y pendiente de su madre». Sin embargo, el Tribunal considera que el acusado ha conservado en todo momento el albedrío suficiente para ser declarado responsable de la muerte de su esposa.Un resumen de los antecedentes y circunstancias del crimen permiten pensar que estas apreciaciones son muy verosímiles y tienen un fundamento real. Francisco Vila era el hijo único de una familia millonaria barcelonesa, dueña de una empresa denominada Industrias del Besós. Hace una quincena de años su madre, Dolores Llobet, tuvo que ser internada en un sanatorio mental de Tarragona por padecer agudos ataques de locura que impedían su vida normal.
Se dio el caso de que en aquel centro trabajaba de enfermera la joven Aurora Braña Blanco, nacida en Orense en 1937, que después llegó a ser la esposa de Francisco Vila. A raíz de las frecuentes visitas de éste al sanatorio iniciaron unas relaciones cada vez más íntimas, que acabaron en boda. Este casamiento causó un profundo disgusto a Dolores Llobet, que no escondía su aversión respecto a la nuera, que no pertenecía, evidentemente, a su alta clase social.
Para presionar a la familia, los novios anunciaron que debían casarse rápidamente, porque esperaban un hijo. Luego resultó que, en realidad, Francisco era estéril, y así, una vez casados, fueron inútiles sus intentos por tener descendencia. Incluso proyectaron adoptar un niño poco antes de que ocurriera el fatal desenlace, pero dificultades surgidas en la tramitación de los papeles les hicieron desistir a última hora.
Estas circunstancias hicieron que las relaciones entre los dos cónyuges fueran deteriorándose rápidamente. A pesar de ello, ambos siguieron llevando una vida pública normal y pasaron largas temporadas en un espacioso chalé construido en Lloret de Mar (Costa Brava), y bautizado con el nombre de Villa Aurora. Sin embargo, una hermana de la víctima, María Luisa Braña, ha afirmado ahora en el juicio que Aurora le había dicho, unos meses antes de ser asesinada, que sentía miedo por la actitud hostil de la familia de su esposo, a la que atribuía varios anónimos que la amenazaban de muerte. Otra hermana ha recordado también al tribunal que en una ocasión en que se encontraba de visita en el chalé Villa Aurora oyó de pronto un gran ruido, y Francisco Vila dio un fuerte bofetón a su esposa para que no chillara. Esta manifestó después a su hermana, sorprendentemente, que aquello «no había sido nada importante», tal vez porque ya estaba acostumbrada a estos incidentes.
Relato de los hechos
La noche de autos, el 9 de marzo de 1979, el matrimonio Vila Braña acudió al local de Lloret La Bodega Bella, para pasar la velada. Allí mantuvieron una acalorada discusión y la esposa se marchó sola a su casa. Una hora más tarde, alrededor de las doce de la noche, Francisco Vila regresó a su domicilio y, al encontrarse con su mujer todavía levantada, según quedó probado en el juicio, sin mediar apenas palabras, la agredió con un palo de más de un metro de largo y le dio diversos golpes hasta dejarla tendida en el suelo. Al advertir que la había matado, envolvió el cadáver con una lona y, tras meterlo en el maletero de su coche, se dirigió a la carretera que va de Lloret a Tossa de Mar. Apenas alejado de las últimas casas de la villa, se detuvo junto a un talud o pequeño barranco y lo tiró al fondo del mismo. El asesino bajó seguidamente, desabrochó la blusa de la mujer y le rompió el sostén y las bragas, posiblemente para preparar así la coartada de una violación.
"Es mi esposa"
No contento con todo esto, cogió un pedrusco de más de veinte kilos de peso y lo arrojó sobre la cabeza de Aurora Braña. Este detalle espeluznante hace pensar en una conducta realmente sádica del criminal o bien en el intento de retrasar el reconocimiento del cadáver mediante la desfiguración de su rostro. A continuación, Francisco Vila regresó a su casa y limpió todas las huellas de sangre, pero sin lograr eliminar algunos cabellos del palo con que, había cometido la agresión, lo que se convirtió después en la principal prueba acusatoria contra él. A las nueve de la mañana del día siguiente, 10 de marzo de 1979, el asesino llamaba por teléfono a su madre y a otros parientes y les daba cuenta de la desaparición de su esposa. Mientras la policía iniciaba las gestiones, ante la denuncia presentada por él mismo, Francisco Vila acudía de nuevo al barranco, donde la Guardia Civil ya estaba intentando identificar un cadáver encontrado a primera hora por los barrenderos de Lloret. El criminal preguntó ingenuamente: «¿Qué buscan? ¿Una mujer muerta?» Y añadió, aún más ingenuamente, sin esperar respuesta: «Es mi esposa».
Lógicamente, la policía se sorprendió por estas palabras y comenzó un largo interrogatorio, que acabó con la declaración del culpable, aunque en el juicio manifestara que confesó coaccionado.
La pena impuesta al ingeniero barcelonés Francisco Vila Llobert, veinte años y un día de prisión, es justamente la que solicitaban la acusación privada y el fiscal. El abogado defensor había pedido la absolución del parricida.
En cuanto al joven César Tortaja Pulido, procesado por la misma causa ha quedado absuelto del delito de encubrimiento del parricidio y se le ha condenado a quince días de prisión por una falta de hurto.
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